Profetas de calamidades y mercaderes del templo
En cierto panfleto anticatólico andan muy alterados desde que los cardenales eligieron como Papa a Jorge Mario Bergoglio, que adoptó el nombre de Francisco por las razones que él mismo se ha encargado de explicar.
El director de ese medio presenta al Papa como si fuera una especie de revolucionario sesentayochista que va a poner la Iglesia patas arriba. Dice:
Algunos no quieren oír hablar de reforma ni de cambio ni de ruptura y, mucho menos, de revolución. Por muy tranquila que sea. Pretenden que, con el Papa Francisco, todo sigue igual que antes. O con simples retoques en las formas y en los signos. Son los que estuvieron durante estos últimos 30 años dirigiendo el cotarro eclesiástico, imponiendo su pensamiento único y ocupando todos los espacios, sin dejar la más mínima oportunidad al sano pluralismo eclesial.
Hoy mismo se dedica a lanzar hipótesis sobre lo que puede hacer el Papa con el banco del Vaticano (IOR). Cree que lo puede eliminar o convertirlo en una banca ética. Como poder, puede hacer lo que le apetezca, pero recordemos que prácticamente el último nombramiento de calado del papa Benedicto XVI fue precisamente el del responsable del IOR. No parece fácil que el papa Francisco se cargue de la noche a la mañana esa institución. Y conste que me da absolutamente lo mismo lo que haga al respecto.