El PP no está solo en su desamor a Laura
El actual ministro de Sanidad de España, Alfonso Alonso, se ha encargado de recordarnos a todos que el Plan de Familia no introducen ninguna definición sobre la familia, ni siquiera la del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
Así lo hizo para responder a la ingeniosa intervención de un diputado de UPyD -ese partido moribundo que va a ser sustituido por su clon Ciudadanos-, que tuvo a bien preguntar al gobierno si su modelo de familia es el de la famosa y pijita canción “Yo amo a Laura", cuyo vídeo pueden ver ustedes a continuación:
El ministro dice que desde el gobierno del PP tratan de «dar respuesta a los distintos modelos de familia» siendo «sensibles» a cómo va «evolucionando o cambiando» un «elemento central para el pleno desarrollo de la personalidad que ha ido adquiriendo matices y está en permanente cambio».
A confesión de parte, ¿qué más decir? Para el PP, como para el resto de partidos políticos con representación parlamentaria, la familia es cualquier cosa que se le pueda ocurrir a unos cuantos y que, tras el conveniente apoyo mediático y legal, sea aceptado por una sociedad paganizada como la española.
El caso es que el diccionario de la RAE sigue manteniendo como primera acepción de la palabra matrimonio la siguiente definición:
1. m. Unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales.
Es cuestión de tiempo que se obligue a los académicos el incluir esta otra definición:
x. Aquello que se le ocurra al legislador de turno
Lo cierto es que si el matrimonio y la familia son cualquier cosa, entonces no son nada. Que es exactamente lo mismo que decía Chesterton de quienes no creen en Dios:
Cuando se deja de creer en Dios enseguida se cree en cualquier cosa.
Y
Quienes hablan contra la familia no saben lo que hacen porque no saben lo que deshacen.
Mucho me temo que los que están cargándose la institución familiar sí saben lo que hacen. En España, por ejemplo, hemos pasado de un modelo familiar basado en el evangelio, en el que el divorcio era considerado como una plaga (término usado por el Concilio Vaticano II), a ser un contrato entre adultos de cualquier sexo con menos protección legal que el acuerdo entre un ciudadano y su compañía telefónica.
Pero lo peor no es que la parte apóstata de la sociedad española esté a favor de semejante aberración contraria a la ley natural. No, lo verdaderamente peligroso es que cada vez hay más cristianos que o aceptan la aberración o no están dispuestos a plantar cara a la misma.
Puede parecer que ha pasado un siglo, pero solo han transcurrido 13 años (28-1-02) desde que ese gran papa santo y magno llamado Juan Pablo II dijo esto:
«Podría parecer que el divorcio está tan arraigado en ciertos ambientes sociales, que casi no vale la pena seguir combatiéndolo, difundiendo una mentalidad, una costumbre social y una legislación civil a favor de la indisolubilidad. Y sin embargo, ¡vale la pena! En realidad, este bien forma parte de la base de toda la sociedad, como condición necesaria para la existencia de la familia»
Si eso dijo del divorcio, ¿qué no diría de ese engendro legal llamado “matrimonio” homosexual? Seguramente algo muy parecido a lo que dijo el papa Francisco siendo cardenal:
“No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una movida del Padre de la Mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios”
Y recordemos que el cardenal Parolin, Secretario de Estado del Vaticano, ha calificado hace poco el sí al “matrimonio” homosexual en el referendo de Irlanda como una derrota para la humanidad.
Es por ello especialmente escandaloso que haya cardenales y obispos que quieran que la Iglesia traicione a Cristo aceptando lo que la Escritura y la Tradición ha señalado siempre como pecados incompatibles con la salvación. Esos prelados, como he dicho en alguna ocasión, son las volutas del humo de Satanás mencionado por el beato Pablo VI, quien ya reconoció que la Iglesia estaba en un claro proceso de autodemolición (7-XII-1968) que ahora se ha reactivado.
Y es que si para un fiel católico resulta inaceptable que un parlamento legisle en contra de la institución familiar, ¿qué habrá de pensar del hecho de que en el propio seno de la Iglesia se debata siquiera sobre la posibilidad de bendecir uniones adúlteras o reconocer alguna bondad en las uniones que llevaron a la destrucción de Sodoma y Gomorra por intervención divina?
Si se permite que haya obispos que promueven el reconocimiento de lo que a los ojos de Dios es una aberración, ¿nos extrañaremos de que haya gobiernos que no tengan ni idea de lo que es la institución familiar?
Dios es paciente, muy paciente, pero no se quedará de brazos cruzados ante quienes quieren convertir a la Esposa del Cordero en una ramera que fornica con el príncipe de este mundo.
Luis Fernado Pérez Bustamante