Abogado tenemos

"Por consiguiente, tengo en mí esta ley, que, queriendo hacer el bien, es el mal el que se me apega; porque me deleito en la Ley de Dios, según el hombre interior; pero siento otra ley en mis miembros, que lucha contra la ley de mi razón y me encadena a la ley del pecado que está en mis miembros.
¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?"
Rom 7,21-24

"Hijitos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, justo."
2ª Juan 1,1

Para muchos que están metidos de lleno en esa aventura maravillosa de buscar la santidad, sin la cual nadie verá a Dios (Heb 12,14), es muy típico caer en este círculo vicioso que voy a describir:


- reconciliación con Dios.

- momentos de fortaleza y euforia espiritual en los que comulgamos y oramos mucho y parece que vamos a ser completamente fieles a Dios por el resto de nuestra vida pues no hay tentación que pueda con nosotros en esa etapa.

- aparición de pequeñas brechas en esa fortaleza porque ya no oramos tanto y empezamos a no evitar la tentación en la necia creencia de que por nuestras propias fuerzas podremos no caer en ella.

- pecado.

- sensación de fracaso absoluto, humillación e incluso alejamiento continuado de Dios porque nos da vergüenza volver a Él ya que nos vemos indignos por ese pecado.

- concienciación de que sólo en Dios podremos encontrar el perdón y las fuerzas para volver a intentar vivir esa aventura de la santidad

- reconciliación con Dios.

No permanezcamos en el pecado; si caemos, busquemos la reconciliación por medio del sacramento de la confesión, el cual debemos de preparar a conciencia, evitando en todo momento que se convierta en algo rutinario. Si dejamos pasar el tiempo sin reconciliarnos con Dios, la situación empeorará a marchas forzadas y nuestros pecados serán cada vez más numerosos y peores.
Y una vez reconciliados con Dios, ayudados por su gracia debemos de poner todo lo que esté a nuestro alcance para que esas etapas de fortaleza espirituales se prolongen más en el tiempo. Estemos atentos a las primeras señales de debilidad, porque justo ahí es cuando más fácil nos será dominar nuestra tendencia al pecado. Creo que más santo es el cristiano que evita ponerse en situaciones de tentación que aquel que las vence, porque casi siempre una victoria concreta contra una tentación concreta es el preludio a una derrota que nos lleva a pecar. Por eso Cristo dijo que si algo nos era ocasión para pecar, deberíamos arrancarnos ese algo. Para algunos puede ser el no salir con determinado tipo de gente. Para otros puede ser no abrir una bebida alcohólica. Para otros no ver determinadas películas….. creo que todos sabemos qué es aquello que más fácilmente nos conduce al pecado. Pues bien, aprovechemos los momentos en que estamos muy a gustito con Dios para cortar todo lazo que nos una a esas futuras tentaciones.

Fácil no es. Pero Dios está en nosotros produciendo tanto el querer como el hacer (Flp 2,13).

El Señor nos guarde de todo mal.

Luis Fernando Pérez Bustamante

10 comentarios

  
José Luis
¡Bendito sea Dios por este nuevo artículo tan interesante que has escrito!

Verdaderamente las tentaciones son un incordio, una molestia, porque cuanto más deseamos estar con Cristo, el envidioso enemigo de las almas, intenta hacernos caer, pero debemos sujetarnos más a la oración del santo Rosario, una gran defensa contra el mal.

Las causas de nuestras caídas son distintas, cuando no vigilamos nuestros pensamientos, por algún descuido... y como bien has explicado con claridad.

También leer buenos libros, por ejemplo de San Alfonso María de Ligorio, para la salvación del alma, con toda seguridad es de gran ayuda para la perfección.

Fue un libro de este Santo doctor, que me ayudó a prepararme mejor para una buena confesión: «Para confesarse bien» (Apostolado Mariano. Sevilla)
29/09/06 9:16 AM
  
José Luis
De los escritos de San Francisco de Asís:

• La virtud ahuyenta el vicio

• Donde hay caridad y sabiduría
no hay temor ni ignorancia

• Donde hay paciencia y humildad,
no hay ira ni desasosiego.

• Donde hay pobreza con alegría
no hay codicia ni avaricia.

• Donde hay quietud y meditación,
no hay preocupación ni disipación.

• Donde hay temor de Dios que guarda la entrada (cf. Lc 11, 21)
no hay enemigo que tenga modo de entrar en la casa.

• Donde hay misericordia y discreción,
no hay superficialidad ni endurecimiento.

(San Francisco de Asís, Escritos - biografías - Documentos de la época, «Avisos espirituales», 27, página 84-85. BAC. Madrid. 1980)
29/09/06 9:54 AM
  
Luis Fernando
Dice la Escritura:
1Co 10,12-13 Así, pues, el que cree estar en pie, mire no caiga; no os ha sobrevenido tentación que no fuera humana, y fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, antes dispondrá con la tentación el éxito, dándoos el poder de resistirla.


No hay excusa para pecar pues Dios nos ayuda a no hacerlo. Pero para que esa ayuda sea efectiva, debemos estar en comunión con Él. Por eso el mismo pecado que nos aleja de Dios es fuente de más pecados ya que lejos de Él no tenemos la ayuda para no seguir pecando. Es FUNDAMENTAL recuperar la sanísima costumbre de la confesión frecuente. No hay mejor "máquina" de santidad que un confesionario atentido por un buen sacerdote
29/09/06 9:56 AM
  
Javier
Ufff., qué espiritualidad más facha tienes, Luis Fernando.

Je, je, je. Enhorabuena. Buen artículo.
29/09/06 10:20 AM
  
Eduardo
Escribiò santa Teresa de Avila: "Antes me cansè yo de ofenderLe que El de perdonarme". No nos cansemos de pedir perdòn a quien no se cansa de perdonar.
29/09/06 12:45 PM
  
José Luis
• «Yo no sé como no he muerto cuando he visto el mal que encierra el más ligero pecado por leve que sea» (Santa Catalina de Génova).

El pecado por muy ligero que sea, provoca un gran daño al alma. Es un verdadero horror cuando se pierde la gravedad del sentido del pecado, pues cuantas almas desgraciadas están alegres en medio de sus pecados mortales, e intentan justificarse en esa su oscuridad.
30/09/06 9:46 AM
  
José Luis
Catecismo de la Iglesia Católica:

• 1458 Sin ser estrictamente necesaria, la confesión de los pecados veniales, sin embargo, SE RECOMIENDA VIVAMENTE POR LA IGLESIA (cf Cc. de Trento: DS 1680; CIC 988,2). En efecto, la confesión habitual de los pecados veniales ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo, a progresar en la vida del Espíritu. Cuando se recibe con frecuencia, mediante este sacramento, el don de la misericordia del Padre, el creyente se ve impulsado a ser él también misericordioso (cf Lc 6,36)
30/09/06 9:53 AM
  
nachet
No he podido evitar, amigo Luis Fernando, al leer tu artículo de hoy, una pequeña sonrisa, al verme reflejado tan exactamente.
En ocasiones parece que lograr vencer una tentación nos llena de un pecado (la soberbia) que nos hace creer que podemos exponernos a todas las tentaciones sin temor a caer en pecado. naturalmente luego viene el castañazo y el sentirse como un trapo y avergonzado de presentarse a Dios así. Nos sentimos como el acreedor de la parábola: "yo, que no perdono a los demás fallos mínimos ¿con que cara me presento ante el Señor (una vez más), confesando pecados (otra vez los mismos) mucho mayores?"
Como bien dices, también es muy importante un sacerdote que escuche la confesión, que analice verdaderamente tus faltas, sin que parezca un funcionario que suelta el mismo rollo a todos, y que te oriente con rectitud, no como algunos espantosos que yo he conocido que parecen justificar pecados en vez de ayudar a combatirlos.
Gracias otra vez, Luis.
30/09/06 12:04 PM
  
juvenal
El problema es que, al menos donde yo vivo, los sacerdotes tienen muy descuidado este sacramento, y apenas se sientan en el confesionario, fuerzan al feligrés a hacer el esfuerzo añadido de tener que ir en su busca para que acceda a confesarte, y eso si tiene disponibilidad de tiempo.

Yo creo que urge que los sacerdotes, sobre todos diocesanos, tomen conciencia de la importancia del sacramento de la reconciliación.
30/09/06 3:56 PM
  
Luis Fernando
Supongo que ya no se puede arreglar el problema de los malos confesores. Pero sí se puede formar adecuadamente a los seminaristas para que salgan preparados para confesar como Dios manda. Tras la misa no creo que haya algo tan importante en la tarea de un cura como administrar adecuadamente el sacramento de la penitencia.
Sacerdotes como el Santo Cura D´Ars o San Pío Pietralcina han sido una bendición del cielo para la Iglesia.
30/09/06 4:14 PM

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