No olvidemos lo esencial
En medio de la batalla espiritual en la que estamos inmersos, y que san Pablo tan bien describe en el capítulo sexto de Efesios, es fácil caer en la trampa de defender la verdad -algo imprescindible, necesario, urgente y de vida o muerte para las almas- y a la vez desatender nuestra comunión con el Autor de la verdad.
Mal soldados de la milicia de Cristo seremos si no estamos plenamente unidos a Él mediante la vida sacramental y de oración. El activismo apologético puede ser una mera trampa pelagiana si no reconocemos y damos paso en nuestras vidas a la primacía absoluta de la gracia, de forma que reconozcamos que, como mucho, no pasamos de ser siervos inútiles que hacen aquello que se les pide y se les concede hacer. Y que si no bebemos constantemente de la fuente del mismo Cristo, nuestra propia fuente quedará seca.
El dulce aroma que emana de la ortodoxia es como el incienso que usamos para adorar a Dios. Pero la Vida está en Dios, no en el aroma, no en el incienso.
Cultivemos la santidad en nuestras vidas, pues solo la santidad ganará esta batalla. Y así lo haremos si en verdad el Señor, por su gracia, lo permite y lo obra.
Luis Fernando