El Yunque debería desaparecer o regularizarse cuanto antes

Voy a escribir sobre ese gran coco, esa especie de versión moderna del hombre del saco, al que se atribuye todo tipo de males habidos y por haber: el Yunque.

El Yunque es una sociedad secreta pretendidamente católica, fundada en México, cuyo funcionamiento interno, según revelan los que han salido del grupo, es muy similar al de una secta. Eso en sí mismo no asegura al cien por cien que lo sea, porque es típico que quien sale de malas maneras de algún movimiento eclesial diga algo parecido. Pero si es cierto lo que describen los ex-adeptos, puede que, efectivamente, sea una secta. Hay quien dice que son una especie de masonería blanca. Yo no sé si ese secretismo podría estar justificado en México hace 60 años por la legislación restrictiva hacia el catolicismo. Es incluso posible que en países donde el cristianismo es perseguido, la clandestinidad organizada sea absolutamente necesaria. Pero la realidad es que en el seno de la Iglesia Católica, a día de hoy, no caben asociaciones secretas, y mucho menos consagraciones juramentadas a las mismas.

Es decir, algo como esto…:

“En nombre de Cristo Rey y María Reina juro convertir la organización El Yunque en actividad primordial en mi vida. Juro guardar la más absoluta reserva sobre su existencia, sus integrantes, acciones y estrategias. Juro obediencia”

…o parecido, sobra.

Da absolutamente lo mismo que los fines de una sociedad así sean buenos. Para defender la vida, para defender la familia, para defender el Reinado Social de Cristo, para defender todo lo que un católico puede y debe defender, no hace falta jurar la pertenencia a ningún Yunque, a ninguna sociedad secreta. No hace falta meterse de facto en un grupo con tintes de organización masónica. Y si, de hecho, hay razones de peso para calificar de sectario al grupo, tanto más hay que huir de él.

En varios países, incluido España, se acusa al Yunque de crear o infiltrarse en asociaciones civiles para favorecer sus fines. El secretismo de esa organización provoca un efecto perverso. Da igual que el funcionamiento de una asociación civica sea independiente o no del Yunque. Si se le acusa, con razón o sin ella, de estar infiltrada, le cae encima un sambenito del que no podrá librarse. La razón es evidente: dado que hay un juramento de secretismo, nadie del Yunque reconocerá que lo es y si alguien a quien se acusa de pertenecer al Yunque lo niega, esa negativa no significa nada para los acusadores.  

Llegados precisamente a este punto, hay que denunciar igualmente la auténtica caza de brujas que determinados sectores han emprendido con una animosidad difícilmente explicable y que, en la práctica, resultan ser tan sectarios como aquello que dicen combatir. Por ejemplo, si acusan a Pepito López de ser yunquero, ya puede Pepito jurar en arameo que no lo es, que le van a decir que el juramento que vale es el que aparece más arriba en este post. Y si una asociación es acusada de ser controlada absolutamente por el Yunque, da absolutamente lo mismo que desde la misma se asegure que las decisiones no dependen de la voluntad de una o dos personas supuestamente yunqueras. Tendrá el estigma yunquero hasta que el Yunque desaparezca. De hecho, a esas personas se les intentará enterrar eclesial y civilmente de manera que no puedan trabajar ni de barrenderos.

Desde la jerarquía de la Iglesia hay varias maneras de enfrentar este asunto. Hay cardenales y obispos, especialmente en México, que en mayor o menor medida apoyan al Yunque. Hay otros que creen que debería regularizarse su situación, tomando la forma de asociación de fieles o cualquier otra forma canónica aceptable. Y hay quienes no solo piden su desaparición, sino que lo combaten. A veces de forma razonable, a veces por el método de caza de brujas al que he aludido. Lo cual es absurdo. El mal no se combate con el mal sino con el bien. De hecho, si hay obispos que les apoyan será que ven algo salvable. 

En mi opinión, lo mejor que podría hacer el Yunque es empezar por abandonar su secretismo e, inmediatamente, disolverse de forma pública y notoria. O si no, regularizar de forma igualmente pública y notoria su existencia. No con asociaciones de fieles pantalla. De verdad.

Mientas tanto, a día de hoy, su mera existencia hace mucho más daño que bien a las causas que pretenden defender. Es perverso que multitud de voluntarios de organizaciones cívicas que realizan una labor encomiable tengan que ver como su actuación recibe el estigma, injusto o no, de estar controlada por el Yunque. No es bueno, no es conveniente, no sirve a Dios ni a su Iglesia.

Como dijo Cristo “… no puede ocultarse una ciudad situada en lo alto de un monte; ni se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa” (Mt 5,14b-15), y “nada hay oculto que no sea descubierto, ni secreto que no llegue a saberse” (Luc 12,2). 

Luis Fernando Pérez Bustamante