Cada uno hace lo que le parece bien
Cada vez que me adentro en la lectura de la Sagrada Escritura, no puedo evitar el constatar los paralelismos entre el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento y el mismo pueblo en nuestra época. Por ejemplo, el libro de Jueces acaba con el siguiente versículo: Por aquel tiempo no había rey en Israel y cada uno hacía lo que le parecía bien (Jue 21,25). Son tal la cantidad de católicos que creen y hacen lo que les parece bien, independientemente de lo que la Escritura y la Iglesia digan acerca del bien y del mal, que cabe preguntarse si el “sensus fidelium” no ha pasado a ser una bonita teoría que amenaza convertirse en una utopía. Recordemos lo que al respecto dijo el Concilio Vaticano II:
El Pueblo santo de Dios participa también del don profético de Cristo, difundiendo su vivo testimonio sobre todo por la vida de fe y de caridad, ofreciendo a Dios el sacrificio de la alabanza, el fruto de los labios que bendicen su nombre (cf. Heb., 13, 15). La universalidad de los fieles que tiene la unción del que es Santo (cf. 1 Jn., 2, 20 y 27) no puede fallar en su creencia, y ejerce ésta su peculiar propiedad mediante el sentimiento sobrenatural de la fe de todo el pueblo, cuando “desde los Obispos hasta los últimos fieles seglares” manifiesta el asentimiento universal en las cosas de fe y de costumbres. Con ese sentido de la fe que el Espíritu Santo mueve y sostiene, el Pueblo de Dios, bajo la dirección del sagrado magisterio, al que sigue fielmente, recibe, no ya la palabra de los hombres, sino la verdadera palabra de Dios (cf. 1 Tes., 2, 13), se adhiere indefectiblemente a la fe confiada una vez a los santos (cf. Jud., 3), penetra profundamente con rectitud de juicio y la aplica más íntegramente en la vida.
(Lumen Gentium 12)
¡Qué bonito! ¡Qué bien aguanta todo el papel! ¡Qué Iglesia de grandes documentos tenemos! ¡Pero qué realidad más apartada de todo eso vivimos, al menos en España! No seré yo quien niegue que en este país todavía queda una rebaño pequeño de fieles, “manada pequeña” en palabras de Cristo, a quienes se puede aplicar ese texto del concilio. Pero la inmensa mayoría de los bautizados va literalmente a su bola. O pasan de la fe o se la hacen a la medida de su mal formada conciencia, con más habilidad que el mejor de los sastres haciendo trajes. Van por libre en la moral y la doctrina. Creen lo que les parece bien y se comportan como si sobre sus vidas no hubiera autoridad espiritual alguna. Incluso muchos, probablemente la mayoría, de los que todavía practican la fe, si es que el mero hecho de ir a misa dominical ya puede considerarse como práctica de la fe, no pasarían un test elemental sobre el Catecismo o su Compendio.
En realidad, el profeta Oseas ya se encontró con un panorama parecido. Y fue claro:
Oseas 4,13
Escuchad la palabra de Yahveh, hijos de Israel, que tiene pleito Yahveh con los habitantes de esta tierra, pues no hay ya fidelidad ni amor, ni conocimiento de Dios en esta tierra; sino perjurio y mentira, asesinato y robo, adulterio y violencia, sangre que sucede a sangre. Por eso, la tierra está en duelo, y se marchita cuanto en ella habita, con las bestias del campo y las aves del cielo; y hasta los peces del mar desaparecen.
¿Cree alguien que exagero? Pues ahí tienen la sangre de los cien mil inocentes que mueren cada año en el seno de sus madres. Ahí tienen el adulterio mostrado con orgullo en las televisiones de nuestros hogares. Ahí tienen la prostitución como el único negocio que no sufrirá gran cosa el embate de la crisis. Ahí tienen a nuestros gobernantes mintiendo miserablemente a un pueblo que luego les vuelve a votar. Y ahí tienen la mencionada crisis que va a poner muchas cosas en su sitio. Mas, ¡oh arcanos de la sabiduría divina!, el profeta de calamidades llamado Oseas, ese al que hoy llamarían carca, fundamentalista, preconciliar y tridentino, señala con el dedo acusador a unos culpables:
Oseas 4,4-7
¡Pero nadie pleitee ni reprenda nadie, pues sólo contigo, sacerdote, es mi pleito! En pleno día tropezarás tú, también el profeta tropezará contigo en la noche, y yo haré perecer a tu madre. Perece mi pueblo por falta de conocimiento. Ya que tú has rechazado el conocimiento, yo te rechazaré de mi sacerdocio; ya que tú has olvidado la Ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos. Todos, cuantos son, han pecado contra mí, han cambiado su Gloria por la Ignominia.
¿Y bien? ¿alguien se siente aludido? Yo soy tan sacerdote como el resto de laicos que compartimos la condición de pueblo sacerdotal, pero siendo igualmente el pueblo de Israel reino de sacerdotes (Ex 19,6), es obvio que el profeta estaba hablando del sacerdocio “ordenado". Y es que siendo grave que los fieles se desvíen de la fe, es intolerable que muchos sacerdotes lo hagan. Y es intolerable que la causa de ello sea la mala formación que recibieron. Y más intolerable aún resulta que los obispos lo hayan consentido e incluso alentado.
Todo el mundo tiene responsabilidad y al final todos tendremos que dar cuentas a Dios personalmente. Pero al que sobre más se le ha puesto, más se le pide. A mí me daría pavor tener que poner sobre mis hombros la responsabilidad de pastorear una parte del rebaño de Cristo. Y mucho más en una época, como ésta, en que multitud de ovejas se creen cabras salvajes y van a pastar a los riscos desde los que se despeñan hacia el abismo de la condenación. Pero siquiera por el santo temor de Dios y por mi propia salvación, procuraría hacer todo lo que estuviera en mi mano para ejercer de padre que guía y disciplina, de profeta que exhorta, advierte y muestra la voluntad de Dios, y de apóstol que vive por y para la predicación del evangelio y la formación de los fieles. Y exigiría a todos mis sacerdotes una total fidelidad al evangelio y la fe de la Iglesia, de forma que quien se apartara de la senda de la verdad sería apartado inmediatamente del sacerdocio. No podemos dejar a los fieles en manos de quienes se pasan la fe de la Iglesia por el forro, de quienes hacen norma habitual de los abusos litúrgicos, de quienes adoctrinan en el error a los catecúmenos. El obispo que no vale para hacer tal cosa no vale para obispo, y mejor le sería dejar el episcopado que tener que presentarse delante de Dios habiendo sido un mal pastor del rebaño que se le encomendó.
Nos quejamos y nos sorprendemos en España de que la Iglesia cada vez pinte menos. Pero la Iglesia no es otra cosa que lo que somos los cristianos que formamos parte de la misma. No es un ente etéreo que pueda sostener en el aire un prestigio y una influencia de tiempos pasados. Un pueblo que siente vergüenza de su pasado reciente acaba por perder su identidad. Aquí muchos se rasgan las vestiduras por el papel de la iglesia española en el anterior régimen, aquel que la salvó de ser aniquilada a manos de los padres políticos de los que hoy nos gobiernan. No voy a decir que todo se hizo bien. No voy a decir que no se pudo hacer mucho más para limar las aristas más agudas de aquel régimen. Pero ya está bien de avergonzarnos de aquellos que salieron del martirio y lograron que el alma de España no se despeñara por el barranco del comunismo ateo. La sociedad española en tiempos de Franco no era demócrata pero era cristiana. Con todos sus defectos, con todas sus hipocresías, con todo el cristianismo superficial que se quiera, pero cristiana. Se respetaba la autoridad paterna, la del profesor de escuela y la de la moral cristiana. La muy demócrata sociedad española de hoy es pagana, hedonista, que asesina a sus hijos, que ha actuado como el nuevo rico que todo lo gasta, todo lo consume, todo lo presume. Y que ahora va a sufrir las consecuencias de ello.
En todo caso, de nada valen actitudes que pueden parecer nostalgia de tiempos pasados. Se equivocan gravemente los cuatro gatos que hoy añoran aquella España que no va a volver. Yerran quienes echan la culpa a la democracia de los males que nos acechan, cuando una de las virtudes, no la única, que tiene este sistema político es que cada pueblo tiene lo que se merece. Siquiera por eso ya es el mejor de todos. Es tiempo de que reconozcamos la verdad, a saber, que los cristianos somos una minoría enferma que no puede autoengañarse con los éxitos puntuales de algunas convocatorias públicas. Por mucho que llenemos la plaza de Colón y por mucho que haya centenares de miles de jóvenes vitoreando al Papa en la próxima JMJ, seguiremos igual si no emprendemos el camino decidido hacia la formación de los pocos fieles que nos van quedando. Una formación integral, en conocimiento y santidad. Y es que sólo la santidad, el conocimiento de la ley de Dios y su aplicación en nuestras vidas, el regreso a Cristo, a la esencia de nuestra religión y sus santas tradiciones, podrá salvarnos de la ola impía en cuya cresta nos encontramos.
Pax, bonum et veritas
Luis Fernando Pérez Bustamante
20 comentarios
Excelente comentario pues haces un análisis verdaderamente revelador de la situación de la Iglesia en España, que, aunque extrapolable a otros países, es en el nuestro donde con más virulencia se persigue hoy en día a la fe.
En España especialmente exista la malévola tendencia de desligar la Iglesia de los obispos de la iglesia de los laicos. Y nada más lejos de la realidad. Desde hace unos años se ha presentado la relación entre consagrados y laicos en terminos marxistas, de lucha de clases con la consecuente desvirtuación de lo que es la Iglesia en verdad.
La Iglesia es el Pueblo de Dios. Sin más. No es admisible creer en Cristo y no en su Iglesia. Repugnan todos aquellos que se dicen cristianos pero que no aceptan a la Iglesia -por esa asociación entre Iglesia y jerarquía-.
Aún con todo, y coincidiendo en que los laicos tienen parte de "culpa", no podemos obviar que el desden de los sacerdotes ha convertido a la práctica católica en algo social. La cantidad de bodas, bautizos y comuniones que se hacen por imagen, sin nada detrás, consentidos por muchos párrocos.
La educación en la fe y en la práctica cristiana ortodoza es extremadamente importante para evitar casos como el del jesuita que ha casado a un divorciado. A los ojos de los "progres" pueden parecer conductas de lo más new age, pero hemos de recordar que todo se hace por y para Dios.
“Ojalá fuera tal tu compostura y tu conversación que todos pudieran decir al verte o al oírte hablar: éste lee la vida de Jesucristo”. (Camino 2, San José María Escrivá de Balaguer).
+ Un saludo
1. ¿Podrías recomendarme algún libro que explique la pérdida del sensum fidei ocurrida en el siglo XX?
2. ¿No piensas que más qué pérdida de la Fe católica, lo qué ha ocurrido es una pérdida del sentimiento religioso en Occidente?
En este caso más que negar dieciseis siglos de historias, estamos negando millones...dado que desde las cavernas el hombre ha creído en un Absoluto y otra vida.
3. La solución al problema es copiar, literalmente, el catolicismo norteamericano. Ahora bien no creo que nuestro orgullo nos lo permita. Igual lo mejor es emigrar y punto.
Siempre me ha maravillado eso de "no estar de acuerdo con lo que dice la Iglesia en tal tema, a pesar de que soy catolico". Como si una doctrina por el hecho de disgustarme. ya está invalidada. Una especie de libre examen de la doctrina.
Yo tengo que confesar que muchas cosas no me gustan en materia de fe y moral de la Iglesia, pues tengo gustos depravados, soy pecador y no vivo conforme el Evangelio. Pero no se me ocurriría invalidarlos, mientras sea catolico. Y menos porque no me gustan.
Aquí hay mucha responsabilidad por el escándalo que dan los curas con la doctrina del "traje hecho a medida". Mucho hablar de la humildad, falta predicar la humildad del intelecto y de los propios gustos y pareceres. El "obsequium fidei" de San Pablo.
no solo Amerio no ha sido refutado, sino que está en alza, y el Osservatore Romano le ha dedicado el año pasado un artículo. No sé si viste este artículo de Sandro Magister:
http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/176565?sp=y
De nada.
El libro está organizado en 42 capítulos divididos en 334 puntos. La dosis recomendable inicial para mí ha sido de 3 puntos al día. Leía más, claro. Pero no entendía nada.
luis:
No, no conocía el artículo.
¡Muchas gracias...!
la formación cómo la describes está muy bien, pero antes de eso, oración, oración, oración y penitencia, penitencia, penitencia.
sin eso la formación no sirve para nada, imposible de entender tánto por aprendet, pues la cabeza está embotada
Parece que, efectivamente, "cada uno hace lo que le parece bien", tanto por un extremo, como por el otro.
Por otra parte, no creo que haya un solo error doctrinal en Monseñor Lefebvre. Si crees que sí, te rogaría que los señales concretamente. Se puede discrepar con sus actitudes, pero todavia no se le ha señalado una herejía.
Para señalar errores doctrinales, doctores tiene la Iglesia... Pero, igual que me extrañaría que una web que se declarara expresamente muy católica, junto a los textos clásicos, tuviera casi exclusivamente la obra de L. Boff, también me ha extrañado en este caso.
Y lo que uno ve en una web, aunque sea sólo en titulares, da idea si se escora hacia un extremo o hacia el otro. Porque como sabemos, en la red hay de todo.
El mismo Cardenal reconoce que no se trata de un cisma formal, sino de una actitud de rebeldía.
A ver si a Usted le resultaría extraño que una web que se diga muy católica, tenga textos de Taizé. Y esos sí son luteranos.
No he pretendido ofender. Si Vd. tiene otros datos, aténgase a ellos. Yo por mi parte, habiendo tan buenas lecturas en la Iglesia, no pienso leer nada de M. Lefebre, que realizó ordenaciones sin permiso de Roma, como tampoco voy a leer a Pagola.
Cuando oficialmente se diga que Lefebre y sus seguidores están en total comunión con el Papa, cosa que deseo de todo corazón, tal vez pueda reconsiderar mi postura. Dejo para los eruditos la distinción entre cisma y rebeldía.
Tampoco podrá leer las Memorias de un Peregrino Ruso, las obras de Newman cuando era anglicano, toda la obra de C.S. Lewis, toda la obra de Dostoiewsky, y un largo etcetera.
CS Lewis no solo escribio Narnia, informese.
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