Los herejes ante la Escritura y la Tradición

Desde que en las últimas semanas la Iglesia parece decidida a dar un paso adelante a la hora de defender la sana doctrina y amonestar, siquiera someramente, a quienes se oponen públicamente a la misma (curas austriacos, Queiruga, Flannery), los defensores de los heterodoxos se rasgan las vestiduras hablando del regreso de la Inquisición, de la Edad Media, etc.

Ciertamente la Iglesia ha combatido la herejía antes del último concilio. En dicho combate se llegaron a usar métodos absolutamente brutales, que esperamos y deseamos que no se vuelvan a repetir. Ahora bien, la defensa de la sana doctrina contra la heterodoxia no es cosa de Torquemadas, ni empezó cuando se implantaron las hogueras para quemar herejes. Aparece en el Nuevo Testamento y sigue, sin solución de continuidad, en los primeros siglos del cristianismo. Prueba de ello es que una de las obras cumbre del siglo II lleva como títlo “Contra los herejes”. Escrita por San Ireneo de Lyon, tiene hoy exactamente la misma actualidad que en el momento de su composición.

Leamos al más grande de los teólogos de ese siglo:

1.2. Los herejes ante la Escritura y la Tradición
2,1. Porque al usar las Escrituras para argumentar, la convierten en fiscal de las Escrituras mismas, acusándolas o de no decir las cosas rectamente o de no tener autoridad, y de narrar las cosas de diversos modos: no se puede en ellas descubrir la verdad si no se conoce la Tradición. Porque, según dicen, no se trasmitiría (la verdad) por ellas sino de viva voz, por lo cual Pablo habría dicho: «Hablamos de la sabiduría entre los perfectos, sabiduría que no es de este mundo» (1 Cor 2,6). Y cada uno de ellos pretende que esta sabiduría es la que él ha encontrado, es decir una ficción, de modo que la verdad se hallaría dignamente unas veces en Valentín, otras en Marción, otras en Cerinto, finalmente estaría en Basílides o en quien disputa contra él, que nada pudo decir de salvífico. Pues cada uno de éstos está tan pervertido que no se avergüenza de predicarse a sí mismo (2 Cor 4,5) depravando la Regla de la Verdad.

Es cierto San Ireneo de Lyon que hablaba de los herejes gnósticos, pero lo que apunta vale para cualquier tipo de herejes y de herejías. Por ejemplo, si aplicamos sus palabras a lo que viene diciendo Torres Queiruga desde mucho antes de que fuera objeto de una notificación por parte de la CEE, encontramos una coincidencia casi total entre el argumentario de los heterodoxos de entonces con “nuestro” heterodoxo del siglo XXI. Si a la lista de Valentín, Marción y Basílides añadimos el nombre de Queiruga, no hay que cambiar una letra ni una coma al resto del texto.

Vean ustedes más coincidencias entre los herejes del siglo II y los del siglo XXI:

2.2. Cuando nosotros los atacamos con la Tradición que la Iglesia custodia a partir de los Apóstoles por la sucesión de los presbíteros, se ponen contra la Tradición diciendo que tienen no sólo presbíteros sino también apóstoles más sabios que han encontrado la verdad sincera.

¿Acaso no apelan los heterodoxos de hoy a la cantidad de sacerdotes y de teólogos que comparten sus tesis heréticas? ¿No ha sido el mismísmo Queiruga quien acaba de declarar en El País que “los teólogos actualizados no creemos en milagros"?

No puede haber duda alguna. La lucha entre la luz y las tinieblas tiene lugar en el seno de la misma Iglesia y alrededor de sus atrios. Los fieles acudimos a las Escrituras, a la Tradición y al Magisterio -sucesión apostólica- para que brille la luz, para que brille Cristo. Los herejes pretenden valerse de las Escrituras, sea para interpretarlas según les viene en gana, sea para restarles credibilidad y autoridad doctrinal, oponiéndose a la Tradición y al Magisterio. Da igual que el hereje se llame Marción, Martín Lutero, Juan Calvino, César Vidal, Andrés Torres Queiruga o Tony Flanner. Todos tienen un mínimo común múltiplo. Rechazan la autoridad de la Iglesia y desde ahí multiplican sus herejías.

Ahora bien, de la misma manera que los herejes del siglo II comparten mesa y mantel con los herejes de nuestro siglo, los que defendemos la fe de la Iglesia en el siglo XXI compartimos mesa y mantel con quienes hicieron tal cosa en el siglo II. Y no hablamos de una mera confrontación de ideas. Esto es una guerra, una auténtica batalla. Miren como lo describió San Ireneo:

2,3. Contra ellos luchamos, ¡oh dilectísimo!, aunque ellos tratan de huir como serpientes resbaladizas. Por eso es necesario resistirles por todos los medios, por si acaso podemos atraer a algunos a convertirse a la verdad, confundidos por la refutación. Cierto, no es fácil apartar a un alma presa del error, pero no es del todo imposible huir del error cuando se presenta la verdad.

Nuestra guerra es un tanto peculiar. No buscamos la destrucción del enemigo sino su salvación. Buscamos que dejen de ser instrumentos del error y de las tinieblas para que en verdad pueda decirse de ellos que anuncian “las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pe 2,9). Sí, es cierto que mientras no se conviertan son verdaderos enemigos que, incluso en el nombre de Cristo, llevan a otros al abismo de la perdición. Pero nunca debemos olvidar que la razón de nuestra forma de actuar viene marcada por los dos últimos versículos de la epístola de Santiago:

Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados.
Stg 5,19-20

¡Ay de mí si no anunciara el evangelio!” (1 Cor 9,16), dijo San Pablo. Pues bien, el evangelio también se anuncia combatiendo a aquellos que lo corrompen. Escribió también el apóstol: “Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gal 1,9). Y llegó a decir “¡Ojalá se mutilasen los que os perturban!” (Gal 5,12) de los herejes judaizantes. De nosotros se podrá decir que no tenemos la autoridad de los apóstoles ni de sus sucesores. Y es cierto. Ni la tenemos, ni la tendremos, ni la buscamos o pretendemos. Pero nadie nos puede negar nuestra condición de “reyes y sacerdotes (Ap 1,6). Se nos concedió mediante el bautismo. Y es desde esa condición, vivida por gracia en fidelidad a la Iglesia, que hacemos lo que hacemos. Y, si el Señor no dispone otra cosa, seguiremos haciéndolo.

Ad maiorem Dei gloriam.

Luis Fernando Pérez Bustamante

17 comentarios

  
Catholicus
[ "Todos tienen un mínimo común múltiplo"


Es mínimo común denominador, :-) ]

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LF:
No, no. Es mínimo común múltiplo. Es que luego digo lo de multiplicar herejías. Por eso el uso de ese término, je je.
16/04/12 12:25 PM
  
Eduardo Martínez
En primer lugar, quiero mostrar mi agradecimiento por el artículo. En segundo lugar, otro agradecimiento por el enlace de la obra de San Ireneo. Espero poder explorar esa biblioteca que muestra el enlace, para ver si puedo ver más obras diferentes de la de aquel obispo que refutó las doctrinas gnósticas.
Me ha encantado leer sus aportaciones al último artículo de César Vidal, en el apartado de comentarios del mismo. Son para quitarse el sombrero. He venido aquí con la esperanza de encontrar alguna refutación al último artículo, tan contundente como la que se puede leer en Libertad Digital. Sin embargo, hay una cosa que me choca del artículo de Vidal: Tratar de desmitificar el papel del papa a lo largo de la Historia ¿No es en cierta medida, poner en práctica el adagio "Excusatio non petita, accusatio manifesta"?

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LF:
De César Vidal creo que ya solo cabe decir aquello de César, César "¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón. dura cosa es dar coces contra el aguijón" (Hech 26,14).
Quien persigue a la Iglesia -y difamarla, calumniarla y vejarla es una forma de persecución-, persigue a Cristo. Y a eso se dedica.
16/04/12 12:36 PM
  
Roque
Además, Catholicus, no existe "mínimo común denominador", (ese sería el 1, en todo caso, pero nunca se maneja ese concepto), sólo existe "máximo común divisor", o denominador en vez de divisor, como quiera, y "mínimo común múltiplo", jeje. Saludos.
16/04/12 1:56 PM
  
Juanito
Está bien. Pero es una pena que des por buena la leyenda negra en tu segundo párrafo.

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LF:
Quemar a una sola persona por herejía es una atrocidad.
16/04/12 2:29 PM
  
Catholicus
Jeje, estos herejes nos hacen hasta "repensar" las matemáticas, qué cruz.
16/04/12 2:42 PM
  
Antonio MR
Os invito a que leais esta serie de articulos que escribi acerca de los errores mas comunes del Protestantismo argumentando con la Biblia en la mano como les gusta a ellos.

http://pensamientodisidente.blogspot.com.es/2012/04/los-errores-del-protestantismo-iii.html
16/04/12 4:27 PM
  
Daniel Lagos de Perú
Amén
16/04/12 5:19 PM
  
Llanos de Alba
Catholicus: Desde que leí su post, estoy riendo, llevo bastante tiempo "repensando" las matemáticas y estando en primera linea de fuego, tendremos que reconocer que nos han hecho un gran favor...esto no pasa porqué si.
16/04/12 6:52 PM
  
cesar alonso
Me uno al sentir de juanito. El articulo excelente como siempre, pero si disiento en la referencia a la Inquisicion, que como sabes en el caso de Espana tuvo una dimension totalmente distinta. La Inquisicion ha sido sumamente senalada. Pero cada vez mas los estudios iluminan, Powell, Dumont, Suarez, Messori...no olvidemos que la herejia era delito de estado no simplemente un pecado. Excelente seria con el don que Dios te ha dado profundizar en este tema y clarificarlo.

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LF:
A diferencia de lo que escribió Calvino, yo creo que no existe justificación alguna para la quema de herejes. Tanto si es delito de estado como si no. Y desde luego no me refiero solo a la inquisición española, que desde luego no fue tan fiera como la pintan. Me da lo mismo que las hogueras fueran en Valladolid, en Milán o en la mismísima Roma.

Prender fuego a una persona atada a un madero es una salvajada.
16/04/12 7:14 PM
Para quienes tienen interés en el tema de la inquisición, yo escribí un post hace algún tiempo aquí:
http://infocatolica.com/blog/apologeticamundo.php/1011170334-hablemos-de-la-inquisicion
16/04/12 7:41 PM
  
Percival
No hace falta ir hasta San Ireneo. Bastaría con tomarse en serio el Concilio Vaticano II: Dei Verbum, para no ir más lejos.
¡Si es que están hasta contra el Concilio!
Suena extraño..., ellos que muchas veces apelan al Concilio para defender su progresismo insensato.
con lo que se demuestra su lejanía a todo Magisterio. Excepto el propio, con m minúsculísima (o -m).
17/04/12 1:03 AM
  
Eduardo Martínez
Evidentemente el quemar a una persona por herejía es una cosa que solo nos puede causar horror, y debería haberlo causado ya en aquellos tiempos. Sin embargo, no podemos juzgar la visión de aquellas gentes desde nuestro punto de vista. Desgraciadamente también, cada época está azotada por unos pecados, y es incapaz de ver otros. Los romanos veían con horror los sacrificios de los primogénitos a Baal, que hacían los cartagineses. Sin embargo, los romanos no tenían inconveniente de ver combates de gladiadores.

Yo me horrorizo de la brutalidad, por poner un ejemplo, con la que las autoridades anglicanas perseguían a los puritanos, a los cuales antes de encarcelar podían llegar a desfigurar cortándoles orejas y nariz, tal y como sucedió con el puritano Alex Leigthon, pero estoy seguro que otros que vivan en el futuro, verán faltas mías que yo soy incapaz de ver.

Creo que en cierto modo, somos muy afortunados de poder tener unas libertades con las que siquiera se atrevieron a soñar nuestros antepasados, pero tenemos que intentar comprender, que no justificar, la brutalidad con la que actuaban en el pasado, pues tampoco nosotros saldremos bien librados de un juicio que realicen en el futuro sobre nuestra forma de actuar.

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LF:
Yo "juzgo" aquello desde el evangelio, que es igual para todos los siglos. Y me niego a comprender a los que ponían a una persona en una estaca de madera y le prendían fuego.
En relación a lo que pasa hoy, ahí está la lacra del aborto. Otra salvajada incomprensible.
17/04/12 1:18 AM
  
Catholicus
Hombre, el Evangelio es guía moral, pero en la Sagrada Escritura hay cosas que en lo temporal varían mucho de unos tiempos a otros en su aplicación.

Valga constatar la evidencia de que una pléyade de los mayores santos de la Iglesia de esa época no vieron ningún escándalo en los métodos de la Inquisición de su época. Y si la vieron no parece que dijesen demasiado.

Para aquel hombre la Fe católica era el bien social más importante a defender. Si por un robo te mandaban al patíbulo, con más razón entendían esa brutalidad si la ofensa era a lo divino.

Cada época aplica el principio de la Justicia en la praxis de manera diferente. Lo cierto es que Dios no reveló una pauta de "castigos" temporales al hombre.

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LF:
Bien, también hubo apóstoles que pidieron a Cristo enviar fuego del cielo para eliminar a determinadas personas. Por no hablar de aquellos que quisieron que el Señor se sumara a la lapidación de una adúltera.
No niego la necesidad de combatir la herejía y sobre todo su difusión (heresiarcas). Pero sostengo lo mismo que los últimos papas sobre los métodos usados para tal fin.
17/04/12 11:45 AM
  
Catholicus
Hombre , yo también, pero respeto y debo tratar de comprender a los anteriores que, en sus tiempos, veían las cosas de otra manera. Eso trataba de decir, que no debemos juzgar en exceso a otros hombres en otras épocas en la FORMA de aplicar la Justicia.

Los lapidadores eran unos hipócritas y con pinta de hacerlo con regusto. No creo que honestamente se pueda comparar a la actitud de los hombres de la Iglesia.

Debemos repensar la Inquisición. :-)
17/04/12 5:41 PM
  
cesar alonso
"La fe era el bien social mas importante a defender",este comentario de Catholicus nos da luz para entender un poco mas la Inquisicion. no estamos afirmando que la Inquisicion fuera el plus ultra pero se entiende en el contexto historico. Para la Cristiandad de ese momento la fe era un valor supremo(de hecho recordemos que los pecados contra el primer mandamiento son los mas graves) para el Estado y para la Iglesia. Defender la fe era principio vital. La Inquisicion busca defender al pueblo de Dios de los herejes (hoy en dia se le deja escribir, publicar, dirigir editoriales..) y el Estado consideraba un atentado a la unidad no tanto de la Iglesia sino de la misma Corona, por eso se consideraba como delito en contra del Rey o Emperador. El brazo secular se protegia y protegia. No estamos diciendo por tanto que fuera lo mejor lo hoguera u otro medio, pero se entiende en la mentalidad de la epoca. Se aplicaba el principio de la legitima defensa que no solo se aplica a la vida. :Por ello se entiende que Santa Teresa de Jesus muriera diciendo que "moria como hija de la Iglesia" y Carlos V se refugia en Yuste con el cargo de conciencia que habia tenido la oportunidad de detener a Lutero y no lo hizo, el cual sin la ayuda de los principes alemanes no hubiera logrado casi nada.
17/04/12 7:28 PM
  
Luis Fernando
Fin a lo comentarios sobre la Inquisición.
17/04/12 7:43 PM
  
arlington
Y vuelve Vidal, bueno nunca se ha ido. He leido hoy mismo un magnífico comentario de Rodriguez Herrera en LD sobre la cuestion protestantismo-catolicismo y una mencion expresa de Cesar Vidal, negando sus afirmaciones desde un punto de vista histórico irrebatible, que me gustaría fuese publicitado como link :http://revista.libertaddigital.com/ninguna-sociedad-se-explica-con-ceros-y-unos-1276240065.html
18/04/12 2:20 AM

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