Nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre
Evangelio del martes de la cuarta semana de Cuaresma:
Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».
Jesús les respondió: «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, lo que me ha dado, es mayor que todo, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno»
Jn 10,22-30
Es de mucha tranquilidad para los fieles cristianos saber que Cristo mismo custodia nuestras almas. Él es absolutamente tajante: nada ni nadie puede arrebatarnos. Somos de su propiedad. De hecho, esa es la voluntad del Padre:
Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.
Juan 6,39
Y es lo que enseña el apóstol San Pablo:
Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Rom 8,38-39
Ahora bien, lejos de nosotros cualquier presunción de que ya tenemos todo hecho. Enseña también el apóstol:
Por lo tanto, el que se crea seguro, cuídese de no caer.
1ª Cor 10,12
Sabiendo, como sabemos, que el pecado nos separa de Dios, igualmente hemos de saber que Dios mismo nos da la capacidad de vencerlo. Así lo enseña San Pablo en el versículo siguiente al que acabamos de leer:
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea de medida humana. Dios es fiel, y él no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la tentación hará que encontréis también el modo de poder soportarla.
1ª Cor 10,13
Y si aun así pecamos gravemente:
.. si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia.
1 Jn 1,9
Por tanto, no hay excusa. Cristo nos salva, nos cuida, nos obtiene el perdón de todo pecado y nos concede el poder de alejarnos de todo aquello que nos separa de Él.
¿Y qué de los que no creen en Él? Pues si no se arrepienten, su condenación es segura. Tanto más si debiendo ser sus testigos, se dedican a manipular sus palabras para conducir a otros a la perdición.
Estemos pues, atentos, a los que quieren confundirnos. Leemos en la epístola de Judas:
«En los últimos tiempos habrá quienes se burlen de todo y vivan según sus impías concupiscencias». Éstos son los que crean divisiones, hombres meramente naturales, que no tienen el Espíritu. Pero vosotros, queridísimos, edificándoos sobre vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo, manteneos en el amor de Dios, aguardando que la misericordia de nuestro Señor Jesucristo os conceda la vida eterna.
Jud 18-21
Alejémonos pues, ya que Dios por su gracia nos lo concede, de todo aquel que enseñe herejía, que cause confusiòn, que aun presentándose como ministro de Dios en realidad es ministro de Satanás:
Esos tales son falsos apóstoles, obreros tramposos, disfrazados de apóstoles de Cristo; y no hay por qué extrañarse, pues el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Siendo esto así, no es mucho que también sus ministros se disfracen de ministros de la justicia. Pero su final corresponderá a sus obras.
2 Cor 11,13-15
Y estemos prestos también para ser instrumentos de salvación de los débiles en la fe:
Tened compasión con los que titubean, a unos salvadlos arrancándolos del fuego…
Jud 22,23a
Cuéntanos, Señor, entre tus elegidos, no permitas que salgamos de tu rebaño y sálvanos del error y de las estratagemas de quienes pisotean tu evangelio incluso en el nombre de Dios.
Santidad o muerte.
Luis Fernando
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