Os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios
Primera lectura del lunes de la undécima semana del Tiempo Ordinario:
Como colaboradores suyos os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios. Porque dice: “En el tiempo favorable te escuché. Y en el día de la salvación te ayudé".
Mirad, ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación. A nadie damos motivo alguno de escándalo, para que no sea desacreditado nuestro ministerio, sino que en todo nos acreditamos como ministros de Dios: con mucha paciencia, en tribulaciones, necesidades y angustias; en azotes, prisiones y tumultos; en fatigas, desvelos y ayunos; con pureza, con ciencia, con longanimidad, con bondad, en el Espíritu Santo, con caridad sincera, con la palabra de la verdad, con el poder de Dios; mediante las armas de la justicia, en la derecha y en la izquierda; en honra y deshonra, en calumnia y en buena fama; como impostores, siendo veraces; como desconocidos, siendo bien conocidos; como moribundos, y ya veis que vivimos; como castigados, pero no muertos; como tristes, pero siempre alegres; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como quienes nada tienen, aunque poseyéndolo todo.
2ª Cor 6,1-10
El apóstol San Pablo cuida de la iglesia en Corinto como un padre cuida de sus hijos. Les exhorta a no recibir en vano la gracia de Dios y les recuerda cuál ha sido su comportamiento como ministro del Señor.
¿Qué quiere decir con no recibir la gracia de Dios en vano? Ya se lo dijo a los corintios en su primera epístola dirigida a ellos:
Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué, que recibisteis, en el que os mantenéis firmes, y por el cual sois salvados, si lo guardáis tal como os lo anuncié. ¡Y si no, habéis creído en vano!
1ª Cor 5,1-2
De igual manera exhortó a los Gálatas, que aun siendo gentiles estaban siendo engañados por quienes negaban la primacía de la gracia y enseñaban la justificación solo por guardar las obras de la ley:
¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó a vosotros, que habéis tenido ante los ojos a Jesucristo en la cruz? Sólo quiero saber de vosotros esto: ¿habéis recibido el Espíritu por las obras de la Ley o por la obediencia a la fe? ¿Tan insensatos sois? Habéis empezado con el Espíritu, ¿y acabáis ahora en la carne? ¿En vano habéis vivido cosas tan grandes? ¡Bien en vano sería!
Gal 3,1-4
Pero de igual manera advirtió a los romanos que estar bajo el imperio de la gracia es incompatible con llevar una vida de pecado:
Entonces, ¿qué? ¿Pecaremos, ya que no estamos bajo la Ley sino bajo la gracia? De ninguna manera. ¿Es que no sabéis que si os ofrecéis vosotros mismos como esclavos para obedecer a alguien, quedáis como esclavos de aquel a quien obedecéis, bien del pecado para la muerte, bien de la obediencia para la justicia? Pero, gracias a Dios, vosotros, que fuisteis esclavos del pecado, obedecisteis de corazón a aquel modelo de doctrina al que fuisteis confiados y, liberados del pecado, os hicisteis siervos de la justicia.
Rom 6,15-18
En nuestra generación existe un doble peligro; caer en la tentación de vivir como si por nuestras propias fuerzas pudiéramos ser agradables al Señor y alejarnos del pecado; y, mucho más aún, caer en la tentación de vivir como si nuestros pecados fueran cosa sin mayor importancia porque Dios nos ama y los pasa por alto.
Quien vive en la gracia de Dios se sabe impotente sin Cristo y a la vez libre para vencer al pecado. Quien vive en la gracia de Dios no desespera cuando peca, pues sabe que el Señor le perdona si implora su misericordia, pero detesta el pecado que le impide crecer en santidad.
Envíanos Señor, pastores conforme a tu corazón, como tu apóstol Pablo, para que nos ayuden a caminar por la senda de santidad a la que nos has llamado.
Luis Fernando
3 comentarios
Me ha conmovido especialmente el final:
«Quien vive en la gracia de Dios se sabe impotente sin Cristo y a la vez libre para vencer al pecado. Quien vive en la gracia de Dios no desespera cuando peca, pues sabe que el Señor le perdona si implora su misericordia, pero detesta el pecado que le impide crecer en santidad.»
Esto quiere decir que las Sagradas Escrituras no son ciertas? Que hay que dudar hoy de lo que por milenios se ha creído? Que ya nada es cierto ni real?
Ya no debemos creer en la Revelación, ni en la Tradición. En qué creer entonces?
Y los 10 Mandamientos? Creeremos pues que fueron tales?
Estamos ciertamente en tiempos de tribulación.
Por no haber amado la Verdad, os mandará un Espíritu de Confusión.
Ampáranos, Santísima Madre. No dejes que nos inunde este espíritu inmundo.
Danos sacerdotes Señor
Danos buenos sacerdotes Señor
Danos santos sacerdotes Señor
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