Al cielo con calcetines cortos
Cuando hace unos años el historiador Javier Paredes escribió “Santos de pantalón corto”, ofreció a los lectores ejemplos visibles de por qué Cristo dijo que de los niños es el Reino de los cielos. Y también supimos que a la hora de beatificar o canonizar niños, la Iglesia sigue los mismos parámetros de exigencia que para los beatos y santos adultos.
Hace unas semanas, don Javier ha publicado “Al cielo con calcetines cortos” (Ed. San Román). Nos cuenta el testimonio de santidad de tres muchachas, Mari Carmen, Pilina y Alexia, que están en pleno proceso de beatificación. Muchos son los que conocen la historia de Alexia, siquiera sea por la polémica que se suscitó acerca de la película “Camino”, que relataba de manera no especialmente adecuada su vida. Pero dudo que haya muchos fieles que conozcan las vidas de Mari Carmen y Pilina.
Ahora que el mundo busca la manera de escaparse de la enfermedad, el dolor y el sufrimiento incluso por medio de la eutanasia, esos tres angelitos nos dan un ejemplo de como llevar la cruz conforme a la voluntad de Dios. A mí se me ponen los pelos de punta al ver como Mari Carmen afrontaba dolores espantosos simplemente exclamando “¡Jesús!” y pidiendo a quienes la rodeaban “¡Decid todos Jesús, decid todos Jesús!“. O lo que le dijo a su madre cuando la iban a poner una inyección para intentar apaciguar sus dolores:
- Vamos, Mari Carmen, esto es para que te pongas buena.
- Mamá, ¡que sea lo que Dios quiera!, como decía la madre Anunciata.
- Mari Carmen, pídele al Niño Jesús que te pongas buena.
- No, mamá, yo no pido eso. Pido que se haga su voluntad.
Estimado lector, eso no lo puede decir y vivir una niña si no está llena de la gracia de Dios. Por mucho incluso que le hayan transmitido la necesidad de aceptar el sufrimiento y conformarse a la voluntad divina, es literalmente imposible que palabras así salgan de la boca de una criatura que está en medio de dolores indecibles, si no media la gracia.
No daré más detalles de la historia de esa primera muchacha a la que Juan Pablo II declaró venerable en 1996. Lean ustedes el libro.
Pilina es otro testimonio luminoso de santidad. Contrajo la enfermedad de Hodgkin-Sternberg, un tipo de cáncer. A principios de los años 60 del siglo pasado los tratamientos estaban muy lejos de alcanzar la eficacia actual. Los dolores y sufrimientos que padeció esa jovencita solo los sabe Dios. Lo que sí sabemos es qué decía ella. Por ejemplo:
- Si me pusiera buena, que ya sé que no me pondré…, pero si me pusiera buena, me haría misionera y sería capaz hasta de ir a ver al Papa para que me mandara a la misión de Cuttack.
Y un día en que la enfermedad le impidió comulgar:
- Hoy no he recibido a Jesús y no sé si tendré fuerzas suficientes para ofrecer a Dios todos mis sufrimientos. Yo sí quiero salvar a muchos niños infieles.
¿Qué decir ante un alma así? Nada. Solo podemos caer de rodillas y dar gracias a Dios por lo que obró en esa bella criatura que salió de sus manos.
Solo una cosa más sobre Pilinia. Cuando ya era consciente de que su fin se acercaba, le dijo a su médico:
- Doctor, si mi enfermedad no tiene remedio, no me alargue más la vida, pero si lo tiene me dejo hacer todo.
La niña no quería morir. Cosa lógica dado su deseo de convertirse en misionera. Pero también tenía muy claro que lo primero de todo era que se cumpliera la voluntad de Dios. Por eso cuando una tía suya religiosa le envía una carta en la que le asegura que no moriría porque ella se lo estaba pidiendo insistentemente al Señor, la cría responde: “Eso no se pide así. Hay que pedirlo si conviene“.
La historia de Alexia es un poco más “complicada", cosa que entenderá el lector en las primeras páginas de su relato. Pero quiero señalar un aspecto importante de su testimonio. Resulta que estamos ante una chiquilla provida que con tan solo 12 años escribe la siguiente carta al diario Ya, que se la publica:
Tengo doce años y soy la séptima de siete hermanos. Doy muchas gracias a Dios de haber nacido en una familia donde todos se pusieron muy contentos cuando yo nací.
Si mi madre hubiera sido una de esas que quieren matar a sus niños antes de nacer, yo no habría nacido.
Me gustaría decirles que no los maten, por favor, porque seguro que alguien adoptaría a esos niños. En nuestro casa seguro que recibiríamos encantados a uno de esos niños, que no los quieren".
Sí, es exactamente el mismo mensaje que la Madre Teresa de Calcuta daba a las madres que quieren abortar. Dicho desde la naturalidad de quien en plena niñez no puede entender que se mate a quien no ha nacido.
Nuevamente no quiero dar más detalles del testimonio de la niña, que se sometió a varias operaciones debido al tumor que la afectaba a la médula. Solo diré que lo último que salió de su boca fue un “Sí“, a la pregunta de su madre: “¿Eres feliz, hija?“
Del libro quiero destacar además un muy buen prólogo de José Carlos Martín de la Hoz, en el que nos explica cuáles son los procedimientos de los procesos de beatificación y canonización. Y por supuesto, alabar la buena pluma de Javier Paredes, que no es un mero cronista de lo ocurrido en esas vidas, sino que sabe captar, gracias a su fe católica, detalles que a alguien ajeno a la fe no comprendería.
Una última reflexión personal. Ver como estas pequeñas florecillas que ahora adornan el Cielo se agarraron a sus respectivas cruces y aceptaron la voluntad de Dios, nos ayuda mucho a cargar nuestras propias cruces. Que por su intercesión alcancemos el don de la conformidad a la voluntad del Señor para nuestras vidas, que es camino seguro a la salvación.
Luis Fernando Pérez Bustamante
6 comentarios
Dios habla en estos testimonios a gritos;¡que frustante es que haya personas que no le puedan oir!.Y lo peor de todo,es que nosotros tenemos mucha culpa,por nuestra falta de santidad.Porque si bien es cierto que el que no quiere oir,no oye,no lo es menos que es porque nosotros no estamos clavados en la Cruz.
Santificanos,Señor.
Pero, después de todo, seguro que Alexia ya le ha perdonado desde el cielo.
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