2.02.17

¿Podrían al menos tener la decencia de no esconderse tras pobres y niños muertos?

A estas alturas de la película a nadie puede extrañar que una monja, un sacerdote, un obispo, un cardenal, un etc,  haga declaraciones que contradicen el árbol del dogma católico en cualquiera de sus ramas. Lo realmente novedoso es que surjan nuevas voces, aparte de las de siempre, a defender la fe católica de la burla y mofa pública a la que es sometida. Como dice el P. Jorge González, “nunca pasa nada".

Acostumbrado a que la fe católica no sea defendida por los primeros que tienen el deber y la obligación de defenderla, reconozco que hay algo que todavía consigue alterarme. Es lo que ocurre cuando, como acaba de suceder con la intervención de cierta “monja” en un programa de La Cuatro, se produce una reacción algo más airada por parte de los fieles. ¿Qué hacen entonces los que se han cachondeado de la fe de los más sencillos? Se hacen las víctimas. ¿Y qué más hacen? Se esconden detrás de los pobres o, como el caso del arzobispo de Tánger, detrás de un pequeñuelo de seis años que ha sido encontrado muerto en una playa gaditana, sin duda víctima de un fracasado intento de cruzar el Estrecho. Como si ellos tuvieran el monopolio de la misericoria hacia los más necesitados. Como si solo ellos sufrieran ante el sufrimiento de los más débiles.

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28.01.17

Eucaristía y pecado mortal. No oigamos a los que nos engañan (I)

Todos aquellos que sientan la tentación de comulgar estando claramente en pecado mortal -por ejemplo, adulterio-, deberían alejarse de los inicuos que con palabras de falsa misericordia les llevan a la segura condenación y, en cambio, leer las enseñanzas de los padres de la Iglesia.

Por ejemplo, San Basilio, en su obra Sobre el bautismo, aborda la pregunta de “si carece de peligro el que uno que no está limpio de toda mancha de cuerpo y espíritu, coma el cuerpo y beba la sangre del Señor": Tras mostrar lo que indicaba la ley mosaica acerca de los que se acercaba a las cosas sagradas en estado de impureza, dice:

Porque si aquel que se encuentra en sola impureza (y por ley sabemos típicamente la propiedad de la impureza), está sujeto a un juicio tan terrible, ¿cuánto más grave juicio se atraerá sobre sí el que estando en pecado se atreve a comer el cuerpo de Cristo? Limpiémonos pues de toda mancha (la diferencia entre mancha e impureza es cosa manifiesta para los prudentes y sabios), y así acerquémonos a las cosas sagradas, para que escapemos del juicio de aquellos que mataron al Señor, pues cualquiera que comiere el pan o bebiere el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor (1ª Cor 11,27); y poseamos la vida eterna.
(San Basilio, Sobre el bautismo L2. cuestión 3)

San Efrén el sirio.

… En las aguas del bautismo, hermanos, os vestisteis las vestiduras blancas; no manchéis vuestras vestiduras con obras deshonestas. He aquí que os sentáis a un banquete que es la Iglesia santa, en la cual coméis el cuerpo vivo y bebéis la sangre propiciatoria. El que se sienta a este banquete y se deleita con estas delicias y a la vez obra la iniquidad y el pecado, ¡ay de él en el día de la resurrección; en aquel día en que el Rey vendrá con su pompa y establecerá su trono para el juicio y se sentará en él para tomar venganza y juzgar a las gentes y las tribus!
(San Efrén, Sermón del fin y de la amonestación, 7,13)

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25.01.17

El super monaguillo


Esta noche ha fallecido Manolo, tío de mi mujer y padre de José Manuel, al que dediqué este post el cinco de mayo del 2008.

Ha muerto mientras dormía en su casa de Pallaruelo de Monegros. Llevaba tiempo con achaques de salud, pero no se esperaba una muerte inmediata.

Le tenía en muy alto aprecio y un gran cariño. Fue un buen hombre, católico practicante. Os ruego una oración por su alma y por sus seres más queridos, en especial por José Manuel.

….

Este fin de semana me he quedado de Rodríguez mientras mi esposa e hijos han ido a casa de mis suegros, en un pueblecito de los Monegros oscenses. Precisamente nuestro obispo, Monseñor Jesús Sanz Montes, está de visita pastoral por el arciprestazgo monegrino y este domingo dio misa a primera hora en dicho pueblo. Dado que es una localidad de apenas cien habitantes, a veces bastan los dedos de las manos para contar las veces que un obispo visita la población a lo largo de la vida de cualquiera de los fieles que viven allá. Por tanto, cada vez que un sucesor de los apóstoles asoma su báculo por allí, los cristianos se alegran.

Pero entre todos los bautizados de Pallaruelo de Monegros -así se llama el pueblo- el más feliz de todos hoy ha sido, sin la menor duda, José Manuel, primo de mi mujer. Es el monaguillo del pueblo desde hace más de treinta años. Más o menos desde que hizo la primera comunión. Ahora tiene 40 años pero ayuda al sacerdote todos los domingos con la misma alegría de siempre.

Alguno os extrañaréis de que un hombre de esa edad siga siendo monaguillo. Bien, es que José Manuel nació con el síndrome de Down. Por eso lleva viviendo toda la vida con sus padres y apenas sale del pueblo salvo para ir a la capital de la comarca o al médico en Huesca o Zaragoza. Yo le conozco desde hace más de veinte años y, sinceramente, no me imagino una misa en Pallaruelo sin él al lado del sacerdote. Y os aseguro que pocos monaguillos hay en el mundo que cumplan su cometido tan bien y con tanta “vocación".

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21.01.17

Tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto

Esta semana fui a Misa con unos amigos y nos encontramos con que se estaba celebrando un funeral. El funeral fue católico en los textos litúrgicos. Pero solo en eso. Lo demás era un funeral protestante con tufo herético universalista-origenista. O sea, se dio por hecho no solo la salvación del finado por el mero hecho de ser cristiano -tesis calvinista- sino que todos se salvan. Y el concepto de presencia de Cristo en medio del “culto” era también protestante.

Ahora bien, esa forma de celebrar el funeral la he visto en la práctica totalidad de funerales a los que he asistido desde mi regreso a la Iglesia Católica. O he tenido muy mala suerte o es la pura realidad a la que se enfrentan los fieles, al menos en España.

No tiene el menor sentido rezar por los muertos si se da por hecho que los muertos están en el cielo. No tiene el menor sentido predicar el evangelio -de hecho, no se hace- si se da por hecho que todo el mundo se salva. Del purgatorio, mejor ni hablamos. No existe. Tampoco el juicio por nuestras obras.

De hecho, es mucho más probable encontrarse algo de catolicismo en un funeral celebrado por protestantes evangélicos -no liberales-, que en uno católico. Es casi seguro que se oirá la idea de que debemos tener que rendir cuentas a Dios después de la muerte y que la posibilidad de la condenación es real.

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20.01.17

La gran batalla por el alma de la Iglesia de Cristo

En el proceso de mi regreso a la Iglesia Católica, uno de los primeros pasos, esencial, fue entender la inviabilidad del protestantismo. Inviabilidad que venía dada por el lema Sola Scriptura -ausente en la propia Biblia- acompañado del axioma del «libre examen», según el cual, todos y cada uno de los cristianos pueden interpretar la Biblia según le dicte su conciencia. Eso es fuente de todo tipo de heterodoxias habidas y por haber.

El estudio de la historia de la Iglesia me abrió completamente los ojos a otra gran verdad: no hay nada en los primeros siglos de la historia de la Iglesia que se parezca al protestantismo… salvo la proliferación de herejías de todo tipo.

Quedaban, por tanto, dos opciones: iglesias ortodoxas, Iglesia Católica. No había más. Y entonces, no sin cierta dificultad, entendí que el ministerio petrino, instituido por Cristo, solo se encontraba en el seno del catolicismo. Podía dudar de si se había desarrollado excesivamente, pero estar, estaba. Entre los ortodoxos no. El beato Newman me ayudó a entender que ese desarrollo entraba dentro de los parámetros del resto de desarrollo doctrinal en el seno de la Iglesia fundada por Cristo.

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