La democracia española pisotea tu patria potestad y mata a tu nieto

Era cuestión de tiempo que ocurriera algo así. Una joven adolescente se queda embarazada y decide que quiere matar al hijo que lleva dentro. Los padres se oponen. Llega la “justicia” y pisotea tanto el derecho del no nacido, que ya ha sido ejecutado, como el de los padres. Acaba de ocurrir en Vigo, Galicia.

Se apela a que la familia estaba desestructurada. No conozco en detalle la situación, pero dado que los padres eran cristianos evangélicos, me cuesta mucho, muchísimo, creer que la desestructuración fuera más allá del hecho de que ellos no querían que se matara a su nieto y la hija sí. De momento la muchacha, que ya ha logrado el amparo para el crimen -moral, que no legal- que deseaba, está en un centro de acogida de menores. Y los servicios sociales, que sin la menor duda van camino de convertirse en este país en un instrumento de totalitarismo facistoide que atenta contra el derecho de los padres cuando estos son cristianos, dicen que van a mediar.

¿Mediar para qué? ¿Para que los padres acepten que se haya matado a su nieto, al que querían cuidar? ¿para que acepten de nuevo a su hija? Si son cristianos evangélicos, lo harán, no se preocupen ustedes. No hace falta que medien. El mal ya está hecho. Esa cría no solo pecó de fornicación sino que se ha convertido, según la moral cristiana, en una asesina, pero precisamente esos padres son los más indicados para llevarla por el camino del arrepentimiento y el perdón. Cuanta menos basura judicial y estatal haya por medio, tanto mejor.

Aquí la cuestión es que vivimos en un estado totalitario donde un juez decide qué es lo mejor para tus hijos. Y si eso va en contra de tu derecho como padre, te aguantas. Si va en contra de tus convicciones religiosas como cristiano, date por despreciado y vejado. Y si protestas, te quitan al hijo y se quedan tan felices.

Da asco, mucho asco, vivir en un régimen político así, pero es lo que los españoles se han buscado votando a quienes han votado y seguirán votando.

Nuestros hijos ya no son nuestros. Son del Estado. Nos los han robado. Quizás va siendo hora de que las familias jóvenes cristianas que puedan hacerlo, se planteen largarse fuera. Quedarse aquí es peligroso. Sobre todo, para las almas de los hijos.

Luis Fernando Pérez Bustamante