Alas para volar
"Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan en el Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán."
Isaías 40,30-31
"Cualquier otra carga te oprime y te abruma, mas la carga de Cristo te alivia el peso. Cualquiera otra carga tiene peso, pero la de Cristo tiene alas. Si a un pájaro le quitas las alas, parece que le alivias el peso, pero cuanto más le quites este peso, tanto más le atas a la tierra. Ves en el suelo al que quisiste aliviar de un peso; restitúyele el peso de sus alas y verás como vuela"
San Agustín, Serm. 126,12
¿Quién no ha soñado alguna vez con poder volar?, ¿quién no ha admirado el vuelo majestuoso del águila real cuya visión alcanza donde ningún ojo humano puede llegar?. El hombre ha conseguido inventar máquinas que vuelan, incluso algunas que son capaces de llevarle al espacio exterior, pero sigue sin poder levantarse del suelo por sí mismo. Sin embargo, Dios ha dado al hombre dos alas para que su alma y su espíritu vuelen libremente: fe y razón.
Sí, como bien nos recuerda en su carta pastoral de esta semana el Obispo de Huesca y Jaca, Monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, el Papa Juan Pablo II empieza su encíclica Fides et Ratio diciendo: "La fe y la razón (Fides et ratio) son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad".
Lástima que haya tantos hombres empeñados en querer volar sin alas o sólo con una. Tanto la fe que prescinde de la razón, como la razón que se niega a ser iluminada por la fe son incapaces de dar siquiera pequeños vuelos como las codornices. Cual pingüino patoso o avestruz que esconde su cabeza debajo de la tierra, el hombre que no aprende a usar las alas que Dios le da, está condenado a quedarse apegado a la tierra, a no poder elevar el vuelo en dirección al Sol de Justicia (Mal 2,4) que nos amaneció para salvarnos de la noche eterna en que el pecado había envuelto la humanidad.
Todo hombre que nace a la fe por medio del bautismo es como un polluelo recién nacido. Apenas puede hacer otra cosa que piar y piar para que sus progenitores le alimenten. Y ahí están nuestro Padre Dios y nuestra Madre la Iglesia para darnos de comer hasta que estamos preparados para dar el primer vuelo. Entonces aparecen los primeros miedos. No es fácil dar el primer salto hacia el vacío por mucho que nuestro instinto espiritual nos empuje a ello. Pero no podemos quedarnos toda la vida en el nido. No podemos ser como aquellos de la epístola a los Hebreos: "…os habéis vuelto tales, que tenéis necesidad de leche en vez de manjar sólido. Pues todo el que se alimenta de leche no es capaz de entender la doctrina de la justicia, porque es aún niño; mas el manjar sólido es para los perfectos, los que, en virtud de la costumbre, tienen los sentidos ejercitados en discernir lo bueno de lo malo." (Heb 5,12b-14). Si aún no has dado el primer vuelo, ¿a qué esperas?. No te preocupes que Dios te sostendrá si empiezas a caer. Si hace falta, enviará a sus ángeles para que no te estrelles (Salmo 91,11-12).
Vuela, vuela para que así puedas contemplar la grandeza de su Reino. No te cansarás jamás de admirarlo pues es eterno. No permitas que nadie te quite las alas que Cristo te ha regalado. No las entierres como aquel necio que metió bajo tierra el talento que su señor le había dado para que diera fruto. Usa el don de la fe y la razón que Dios te ha dado para volar por encima de tus pecados, de tus debilidades, de tus limitaciones. ¿A qué esperas pues?
Luis Fernando Pérez Bustamante
8 comentarios
Por el camino... yo me entretengo.
Mucha dispersión es lo que hay algunas veces. Acaba una volando como el pingüino patoso del que hablabas.
:-)
Pero hay que compartimentar. Y no mezclar. Cada tipo de alas, para un vuelo diferente, y drásticamente separado.
1. Al escudero, la intendencia: la Panza, la ley, la razón, la ciencia, la familia, la tecnología, las normas de convivencia, la construcción de la Sociedad Civil, y su evolución.
2. Y al caballero, lo irracional: la Presencia de Dios, el arrobamiento de tenerlo, que Él sienta tu presencia, tu alma en vuelo dándose -sin miedo-.
Porque todo lo que es norma de moral
-derecho consuetudinario y Ley positiva- es para el estómago, esto lo saben los sociólogos y por el origen de todas las religiones con el Rey-Sacerdote; y lo que es de Dios, es para la Soledad del caballero erguido, a quien Dios, -sin miedo- se entrega y le derrama su Espíritu, que es el Alma de Dios entrandose en tu alma.
Jose Carlos Enríquez Díaz
Ferrol
Nos sucede lo mismo cuando nos habituamos a un ligero "pecadillo venial", nos ata, nos impide alzar el vuelo, nos conviene romper a fuerza de oración esa atadura cuando es posible romper la cadena del vicio, no suceda que después no tengamos tiempo para volar al Señor, y en vez de ir al cielo, nos precipitemos al vacío del pecado y de la muerte.
Dios nos quiere libres, sin ataduras a lo terreno.
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