25.04.13

Y el monje budista guió a los fieles católicos de Huesca en la meditación

En la diócesis de Huesca, a la que pertenezco, de vez en cuando pasan cosas la mar de interesantes. En la hoja diocesana “Pueblo de Dios” del pasado fin de semana se anunciaba el siguiente acto:

La Parroquia de María Auxiliadora organiza una nueva edición del Taller de Silencio, hoy domingo 21, a las 18,45, animado por la Dra. Mercedes Nasarre y una sesión de cine “con otra mirada” el viernes 26 a las 19 h.

Reconozco que lo de los talleres de silencio de la doctora Nasarre siempre me han causado una cierta aprensión. Sobre todo desde que en “Pueblo de Dios” de Huesca se publicó la crónica de la presentación de su último libro. En la misma leíamos:

La autora critica también una religiosidad infantil, hecha de nociones, dogmática, que evade de la realidad y del compromiso por transformar la realidad, complaciente con el dolor que redime y no con el amor que salva, patológica…
Muchos al liberarse a esta religiosidad malsana han tirado por la borda la espiritualidad; la pérdida de lo religioso ha llevado a la pérdida de lo espiritual, se arrincona a Dios y su lugar lo ocupan los ídolos (seguridad, dinero, poder, fama, política, etc…) ¿Qué absolutizamos?

Y en relación a la parroquia que los salesianos tienen en la capital oscense, ya pedí consejo a mis lectores ante la inquietud que me produjo leer una de sus hojas parroquiales.

El anuncio del taller de silencio en la hoja diocesana era más bien cortito. Pero resulta que en Sabiñánigo (diócesis vecina de Jaca) hay un grupo ecuménico que lo anunció de la siguiente manera:

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24.04.13

El ejemplo del obispo franciscano brasileño y el cura heterodoxo

El sacerdote brasileño Pedro Beto Daniel tiene unas ideas sobre la moral sexual que se dan de tortas con el evangelio y las enseñanzas de la Iglesia. Y no contento con tenerlas, las difunde todo lo que puede por internet. He aquí un ejemplo de ello. Para este cura, da lo mismo ser homosexual, heterosexual y bisexual. Lo que importa es que la gente se ame y no el sexo de aquellos a los que se ama. Y si la Iglesia no acepta tal cosa, lo cual implica aceptar la legitimidad de las uniones homosexuales, cometerá un pecado.

Parece claro que el ciudadano Pedro Beto Daniel puede opinar lo que le venga en gana sobre esa cuestión. Pero un sacerdote católico, si quiere seguir siendo sacerdote, ha de aceptar lo que la Iglesia enseña. Y si no lo acepta en su fuero interno, lo cual ya sería grave, al menos ha de evitar manifestar su oposición a esas enseñanzas.

Algo tan elemental, tan de sentido común, no es asumido por la plaga de sacerdotes, religiosos y religiosas que aprovechan los medios de comunicación para lanzar consignas contra la fe de la Iglesia. Son minoría, sin duda, pero hacen más ruido. Es complicado que un sacerdote o fraile pueda llegar a los titulares de los medios de comunicación y acceda a las tertulias de determinados programas limitándose a decir lo que la Iglesia dice. Eso no vende. El cura y la monja hereje sí vende.

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23.04.13

Doña Luisa Fernanda, espero su respuesta en el día de nuestro patrón

Ayer apareció en el Twitter Luisa Fernanda Rudí (@LFRudi), presidenta de Aragón. Escribió lo siguiente:

Las instituciones son la base d la prosperidad y la libertad y d ellas dependemos para superar este momento #SanJorge

Ante lo cual, le envié estos dos tuits:

Pregúntele a San Jorge qué opina de la situación del derecho a la vida en Aragón. @LFRudi

Y

A ver qué le parece a nuestro patrón que con nuestros impuestos se forren los de la clínica abortista del Actur, por ejemplo @LFRudi

Obviamente, no me respondió.

Yo entiendo que un presidente autonómico -presidenta en este caso- quiera usar el nombre (hashtag) del patrón de su región para lanzar un mensaje institucional en esa red social. Pero claro, si apelan a santos católicos, pues lo lógico es que se encuentren con la pregunta que todo buen católico debería de hacerles: ¿Qué hace usted para parar la matanza de inocentes diaria que sufre este país?

A San Jorge se le suele representar como un soldado o caballero que lucha contra un dragón. Pues bien, hoy ese dragón se llama aborto. Ese dragón representa a las clínicas de la muerte en la que se practica la infame guerra contra los no nacidos. Cada “profesional” de la medicina que trabaja en esos centros es un siervo del dragón. No puede ser que nuestros impuestos vayan para engrosas sus cuentas corrientes. No puede ser que nuestras instituciones públicas les pongan una alfombra roja para que practiquen sus crímenes. Ese color rojo es el de la sangre de sus víctimas.

Por tanto, hoy, día de San Jorge, patrón de Aragón, digo con más fuerza que nunca: Luisa Fernanda, presidenta, acabe con esa infamia.

Luis Fernando Pérez Bustamante
@luisperezbus

22.04.13

El ejemplo de la Francia laicista

Este fin de semana se ha producido en Francia la tercera mega-manifestación contra el gaymonio. Las cifras de asistentes varían según las fuentes, pero es evidente que ha sido un nuevo éxito.

El presidente de la República francesa, François Hollande, llevaba en su programa la equiparación al matrimonio de esas uniones contra natura, así que no tiene nada de particular que quiera llevarlo a cabo. Sin embargo, dado que para muchos franceses esa es una ley que pone en peligro la institución familiar y, sobre todo, el futuro de muchos niños adoptados, es también absolutamente normal que salgan a la calle para oponerse.

El papel de la Iglesia en el país galo ha sido exactamente el mismo que en el resto de países donde se quieren aprobar leyes similares. Como el aborto, estamos ante uno de los principios no negociables marcados por Benedicto XVI. Es decir, no cabe consenso alguno cuando se trata de defender el derecho a la vida y la institución matrimonial. Eso demuestran, al menos en la cuestión del matrimonio, los miles de alcaldes franceses que han dicho que se niegan a casar a homosexuales.

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21.04.13

25 años juntos por la gracia de Dios

Hoy hace 25 años Lidia y Luis Fernando unieron sus vidas para siempre. Nadie daba un duro por esa unión. Prácticamente todo el mundo pronosticaba que ese matrimonio duraría apenas unos meses o un par de años. De hecho, Dios no jugaba un papel especialmente importante en sus vidas en aquellos momentos. Eran muy jóvenes (20 y 19 años) y no tenían precisamente un sobrante de madurez. Eso sí, se querían.

Sin embargo, un día se les concedió que la gracia de Dios pasara a ser protagonista en sus vidas y en su matrimonio. ¿Significa eso que no tuvieron que afrontar dificultades? Todo lo contrario. Estuvieron al borde de la ruptura en muchas ocasiones. Por pecados de uno y de otro. Por falta de santidad. Por razones que no viene al caso recordar. Pero en ellos se ha cumplido a la perfección aquello de “lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre“. Ni siquiera sus imperfecciones han conseguido separarlos. El Señor les ha concedido el regalo de permanecer unidos. Y solo a Él cabe atribuir ese milagro. Porque es un milagro.

Hablo ya en primera persona. Cuando se atraviesa el ecuador de la cuarta década de la vida no se quiere igual que con apenas 20 años. Se quiere más y mejor. Si nos dejamos guiar por el Señor, aprendemos el verdadero significado de la palabra amor. Que no siempre es alegría y fiesta. También es cruz y sacrificio. Es renuncia a lo propio para servir al amado. Y eso no se aprende del todo en cuarto de siglo. Si Dios nos da un poco más de vida y le somos fieles, seguiremos aprendiendo a querernos como Él nos quiere.

Fruto de nuestro amor son nuestros tres hijos. No hay mejor regalo del cielo que ellos. Cada una de sus vidas, por si sola, hace que nuestro matrimonio haya merecido la pena. Estamos muy lejos de haber sido los padres que se merecían, pero al menos hemos intentado plantar en sus almas la semilla del evangelio. Rogamos y confiamos en que germinará a su tiempo, si en verdad se dejan amar por el Señor. Ellos saben bien, sobre todo los dos mayores, por lo que han pasado sus padres para llegar aquí. Y saben mejor, al menos eso pensamos, que solo Dios puede explicar que sigamos siendo una familia unida. Recuerdo como si fuera hoy el día en que, hace años, le dije a mi primogénito en medio de una crisis: “Si no dejamos que Dios mande en esta familia, se va a pique”.

Los malos augurios no se cumplieron. Los que se regodearon -alguno hay que todavía lo hace- en nuestras debilidades y llegaron a aconsejarnos la separación, hoy deberían reconocer que la gracia divina es más grande que nuestras miserias. El amor, puesto en manos de Dios, triunfa sobre el pecado. Y hay mucho amor entre Lidia y yo. Ojalá el Señor nos dé un poco más de salud para poder disfrutar, siquiera unos años, del tiempo de paz y de gracia que vivimos ahora.

A todos los que vais a uniros en matrimonio o estáis unidos pero pasáis por dificultades, os queremos decir que no hay nada más maravilloso en esta vida que dejar que Dios sea el verdadero amo y señor de vuestra unión. Él sabe sacar lo mejor de cada uno de vosotros y es capaz de impedir que vuestras imperfecciones acaben con vuestro amor. Si Dios no reina en vuestros matrimonios, no esperéis tener la fuerza suficiente para sobrevivir a las tormentas que os llegarán. Que se cumpla en vosotros la palabra de Dios:

El matrimonio sea tenido por todos en honor
(Heb 13,4)

Amén.

Luis Fernando y Lidia