Ni fariseos ni mercaderes de una falsa misericordia
Empecemos reconociendo una verdad que no admite discusión. Todos, sin excepción, somos pecadores. Unos más, otros menos, pero todos estamos lejos de cumplir a la perfección la voluntad del Señor en nuestras vidas. Una perfección a la que estamos llamados, a menos que creamos que Cristo se equivocó al decir: “Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). Y como también enseña Santiago la paciencia producida por nuestra fe nos ha de llevar a ser ”perfectos e íntegros, sin ninguna deficiencia” (Stg 1,4).
La necesidad de reconocer nuestra condición de pecadores es absoluta. Jesucristo puso un ejemplo bien claro para que lo entendiéramos:
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano.
El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”.
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Luc 18-10-14
No hay cosa más peligrosa para la salvación que considerarse en un grupo distinto del de los pecadores. Quien se cree ya lo suficientemente santo como para que Dios tenga que premiarle, sí o sí, con la salvación, está a las puertas del abismo de la condenación. Y si encima desprecia a los que, según su criterio, son pecadores sarnosos dignos de la aniquilación, es harto probable que haya cruzado ya esas puertas.
Dios no nos salva por nuestra justicia, sino por la suya operando en nosotros. Y esa justicia transforma el alma llenándola de algo que forma parte de la misma naturaleza divina: el amor, la caridad. Ya podemos cumplir todos los mandamientos, leyes, decretos, obras, etc, que sean propias de un cristiano, que como no tengamos caridad, nada somos:
Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metal que resuena o un címbalo que aturde. Si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada. Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría.
1ª Cor 13,1-3
No hay amor en quien señala con el dedo acusador a los otros pecadores mientras se justifica en base a su supuesta perfección.
Ahora bien, tampoco hay caridad alguna en quien viendo a sus hermanos postrados en tierra por el pecado, se dedica a darles palmaditas en la espalda y no les exhorta a buscar el arrepentimiento y la conversión. Así actúan los que yo llamaría mercaderes de una falsa misericordia. Venden un perdón falso, que ni requere arrepentimiento ni, por supuesto, propósito de enmienda. Y si dichos mercadres tienen responsabilidad pastoral, el daño que se causa es inmenso.
Esto vemos en la Escritura:
Hermanos míos, si alguno de vosotros se desvía de la verdad y otro lo convierte, sepa que quien convierte a un pecador de su extravío se salvará de la muerte y sepultará un sinfín de pecados.
Santiago 5,19-20
La misericordia que trae Jesús no deja al pecador esclavo de su pecado sino que lo libera. En la Iglesia, sin duda, caben todos los que necesitan y quieren sanación. Como buen hospital de campaña, los enfermos por las llagas del pecado son curados, los ciegos por las tinieblas del error reciben luz, los inválidos reciben el milagro necesario para levantarse y recorrer el camino de la Cruz. Y, finalmente, Dios reina en todos.
El fariseo cierra las puertas del hospital porque vive feliz creyéndose sano para así poder despreciar a los que están claramente enfermos. Y el mercarder de la falsa misericordia, que obtiene como pago el aplauso mundano, se pasa el día llamado a todo el mundo a entrar en el hospital, pero luego no da la medicina necesaria para curar a los enfermos. Es más, esos mercaderes a veces tienen la desvergüenza de acusar de fariseos a quienes, por pura gracia, quieren procurar esa medicina espiritual que salva las almas.
Unos y otros pisotean la Cruz de Cristo. Que Dios nos conceda librarnos de ellos. A ser posible, esto debemos pedir, a través de su conversión. Porque, no lo olvidemos, ninguno estamos libres de caer en ese pozo de miseria espiritual, sea en un extremo o el otro.
Santidad, por gracia, o muerte.
Luis Fernando Pérez Bustamante
44 comentarios
La presunción de misericordia es pecado contra el Espíritu Santo. Eso lo sabemos todos. Y es aquí, donde muy sutilmente se encuentra la batalla y mayor provocación y tentación diabólica que la humanidad ha conocido hasta la fecha. Pues en base a los méritos de la Cruz -ese éxito que se le escapó a Satanás-, es ahora que la serpiente le dice a la Iglesia y a Dios:
""""¿no eres tú el Padre Misericordioso?¿No son infinitos los méritos de la Cruz de Tú Hijo?¿Acaso no ves que no saben lo que hacen? ...... ¿Por qué no muestras tu poder y perdonas a todos?¿es que acaso no eres Padre y Señor de todo lo creado?¿es que es necesaria otra cruz más allá de la Cruz de tu Hijo? ¡Manifiéstese pues tu bondad y longanimidad! ¡Ahora tienes al mundo esperando tu perdón! ¡No me rezan a mi, que soy miserable, esperan todo de ti, que eres el Dios Omnipotente pronto a manifestarte como justo Juez!""""
En fin Luis Fernando, así de tenebrosa es esta tentación. Y si estoy equivocado, corrígeme por favor. Saludos.
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LF:
Ciertamente tenebrosa.
Que Dios te bendiga y lo haga con la Iglesia.
Que Dios te bendiga y lo haga con la Iglesia, esa Maravilla, asombrosa,es verdaderamente una MARAVILLA.
Y si me olvide Muchas Gracias!!!!!!El anterior Post, como dijo Maria Virginia, es Catolico!!!!!Es muy bueno !!!!
"El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo".
Igualito que ahora. Buena parte de los pecadores de nuestro tiempo no quieren saber nada de contrición, de conversión, de cambio de mente -metanoia- y de vida. Los pecadores de ahora levantan los ojos arrogantes y exigen su derecho a comulgar.
Si es que no hay más ciego que el que no quiere ver.
¿Me podrías informar quíen nos está vendiendo una "misericordia berreta o trucha", como dices, que deje al pecador hundido en su pecado...?
Me parece que tu visión es demasiado negativa. O no he comprendido bien a que te refieres. Muchas gracias.
Si un cónyuge inocente de un matrimonio forzado de menores tiene una relación con tercero, es adulterio y no puede comulgar ni ser absuelto sin antes regularizar su situación.
La comunión de los adúlteros por discernimiento pastoral caso a caso es herejía.
Como en el aborto, la comunión que empieza caso por caso acabará generalizándose hasta ser libre para todo divorciado, emparejado o casado civil.
Tales herejes pretenden ser dioses por naturaleza que juzgan sobre la verdad, la virtud y el bien.
Veo que de los comentarios de ayer nuestro querido LF se ha tirado a la piscina. Como bien dice Pepito, LF lo has clavao. Os pido un poco de paciencia conmigo a ver si es el Espiritu el que deja reposar en todos nosotros como el rocio por la mañana su don de inteligencia y de sabiduría.
Nuestro Señor Jesucristo no se equivocó cuando nos dijo "Sed perfectos".
En realidad el sabía que nosotros no ibamos a poder y por eso también nos dijo en Juan capitulo 8 "Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré: y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio;en lo referente al pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis; en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado. Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir.
El Espiritu nos convencerá de pecado. Es decir, no de si hemos cometido este pecado o este otro para poder jugar con Dios haciendo magia. O como se nos ha dicho tantas veces: Hay que vencer al pecado a fuerza de bien. No. Es el Espiritu Santo quien nos convencera no de que somos pecadores sino de qué SOMOS PECADO. La clave está en que somos pecado, pero el pecado ya no tiene fuerza en nosotros. Al reconocernos PECADO permitimos que actúe la justicia. Pero no nuestra justicia. Es la Justicia de Jesucristo. EL nos hace justos a nosotros que somos pecado y nos lleva al Padre.
La Fe no es algo que adquirimos como si fuese una barra de pan. Es un Don. que viene de lo alto. No nace desde nuestra razón. Eso es una ideología más.
Cuando aceptas a Jesucristo como Señor en tu vida, no significa que de un día para otro pasas a ser perfecto. Inicias un camino en el que el Señor va sanando y la perfección llega. Pero no es tuya. Es Jesucristo el que es Perfecto en ti.
Cuando el Señor te convence de que eres pecado, es imposible que juzgues a nadie. No nos olvidemos nunca lo que decía otro blackfriar, Santo Tomás de Aquino: No somos buenos por amar a Dios. Es Dios quien al amarnos, nos hace buenos.
Sólo así, si te encuentas con un yonki o una prostituta, no te pones a echarle un sermón sobre el pecado (porque sabes, en tu corazón que no eres mejor que ellos), sino que dejas que el Señor ame a los más tiraos a través de cada uno de nosotros, sin hacer juicio. Y cuando nos convertimos El nos va transformando.
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LF:
Que seamos pecadores no significa que no podamos juzgar situaciones de pecado ajenas. Juzgar no es condenar definitivamente, ni sentenciar. Es decir la verdad sobre dichas situaciones, para que desde esa verdad, la persona pueda empezar a andar el camino de la conversión.
Y desde luego la Iglesia tiene la autoridad para juzgar el pecado de sus miembros. No hay más que leer 1ª Corintios y el caso del fornicario que se acostaba con la mujer de su padre.
Uno de los malhechores crucificado, insultándolo, le dijo: ¿Así que tu eres el Cristo? Sálvate pues y también a nosotros.
Pero el otro lo reprendió diciéndole: ¿No temes a Dios tú que estas en el mismo suplicio?. Nosotros lo tenemos merecido, y pagamos nuestros crímenes. Pero el no ha hecho nada malo. Y añadió Jesús acuérdate de mi cuando llegues a tu Reina.
El primero no reconoce su pecado y exige su salvación.
El segundo reconoce su pecado y se abraza a la misericordia de Dios.
Y Jesús decide quien estará con el en el paraíso.
En cuanto a la posibilidad de juzgar situaciones de pecado ajenas pues vale. Creo que es un enfoque muy humano. Gracias a Dios que nuestro Señor Jesús no nos hace el juicio que hacemos los hombres. El se pone delante de Dios y nos justifica. Insisto no nos justifica por ser buenos. Lo hace por amor y porque somos pecadores. Y lo sabe.
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LF:
Hombre, eres el primero que me encuentro que dice que el mal ladrón se salvó. Yo, sin embargo, "sospecho" que se refería a los que le estaban crucificando, los soldados romanos, no al que estaba colgado junto a él. Y que el perdón solicitado era precisamente respecto a ese delito, no al resto de pecados que pudieran cometer.
Ahora solo te falta contarnos que Judas Iscariote también está en el cielo.
Para no variar, no dices nada de 1ª Corintios y el juicio de la Iglesia al adúltero.
Lo más probable es que a los que se les llena la boca al hablar de misericordia, sin exigir que los pecadores dejen el pecado, no crean en Dios ni en su palabra. Ahí està el problema.
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LF:
¿Quién te dice que tendrán casas?
:D
" No por nada en el encuentro con Jesús, quien se autojustifica aparece como el que verdaderamente está perdido. Si el publicano, con todos sus innegables pecados, es más justificable ante Dios que el fariseo con todas sus obras verdaderamente buenas (Lc, 18, 9-14), esto sucede no porque los pecados del publicano dejen de ser verdaderamente pecados y las buenas obras del fariseo, buenas obras. Esto no significa de ningún modo que el bien que hace el hombre no sea bien ante Dios y que el mal no sea mal ante El y ni siquiera que esto no sea en el fondo tan importante. La verdadera razón de este juicio paradójico de Dios se entiende precisamente a partir de nuestra cuestión: el fariseo ya no sabe que también él tiene culpas. Está completamente en paz con su conciencia. Pero este silencio de la conciencia lo hace impenetrable para Dios y para los hombres. En cambio el grito de la conciencia, que no da tregua al publicano, hace que sea capaz de verdad y de amor. Por esto Jesús puede obrar con éxito en los pecadores, porque estos no se han vuelto impermeables, escudándose en una conciencia errónea, a ese cambio que Dios espera de ellos, así como de cada uno de nosotros. El en cambio no puede tener éxito con los ``justos'', precisamente porque a ellos les parece que no tienen necesidad de perdón, ni de conversión; efectivamente su conciencia ya no les acusa, si no que más bien los justifica."
www.almudi.org/articulos/10318-conciencia-y-verdad-2
Pero el otro lo reprendió diciéndole: ¿No temes a Dios tú que estas en el mismo suplicio?.
El que reprende es el justo, el que se arrepiente y suplica perdón. Y lo juzga Dios.
El otro ha sido juzgado por ti. Bonito Juez. o abogado. Ya no se.
Paz y bien
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LF:
Yo solo estoy seguro de lo que dice la Biblia. Y en ese pasaje es claro. Al ladrón que se mostró arrepentido le dijo que se salvaría. Al otro no le dijo nada, pero suponer que se salvó es poco menos que convertir a Dios en cómplice de sus insultos a Cristo crucificado. Tú pareces pretender que Dios salva a todos. Y eso es herejía.
Dicho lo cual, fin al intercambio de comentarios. Está clara la postura tuya y la mía. Hasta aquí hemos llegado.
El fariseo es impermeable a la gracia como el granito a la lluvia y corre el riesgo de excluir, de separarse, de pretender ser puro sin anuncio ni misión.
El vendedor buenista de misericordia pretende regalar perdón sin arrepentimiento previo, el bien y el mal son relativos, no existen estados , solo procesos. Crean una religión a la carta , los novísimos molestan , los dogmas dividen, y la verdadera religion es el servicio, entendida como acción caritativa o social. Inculturizar el evangelio es adaptarlo al medio social y si ello requiere cambiar doctrinas apelaran al Espíritu y a los signos de los tiempos, todo en nombre de una sana pluralidad lejana de un egocéntrico catolicismo , no cristiano sino ideología . El problema de las herejias para ellis no existe siempre y cuando se permanezca en la iglesia, son diferentes lenguajes o interpretaciones ,los nuevos paradigmas sustituten el modo de entender la doctrina y el magisterio, bajo el amparo de la comunión eclesial todo disenso está permitido.
Su remedio es apelar a la Verdad , a la Palabra revelada, dejarse transformar por Ella. La mentira, el pecado no liberan, ajejan de Dios.Y fuera de Dios no hay vida.
y LF también de las fornicaciones. Si me he leido la Primera de Corintios. De esas también el Señor nos hace libres. No seguimos mirandonos a nosotros mismos para nuestra gloria. Miramos al cielo como dice el salmo, levantamos los ojos a los montes con la certeza de que el auxiliio nos viene del Señor.
Pero en qué estáis pensando... el juicio te lo
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LF:
¿Qué carajos nos estás contando del príncipe de este mundo y de qué libertad nos estás hablando?
Como digo en el post, la misericordia que trae Jesús no deja al pecador esclavo de su pecado sino que lo libera. ESA ES LA VERDADERA LIBERTAD. La idea de que somos libres para seguir pecando, porque como Dios es bueno siempre va a decir "pelillos a la mar", pisotea la gracia de Dios.
Quien habla del perdón de Dios y no de la conversión real que Dios concede, ningunea la Cruz de Cristo.
La misericordia es el perdón que Cristo da a los pecadores arrepentidos, Él nos espera en el confesionario, nos dice que aun que humanamente no haiga nada que hacer, Él nos regenerara en una vida de gracia y santidad. Que antes de que regrese como juez, ha regresado como redentor, nadie puede escapar de sus manos, quien no quiera pasar por la puerta de su misericordia, pasara por la puerta de su justicia.
La falsificación de la misericordia es en si, un signo de aquel que se hace pasar por un dios.
Lo que básicamente dice la inspiración del Maligno, es que dios es tan bueno (ser bueno es aceptar el pecado) que podemos seguir pecando y dios no nos reprenderá.
En las revelaciones que tuvo Santa Hildegarda de Bingen doctora de la Iglesia, describe la doctrina del anticristo como una falsificación de la misericordia, describe a esa maligna generación, como personas desvinculadas de sus antepasados, esas personas están convencidas que ellos por fin han comprendido a dios, lamentan y sinceramente sienten lastima de sus antepasados que no comprendieron la bondad de su dios, dirán que la fornicación, el adulterio, etc, no son pecados, sentirán lastima de sus antepasados por haberse privado de tales cosas.
¿Verdad que el momento histórico actual se parece demasiado?
Hay diez mandamientos y todos somos pecadores.
Estamos obligados de confesarnos una vez al año.
Si nos confesamos desde los 7 años y tenemos más de 17, matemáticamente es SEGURO que hemos cometido el mismo pecado más de una vez. Siendo que la mayoría no hemos matado a nadie y raras veces asaltamos un banco, las posibilidades de otro pecado repetido van aumentando, y en la medida que somos mayores, más probable es que tengamos algún pecado habitual del que no hemos podido librarnos.
Si eso es así para TODOS ("todos somos pecadores", premisa original), ¿por qué resulta imposible entender que ALGUIEN puede tener un pecado del que no ha podido librarse? No es algo bizarro ni arcano, no depende del arrepentimiento ni del propósito de enmienda, simplemente es parte de la naturaleza humana: así como todos somos pecadores, TODOS somos reincidentes. ¿Por qué tiene que existir un grupo especial de reincidentes privados del derecho de arrepentirse y un grupo privilegiado de reincidentes que pueden confesar lo mismo cada semana?
En su catequesis de penitencia, mi párroco decía: "No tengan miedo de confesar lo mismo cada vez: Peor sería que inventaran un nuevo pecado para cada ocasión". Asumo, que no lo sé, que recibiría muchos penitentes reincidentes en su confesionario, tan arrepentidos y tan deseosos de enmendarse como el siguiente de la fila y estadísticamente tan proclives a recaer como el anterior.
Si a esto añadimos el perfeccionamiento que pide Cristo (que no la perfección, teóricamente inalcanzable, pero siempre deseable), lo más probable es que la mayoría de nuestras confesiones se concentren en uno o dos pecados habituales y ocho o nueve que hemos ido dejando atrás. Puras matemáticas, no conozco lo que se dice en los confesionarios ni puedo divulgar lo que digo en el mío. Y si seguimos siendo pecadores hasta el día de la muerte (premisa inicial, nuevamente) lo más probable es que esos uno o dos pecados nos sigan acompañando de por vida y los confesaremos in artículo mortis.
¿Por qué unos pueden hacer eso y otros no? ¿Por qué hay misericordia para unos y no para otros si las circunstancias y debilidades son iguales para todos?
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LF:
Yo me he tirado con ciertos pecados que eran una constante en mi vida durante muuuchos años. Le pedí al Señor que me los quitara. Una vez. Y otra vez. Y otra. Y un día, casi sin darme cuenta, desaparecieron. Primero uno, luego otro, más tarde aquel. Literalmente no hice NADA, salvo rezar, para que se fueran, aunque llevado de la gracia sí he tenido que hacer no poco para que no vuelvan. Quedan otros pecados, obviamente. También le pido que me los quite.
En esas deberíamos andar todos.
(Leonardo Castellani SJ, Cristo y los fariseos)
Hay pecados que hoy ya no cometo pero que cuando los cometía pensaba que era incapaz de eliminarlos. Y eso que me confesaba una y otra vez. ¿Por qué desaparecieron? Sólo tengo una respuesta. Porque una y otra vez se lo pedía al Señor, y Él en su infinita bondad me lo concedió. Cuando quiso y como quiso, a Él sólo la gloria.
Otros sin embargo los sigo teniendo como enquistados en mi alma. Y aunque me esfuerzo ahí siguen -como ese aguijón del que hablaba San Pablo-. Y el Señor sigue diciéndome: "Te basta mi gracia. Mi fuerza se manifiesta en tu debilidad".
Por eso no tengo la más mínima duda de que quien se pone en las manos misericordiosas del Señor vence todo pecado, en el tiempo y momento que el Señor decida. Porque verdaderamente "Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles" (Salmo 126).
Pero hay que ponerse en las manos del Señor -conocemos su Palabra-, no en las de los falsos apóstoles de la misericordia.
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LF:
Amén.
También ocurre otra cosa. Cuando más creces en santidad, más se acelera la liberación de pecados enquistados. Pero al mismo tiempo, te das cuenta de lo que la Escritura llama pecados ocultos. Es decir, cosas que ni siquiera pensabas que eran pecado, el Señor te muestra que lo son. Y ahí empieza el proceso de liberación de los mismos. Por lo general, esos pecados ocultos son pecados veniales. Pero es necesario dejarlos atrás también.
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LF:
No. Primero, porque no todos los pecados son mortales y acarrean condenación. Segundo, porque si tenemos el corazón enfocado a Dios, es cuestión de tiempo que dejemos atrás precisamente los pecados más graves que nos separan de Él. Y tercero, porque no es lo mismo pecar ocasionalmente, cosa que hace hasta el mayor de los santos, que vivir en pecado.
Lo explica San Juan muy bien:
Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia.
Dios nos perdona y NOS LIMPIA.
Por otra parte, el purgatorio está para algo.
Yo creia que los santos no pecaban ni ocasionalmente.
El problema está en que no quiero ir al purgatorio, que bastante purgatorio estoy pasando en vida. Y también en que todo me da miedo: La vida y la muerte. La muerte por ese posible purgatorio. Y si ya cayera en algún pecado grave y fuera al infierno, no querría haber nacido.
¡¡¡Ya era lo que me faltaba!!!
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LF:
Dice Proverbios 24:16 que “siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse". Por eso cuando san Pedro pregunta a Cristo si debe perdonar siete veces al hermano que le ofende, el Señor responde: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete" (Mt 18,22).
Eso es lo que hace el Señor con quienes le piden perdón.
Respecto al purgatorio, es bueno que aprovechemos las ocasiones de indulgencias plenarias que la Iglesia nos da.
https://www.aciprensa.com/difuntos/difuntos2.htm
en mi humilde seguimiento al Señor procuro actuar con la libertad propia de los hijos del Altísimo y descubro que soy más libre cuanto más sujeto estoy al magisterio de la Iglesia.
No solo no supone una contradicción sino que en mi oración personal, , cuando la contrasto con la Palabra, la vida de los santos, los escritos de los santos Padres, encuentro paz, consolación espiritual.
En la voz de mi conciencia presiento que la obediencia a la fe transmitida me liberará, me acercará más y más al Señor.
La iglesia además de católica es apostólica y por tanto fiel a la fe transmitida por éstos y que es una, en la diversidad de dones y carismas, con unos acentos u otros debido a la riqueza y tesoros que ésta alberga. Decir que es una requiere comunión plena, que no existe sino no se cree en lo mismo.
Podremos orar juntos, colaborar y tener objetivos comunes, pero ¿realmente somos la misma iglesia si no creemos en lo mismo?
Entiendo que la Iglesia debe permanecer unida al Esposo, que es Cristo y esto requiere unirse a El, plenamente, conforme la gracia nos modele a la Palabra.
Sus enseñanzas no son relativas y por tanto válidas solamente en la cultura en la que le tocó encarnarse y por tanto susceptibles de cambio, sus palabras no pasarán como dijó el Maestro,vienen del Padre.
Si solo ha de primar una comunión vital, basada en valores, en estilo de vida y no tanto en creencias,¿ por qué no fusionamos todas las iglesias cristianas en vez de trabajar por un ecumenismo que mantiene la identidad de las iglesias separadas?
y mientras se debate sobre caminar juntos, sobre mayorias ,¿quien se acuerda de la iglesia triunfante, purgante? ¿no estamos acaso también en comunión con ellos? que derecho tenemos a cambiar las enseñanzas de la iglesia si lo quiere la mayoría, democráticamente eso si, sin consultarles a ellos también?
No olvidemos que el trigo y la cizaña también existen entre los que dicen ser seguidores de Jesús.Todos tenemos algo de cizaña pero hay quién busca promoverla , quién busca eliminar el trigo, la fidelidad, considerando la santidad como algo superado, alejado de la realidad del día a día, quién pretende que el pecado , aunque vencido por la sangre del Cordero, ya no merece ser superado porque al fin y al cabo todos somos pecadores , como si nuestras culpas no hubieran causado la cruz al Salvador, como si no somos salvados del mal terrible que ocasiona el pecado, de la muerte y separación de nuestra fuente y origen, sin la cual no hay plenitud de vida ni felicidad. El pecado conduce a un infierno.
Decir que Dios es tan bueno que no le importan nuestros pecados es no entender su Santidad. El nos ama a pesar de nuestros pecados,cierto, pero nos llama a superarlos porque solo seremos hijos si vivimos bajo su reinado, si decidimos vivir acorde a su voluntad soberana, en la que no cabe el pecado. No es una postura legalista, sino realista, conforme a la razón y a la revelación.
Un ciego no puede conducir a otro ciego, si no los dos caen en el hoyo. Existe la luz pero también las tinieblas y las tinieblas se expanden porque el acusador de nuestros hermanos además de pervertido es pervertidor, activo en el mal, no se queda de brazos cruzados y parte de su plan consiste en que el pecado deje de ser considerado, no ya como ofensa a Dios, sino como estado de separación efectiva de Dios, clave para entender la misericordia de Dios, su compasión, ya que donde no hay miseria no ha misericordia posible.
Esto también es un aviso para que no nos acerquemos a los que viven en situación de pecado con superioridad, porque todos somos pecadores, sino con cercanía, con amor, porque están aunque no lo sepan en un estado de alejamiento de su creador.El riesgo del hermano mayor de la parábola está ahí.Humildes , cercanos, pero enseñando la luz de Cristo,el Maestro, que sana pero también enseña.
A quien quiere santidad y la busca en la Iglesia nunca no le faltarán ejemplos que imitar y quién no hace más que quejarse de la miseria que encuentra no le faltarán tampoco ejemplos para no buscar convertirse y contrastar su vida con la Vida.
"¿Por qué unos pueden hacer eso y otros no? ¿Por qué hay misericordia para unos y no para otros si las circunstancias y debilidades son iguales para todos?"
Porque no es lo mismo el confesarse de blasfemar porque el trabajo sale mal (pecado que se puede repetir por años en la vida de un penitente sincero) que el confesarse de integrar una banda de asaltante de bancos.
El primero puede confesarse y recibir la absolución durante años, toda la vida, si su disposición de arrepentimiento es sincera: el confesor le puede orientar a que cambie su puesto de trabajo, que realice otra función en el mismo, etc... pero no es una situación objetiva de pecado; es una debilidad anímica.
Ahora, el integrante de una banda criminal DEBE de abandonar esta asociación pecaminosa para poder manifestar adecuadamente su arrepentimiento y propósito de enmienda. Creo que es ocioso explicar el porqué.
Por ello, una persona puede cometer incluso a diario el pecado de adulterio por circunstancias vitales diversas; pero si se encuentra integrando UNA ASOCIACIÓN ADULTERINA, para poder manifestar adecuadamente el arrepentimiento, debe de disolver la asociación. Idem de lienzo.
Me alegro mucho que la oración haya creado milagros en su vida y espero que algún día los opere en la mía.
Sin embargo, enfrentados la realidad objetiva debemos comprender que es estadísticamente imposible para nosotros alcanzar el estado de perfección que hasta ahora sólo ha alcanzado la Santísima Virgen y eso por gracia especial del Señor.
¿Qué pasa mientras una persona objetivamente no puede librarse del pecado?
Supongamos el caso de un carnicero que trabaja en cierto supermercado donde es política empresarial falsear el peso de la carne. Objetivamente el carnicero está mintiendo, defraudando y dando falso testimonio al decir que lo que entrega es un kilo de carne cuando sabe que son 950 gramos. Asumamos por un momento que existiera crisis de empleo -es una suposición, no necesariamente tiene que ser cierta- y que este carnicero no tiene ninguna otra opción para trabajar en el mediano plazo.
¿Qué razón existiría para que este hombre no pueda confesar sus pecados carnales?¿Se le debe considerar indigno para recibir los sacramentos sólo porque sabemos objetivamente que seguirá mintiendo mientras no consiga otro empleo o alcance la edad de jubilación?
No cabe el argumento de que es un pecado ajeno, porque ésta persona se empleó allí voluntariamente, nadie lo retiene a la fuerza. La única razón que lo mantiene sumido en el pecado es que objetivamente considera que la alternativa -morirse de hambre, robar- es peor que defraudar 50 gramos por kilo de carne. Ignoramos si cuando se empleó sabía en lo que se estaba metiendo, no conocemos el corazón de la empresa para saber si algún día va a cambiar su política, sólo sabemos que un carnicero reconoce su culpa y quiere confesarse y comulgar porque cree firmemente en el poder liberador de Jesucristo; aunque objetivamente no le encuentra salida a la situación ni él ni su confesor.
¿Por qué esta persona no tiene el mismo derecho que todos los demás pecadores habituales que se acercan a la confesión y a la comunión sabiendo objetivamente que van a volver a pecar hasta que Dios otorgue su gracia?
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LF:
No existe eso de "objetiva" imposibilidad de librarse del pecado. Sí existe esto:
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea de medida humana. Dios es fiel, y él no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la tentación hará que encontréis también el modo de poder soportarla.
1ª Cor 10-13
Por tanto, el pecado JAMÁS tiene excusa. Nunca. Eso de "no puedo dejar de pecar" es mentira. De hecho, suele ser excusa para seguir pecando. Dios SIEMPRE ofrece la capacidad de dejarlo atrás. Al menos en los pecados que nos hacen caer de la gracia. Si algunos pecados nos cuesta mucho dejarlos atrás, debemos pedir, pedir y pedir gracia sobre gracia para dejarlos. Y si eso se pide a Dios sinceramente, ¿va a dejar Dios en la esclavitud a un hijo que le pide más santidad?
Y desde luego, quien comulga estando en pecado mortal, peca mortalmente. Añade el pecado del sacrilegio a sus pecados anteriores. Eso no admite discusión. Es dogma de fe.
Y como planteé desde el inicio del caso: ¿Qué pasa MIENTRAS ocurre el milagro? El tiempo que pasa entre el arrepentimiento y la gracia, que lamentablemente casi nunca es instantánea, ¿dejamos al pecador abandonado a su suerte? ¿De qué manera puede un pecador acercarse a la gracia si se le niega el acceso?
Y mire que estamos hablando de casos ideales, donde existe una clarísima conciencia de pecado, arrepentimiento y propósito de enmienda sólo limitados por la falta de gracia santificante que, por una razón u otra, Dios no ha otorgado. En el caso planteado, no existe otro trabajo para el carnicero. En cuanto lo haya, el pecado quedará muerto y enterrado.
¿Qué pasa con aquéllos de conciencia débil, conocimiento menos extenso, visión más cerrada que no están completamente seguros de qué están haciendo mal, pero de alguna manera comprenden que algo malo hay en su vida y desean corregirse?
¿Por qué debe existir un rótulo en la puerta que diga "carniceros go home"? ¿Cuánto resistiría la Iglesia si rechazara por decreto a todos los pecadores habituales? Nadie mayor de 16 años podría volver legítimamente a la confesión ni a la comunión. Ni un sólo sacerdote, ni siquiera el Papa podría oficiar Misa si el hábito de pecar fuera restricción absoluta para los sacramentos.
Y es allí donde entra la verdadera misericordia. La que trajo Jesús. La que sabe que Pedro lo traicionará tres veces antes de que cante el gallo y aún así lo perdona. La que conoce la incredulidad de Tomás y le mete los dedos en su costado, no lo deja afuera en la ignorancia. La que acepta la confesión del ladrón a minutos de su muerte, no le dice "si hubieras abandonado la banda de asaltantes antes tendrías perdón, ahora ya es demasiado tarde".
Lamentablemente, todos nos veremos en ese trance. Todos. Mientras exista el pecado, todos llegaremos al minuto de la muerte arrepentidos de algo que hicimos mal. Ahora, mientras hay tiempo, es cuando TODOS debemos acercarnos a la penitencia. TODOS. No solo los privilegiados porque nuestros pecados no son tan visibles como los de otros.
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LF:
Antes de seguir:
¿Qué parte no aceptas de que no se puede comulgar en pecado mortal y sí en pecado venial? Responde a esa pregunta o se acabó este intercambio de comentarios.
¿Qué parte no aceptas de que no existe un solo pecado para el que Dios no dé a sus hijos la capacidad de no cometerlo? De forma que si lo cometen, es culpa solo de ellos.
¿Qué parte no aceptas de que Dios perdona a quien pide perdón sinceramente, pero no a quien pide perdón con la intención clara de volver a pecar en aquello por lo que pide perdón?
A mí me parece que Trento es muy clarito:
La Contrición, que tiene el primer lugar entre los actos del penitente ya mencionado, es un intenso dolor y detestación del pecado cometido, con propósito de no pecar en adelante. En todos tiempos ha sido necesario este movimiento de Contrición, para alcanzar el perdón de los pecados; y en el hombre que ha delinquido después del Bautismo, lo va últimamente preparando hasta lograr la remisión de sus culpas, si se agrega a la Contrición la confianza en la divina misericordia, y el propósito de hacer cuantas cosas se requieren para recibir bien este Sacramento. Declara, pues, el santo Concilio, que esta Contrición incluye no sólo la separación del pecado, y el propósito y principio efectivo de una vida nueva, sino también el aborrecimiento de la antigua, según aquellas palabras de la Escritura: Echad de vosotros todas vuestras iniquidades con las que habéis prevaricado; y formaos un corazón nuevo, y un espíritu nuevo.
La doctrina católica sobre el pecado y la confesión es la que es. Se acepta o no se acepta. No hay zonas intermedias.
Así Schonborn, a los adúlteros: "Vuestra situación es tal que, en conciencia, en la vuestra y en la mía de pastor, veo vuestro lugar en la vida sacramental de la Iglesia".
Kasper: “se ha abierto la puerta a la posibilidad de conceder la comunión a los divorciados vueltos a casar”.
Lo peor es, que en previsión de esta segura futura comunión a los adúlteros, ya existan adelantos en el día de hoy de la misma: sacerdotes y obispos progresistas que den la comunión a divorciados recasados que conviven maritalmente.
LF: "Y desde luego, quien comulga estando en pecado mortal, peca mortalmente. Añade el pecado del sacrilegio a sus pecados anteriores. Eso no admite discusión. Es dogma de fe."
Pero la situación es aún más peculiar en el adulterio, así como en el aborto inducido.
El adulterio y el aborto provocado son un mal objetivo que impiden la comunión y la absolución incluso cuando hay una situación objetiva sin culpa subjetiva, es decir, sin imputabilidad alguna, o eximida.
Un ejemplo puede ser el matrimonio forzado de menores, en la que el cónyuge forzado menor tiene una relación con otro al que sí quiere. Aún sin tener culpa subjetiva (tiene una conciencia poco formada), por moral objetiva no puede comulgar, pues comete un adulterio, una relación consentida. Una grave confusión entre situación objetiva y culpa subjetiva, entre validez y relación íntima. Como los protestantes, será la conciencia, y la misericordia, las que dictarán si la relación es adúltera o es lícita, no el hecho objetivo. Confusión.
Parece que Francisco quiere que el adúltero (divorciado recasado) considerado víctima e inocente, incluso conviviendo maritalmente en su segundo matrimonio civil, reciba la comunión.
Increíblemente, parece que Francisco considera que un cónyuge "no culpable" del divorcio, junto con la consideración de cónyuge "víctima", dará derecho-privilegio a casarse en un segundo (y tercero y más) matrimonio civil, sin necesidad alguna de la nulidad canónica ni de procedimiento alguno (sólo basta el juicio del fuero interno en conciencia del confesor y del cónyuge afectado), y además, tendrá derecho a tener relaciones sexuales, y encima, tendrá plena comunión eclesial con plena comunión sacramental y plena comunión de servicio litúrgico, pastoral, institucional y pastoral.
Si esto es así, esto es cisma. Es la protestantización de la conciencia.
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LF:
No es opinión sino información. El Papa ha dicho a obispos españoles y, que yo sepa seguro, a un cardenal hispanoamericano, que no tiene la menor intención de permitir la comunión a los divorciados vueltos a casar.
Es una información que es de las mejores que he oido. Debería de impedir las falsas noticias y las declaraciones de cardenales y obispos de signo contrario.
Y en especial, debería de impedir las comuniones a adúlteros que se estén dando en la actualidad, como un adelanto del supuesto y falso privilegio.
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LF:
Ya, pero es que como no lo ha dicho públicamente, de poco vale.
Aunque claro, no me imagino a un Papa mintiendo a obispos y cardenales en un tema que afecta a tres sacramentos.
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LF:
Bueno, en el caso de los que están casados civilmente tras un divorcio, es evidente que se puede saber que lo es.
Proverbios 24:16 "Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; mas los impíos caerán en el mal".
21Entonces se le acercó Pedro, y le dijo: Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta siete veces? 22Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Setenta veces siete es lo que mide este nuestro Universo de oscuridad y de muerte dominado.
"Dos veces la velocidad de la luz - la actual de nuestro tiempo- al cubo setenta veces siete." Es lo que mide nuestro Universo.
De aquí que el justo en este mundo, aún respirando que es gestar, peque siete veces al día.
De luz y de vida iluminado y poblado moran los ángeles en su singular dimensión llamado Cielo. Y de aquí que, estos, siendo más justos de lo que nosotros en la Tierra podamos ser, no pecan. Y no pecan porque ellos no tienen necesidad de respirar, beber o comen para poder vivir.
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Antes de seguir:
¿Qué parte no aceptas de que no se puede comulgar en pecado mortal y sí en pecado venial? Responde a esa pregunta o se acabó este intercambio de comentarios.
Jamás he puesto en duda esa doctrina. Si en algún momento insinué algo parecido, téngalo por no puesto.
¿Qué parte no aceptas de que no existe un solo pecado para el que Dios no dé a sus hijos la capacidad de no cometerlo? De forma que si lo cometen, es culpa solo de ellos.
Tampoco pongo en duda la culpa.
¿Qué parte no aceptas de que Dios perdona a quien pide perdón sinceramente, pero no a quien pide perdón con la intención clara de volver a pecar en aquello por lo que pide perdón?
En ningún momento he puesto en duda el arrepentimiento ni el propósito de enmienda
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Dados como válidos los tres argumentos, ¿por qué existe la reincidencia?
Si todas las premisas fueran matemáticamente correctas, una persona sincera no debería confesar jamás dos veces el mismo pecado. Bastaría confesarlo una vez, orar por la gracia para no cometerlo nunca más y punto pelota, estaría "salvo" a partir de entonces.
Pero sabemos que no es así. Si así fuera, la doctrina de la Iglesia admitiría únicamente diez confesiones y a partir de allí, salvación o condenación y nada más. Cualquier persona que se confesara una undécima vez estaría declarando públicamente su falta de sinceridad o su falta de oración y no se le podría admitir una vez más en el sacramento.
¿Por qué Dios no otorga la gracia automática e inmediatamente a quien se la pide de corazón? ¿Por qué Él permite que exista la tentación y por qué no da la fuerza para vencerla? Y mucho ojo, no digo que no haya culpa de nuestra parte, que siempre la hay. Digo que con demasiada frecuencia, con tanta frecuencia que TODOS estamos expuestos a lo mismo, la tentación nos vence más allá de la sinceridad de nuestro arrepentimiento y nuestro propósito de enmienda.
Mi teoría, y no digo que así sea, sólo digo que explica el fenómeno mucho mejor que la gracia automática e instantánea que nunca he observado, es que Dios permite que exista un proceso de reconciliación y purificación que no termina automáticamente con la primera confesión. Para algunos el proceso es corto, para otros dura toda la vida.
Y por eso enfatizo la palabra mientras. Si una persona objetivamente (con sus sentidos físicos) cree que no puede resistir la tentación, no podría acercarse a la confesión. Pero si tiene fe, si cree en algo que no puede ver, si supone que (esta vez sí) Dios le dará la gracia para resistir, entonces puede confesar e intentar de nuevo, aunque todas las probabilidades matemáticas le digan que no.
San Pablo (Romanos 7) lo explica de otra manera:
"En efecto, el deseo de hacer el bien está a mi alcance, pero no el realizarlo.Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Pero cuando hago lo que no quiero, no soy yo quien lo hace, sino el pecado que reside en mí."
San Pablo ama la ley, cree firmemente en ella y la predica. Pero sus actos son contrarios a esa misma ley, lo reconoce públicamente y deja por escrito su arrepentimiento y propósito de enmienda.
¿Deberíamos dejar fuera de los sacramentos a San Pablo porque reconoce públicamente que no puede dejar de pecar?
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LF:
La doctrina de la Iglesia es muy clarita. Si uno ha cometido pecado venial, puede comulgar. Si lo ha cometido mortal, no.
Fin.
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LF:
Pues en ese caso, el sacerdote no es culpable de nada, evidentemente. Ellos son los que pecan gravemente. Pero si el sacerdote lo sabe, debe de abstenerse de darles la comunión.
Mas ¿dónde está el límite de lo perdonable? ¿quién o qué establecerá ese límite entre el cielo y el infierno? ¿Acaso solamente Dios? ¿Acaso no dijo Dios que los misericordiosos alcanzarán misericordia? ¿Acaso nuestra compasión o nuestra dureza no conmueven el corazón de Dios en favor de nuestros hermanos y no se inclina la balanza en su favor o en su contra? Pues muchas almas se condenan porque nadie reza por ellas. Es como para pensar. Y sí, se condenan, al fuego eterno. Horroroso destino. Por lo tanto recemos por los que más necesitan de la misericordia de Dios. En nuestras manos está tan tremendo atributo, no en manis del César, ni Pilatos, ni el Sanedrin, que por algo somos sacerdotes, profetas y reyes. O no?
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LF:
Muchas gracias.
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