La Constitución que nos espera
Este miércoles se ha cumplido el 39 aniversario de la aprobación en referéndum por los españoles de la Constitución que previamente habían aprobado el Congreso y el Senado.
La mayor parte de la jerarquía de la Iglesia de este país apoyó el texto constitucional, a pesar de que sabían, como reconoció el cardenal Tarancón en un libro-entrevista autobiográfico, que la Carta Magna traería el aborto a España. Apenas unas pocas voces, como la del cardenal primado de España y arzobispo de Toledo, don Marcelo, y el obispo de Cuenca, Mons. Guerra Campos (vean cómo le trataba El País) , advirtieron de los peligros que acechaban al país a nivel de familia, derecho a la vida y abandono absoluto de la ley de Dios como referente para el bien común.
España dejaba de ser confesionalmente católica y no tardó mucho en llegar la ley del divorcio -hoy express- y la del aborto -hoy derecho-. Por supuesto, a nadie se le pasaba por la cabeza entonces que se podría aprobar la aberración a los ojos de Dios (Rom 1,26-27) del “matrimonio” homosexual, pero ahí lo tenemos con el visto bueno del Tribunal Constitucional.
Precisamente ese “matrimonio", contrario a la ley natural, es uno de los elementos que el PSOE quiere “consagrar” en la anunciada reforma de la Constitución. También quieren que figure el derecho a la muerte digna, que suele ser el eufemismo usado para referirse a la eutanasia. Que nadie dude que en el hipotético caso de que al actual Tribunal Constitucional le quede un mínimo de decencia y deroge la calificación del aborto como un derecho, intentará que tal hecho forme parte de la próxima Carta Magna.