Caminad como hijos de la luz
Segunda lectura del domingo de la Cuarta Semana de Cuaresma:
En otro tiempo erais tinieblas, ahora en cambio sois luz en el Señor: caminad como hijos de la luz, porque el fruto de la luz se manifiesta en toda bondad, justicia y verdad.
Sabiendo discernir lo que es agradable al Señor, no participéis en las obras estériles de las tinieblas, antes bien combatidlas, pues lo que éstos hacen a escondidas da vergüenza hasta el decirlo.
Todas esas cosas, al ser puestas en evidencia por la luz, quedan a la vista, pues todo lo que se ve es luz.
Por eso dice: «Despierta, tú que duermes, álzate de entre los muertos, y Cristo te iluminará».
Efe 5,8-4
San Pablo nos llama a ser consecuentes con el milagro que ha obrado Dios en nosotros, llevándonos de las tinieblas del pecado a la luz de la santidad. En el evangelio de hoy leemos que el Señor sanó a un ciego de nacimiento. Pero no solo puso luz en sus ojos sino en su alma:
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?»
Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»
Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.
Jn 9,34-38
¿Tendría sentido que ese hombre siguiera andando a tientas? ¿tendría sentido que se despeñara por un barranco pudiendo ver? Pues menos sentido tiene que nosotros, habiendo recibido la luz necesaria para caminar por la senda del Señor nos alejemos de la misma y caigamos al abismo de la vida anterior, en la que las tinieblas espirituales nos separaban de Dios.
Es hora de combatir contra todo aquello que en nuestra vida oscurece la prístina luminosidad que el Señor, por pura gracia, nos ha regalado.
Limpia Señor los ojos de nuestras almas, para que podamos andar en tu Palabra, en tu voluntad.
Luis Fernando
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