El centinela
Primera lectura del vigésimo tercer domingo del Tiempo Ordinario:
A ti, hijo de hombre, te he puesto de centinela en la casa de Israel; cuando escuches una palabra de mi boca, les advertirás de mi parte. Si yo digo al malvado: “Malvado, eres reo de muerte”, pero tú no hablas para advertir al malvado que cambie de conducta, él es un malvado y morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre.
Pero si tú adviertes al malvado que cambie de conducta, y no lo hace, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado la vida».
Eze 33,7-9
No se puede ser siervo de Dios y pretender ser más justo y misericordioso que Él. No se puede ser siervo de Dios y llamar bien a lo que Dios llama mal. No se puede ser siervo de Dios y no solo no ser instrumento de conversión del pecador, sino además convertirse en instrumento de Satanás que con palabras dulces y atrayentes empuja al pecador a seguir pecando y a justificar su proceder.
El siervo de Dios llama adulterio al adulterio y adúlteros a los adúlteros. No para destruirles, pues a continuación ofrece la certeza del perdón de Dios si se arrepienten. Idem con quienes abortan, con quienes corrompen y son corrompidos, con quienes viven instalados en la mentira compulsiva, con quienes no asisten a la Misa dominical, con quienes no solo no ayudan a los necesitados sino que los desprecian, con etc.
Ay de aquellos malos pastores que buscan quedar a bien con los pecadores, sin advertirles de las consecuencias de sus pecados. Su condenación es segura.
Señor, envía centinelas de tu evangelio a tu pueblo, que está muy necesitado de la llamada a la conversión.
Luis Fernando