¿Quién restablece el buen nombre del profesor del colegio del Opus en Bilbao?

Cuando el diario El Mundo publicó el caso de un supuesto delito de abusos a un alumno por parte de un profesor de un colegio del Opus Dei en Bilbao, me puse inmediatamente a investigar el tema. Consulté con quien tenía que consultar y desde un primer momento me dijeron: no hay caso.

Lo primero de todo, se sabía que la justicia española había investigado el tema. Conclusión: no había tema. Resulta que la Iglesia también había tomado la iniciativa de investigar las acusaciones. Conclusión: no había nada cierto. Aun así, los padres del joven supuestamente abusado le fueron con la “historia” a Mons. Juan José Omella, obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño, quien seguramente tuvo mucho que ver con lo que sucedió a continuación: carta al Papa y el Santo Padre ordena una nueva investigación. La misma ha tenido lugar con los mismos resultados. 

La Congregación para la Doctrina de la Fe ha determinado que los hechos denunciados «no han sido probados y, en consecuencia, se debe restablecer el buen nombre y la fama del acusado, sin que proceda adoptar, ulteriormente, ninguna otra medida en relación a la citada persona»… A esta conclusió se llega después de una amplia investigación -con las correspondientes pericias- que incluye «un minucioso análisis super actis, valorando los numerosos documentos públicos y privados».

No voy a contar, por respeto al enfermo, todas las circunstancias que rodean este tema ni qué han determinado los especialista respecto a él. Respecto a los padres, bastante desgracia tienen con sufrir lo que están sufriendo, aunque bien habrían hecho en recordar que no todo vale, que no se puede pisotear la imagen de un inocente para lograr no se sabe bien qué. Pero hasta ahí llego.

Me pregunto, por otra parte, qué necesidad había de reabrir este caso. Qué necesidad había de hurgar en una herida causada por una falsedad. Qué necesidad había de volver a poner a un inocente ante el calvario de acusaciones públicas. Se trata de alguien que ya tuvo que dejar su trabajo, supongo que para huir de esa pesadilla. ¿Pensó en él don Juan José Omella cuando, sin consultar con quien debía en Bilbao, decidió hacer caso a esos padres y meter al Papa en este embolado? Es más, aunque no cabe dudar de sus buenas intenciones y su implicación personal en casos así, ¿por qué el Papa, antes de responder con una carta manuscrita, no se informó bien de que tanto la Iglesia como la justicia española ya habían investigado el asunto? ¿piensa ahora escribir otra carta manuscrita al profesor falsamente acusado, mostrándole su cercanía y apoyo ante las calumnias que ha recibido?

En la lucha, necesaria e imprescindible, contra los abusos sexuales en la Iglesia, no vale todo. El principio de presunción de inocencia no puede ser pisoteado

Luis Fernando Pérez Bustamante