Confesión: cuando se convierte en noticia lo que debería ser normal
Ayer publicábamos la noticia de que el obispo de Palencia había decretado que una de las iglesias de sus diócesis estuviera abierta 5 horas al día para que todo aquel fiel que quiera confesarse pueda hacerlo. Durante ese tiempo, siempre habrá un sacerdote experimentado, dispuesto a acoger a cuantos deseen confesarse: laicos, religiosos, religiosas o sacerdotes, o a cuantos tengan algún problema de tipo religioso o humano. Este mismo mes de febrero el arzobispo de Sevilla hizo algo parecido.
Algo está muy mal en la Iglesia cuando los obispos tienen que disponer medidas de este tipo. El sacramento de la confesión es fundamental para la salud espiritual de los fieles. El hecho de que Cristo diera a la Iglesia la autoridad para perdonar pecados no era una cuestión menor. Aunque existe una relación personal, genuina e irrepetible entre cada cristiano y su Salvador, el Señor ha querido que la fe tenga una dimensión comunitaria en la que la Iglesia sea verdadero hogar familiar donde se alimenta el alma y se sanan las heridas.
Ser sacerdote y no confesar habitualmente es una contradicción absoluta, una aberración sin sentido. Y ser cristiano y no confesarse cada vez que se cae en pecado mortal, es una necedad. Incluso aunque no se comentan pecados graves, la confesión es como una brisa de aire fresco que quita del alma el polvo acumulado de los pecados veniales. Estoy convencido de que quien se confiesa con regularidad, recibe mayor gracia al comulgar. Y ambos sacramentos, confesión y eucaristía, son el corazón de la vida cristiana.
La confesión es especialmente necesaria en un momento de la historia en que la noción de pecado ha desaparecido de muchas conciencias. El buen confesor no solo administrará el perdón sacramental, sino que indagará en el alma del confesante para ver si necesita reformar algún comportamiento que le impide entrar en un nivel superior de comunión con Dios. “Purifícame de las faltas ocultas” dice el salmista. Demos un paso más y pidamos a Dios que nos enseñe aquello en lo que caemos y no sabemos.
Es bueno que todos sepan que hay al menos una iglesia cercana con las puertas abiertas para confesar. Y mejor será que dentro de unos años lo habitual vuelva a ser ver los confesionarios en pleno uso. Para ello se ha de reeducar a los fieles en la necesidad de ponerse a paz con Dios. No podemos pensar en una nueva evangelización si los que han de evangelizar están prostrados espiritualmente. La casa se empieza por los cimientos, no por el tejado. Y sin el cimiento de la gracia, sin las vigas sacramentales, no habrá manera de reconstruir el cristianismo como elemento vivo y eficaz de nuestras naciones, de nuestra civilización.
Luis Fernando Pérez Bustamante
22 comentarios
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Mucho se ha hablado acerca de la actual crisis de la Iglesia. Si la "culpa" la tenían los consagrados o la tenían los laicos. Pues creo que ambos. Y mayor responsabilidad compete a los consagrados. Y el abandono de la confesión por parte de éstos, mejor dicho el abandono de la disponibilidad para la confesión, lo demuestra. Porque aunque no aparezca un solo fiel a confesarse, al menos los asistentes a misa deberían ver al sacerdote, antes o después de la misma, sentado en el confesionario.
¿Qué harías tú en mi lugar, Luis Fernando?
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LF:
Yo lo primero que haría es rezar mucho por ella.
Luego, aunque no atienda a razones, es preferible que la adviertas seriamente de que está poniendo su salvación en gravísimo peligro y que eso es motivo más que suficiente para volver a confesarse. Que no valen excusas para no hacer lo que la Iglesia y Dios manda y que no podrá alegar ser ignorante de cuál es la voluntad del Señor en este tema.
Y por último, sugiérele que vaya a confesarse a una parroquia donde no conozca al sacerdote. Hay personas a las que les cuesta confesarse con el cura al que conocen y ven habitualmente, precisamente porque les resulta incómodo que él sepa sus pecados.
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LF:
Es que uno va a Misa para atender a la Misa, no para confesarse. Otra cosa es que uno se confiese durante la Misa y luego se quede a la próxima para poder comulgar.
Desconozco ese hecho del Beato Juan Pablo II.
Yo soy de la opinión de que la Misa vale mucho y habría que escucharla toda... pero si uno está en disposición de confesarse creo que lo puede hacer en cualquier momento, hasta en Misa.
¡En fin! Lo que también quería decir es que no sé si Juan Pablo II habrá dicho algo al respecto, pero en muchas iglesias lo siguen haciendo. En Málaga, por lo menos que yo sepa, confiesan durante las misas en San Juan, en el Sagrado Corazón y Stella Maris.
Lamentablemente, no todos los confesores se portan así.
Es tristísimo ver a sacerdotes que no confiesan regularmente o que incluso tienen escondidos los confesionarios.
"Podemos pensar en una nueva evangelización si los que han de evangelizar no están prostrados espiritualmente."
En otro orden de cosas, además, hay que ampliar el círculo: necesitan estar en estado de gracia (mediante la confesión) todos los laicos ministros extraordinarios del culto: el que lee, el que canta, el que distribuye la comunión...
No puede ser que, por ejemplo, el laico que da la comunión esté en unión de hecho.
Y en las polémicas sobre si hay que distribuir la forma consagrada de rodillas en la boca, de pie en la boca, de pie con la mano o bajo las dos especies, lo más importante es la cuestión de fondo, la que no se ve: que esté en estado de gracia.
Sin comentarios.
Juan Pabli II incluso se refiere a eso en el Motu Proprio Misericordia Dei.
No hay excusas.
P Carlos
Yo creo que habría que revalorizar el sacramento de la Confirmación, de forma que el que estuviese formado adecuadamente, se le considerase "adulto" en la fe, y, por ejemplo, no tener que "pasar por ventanilla" antes de comulgar: y, si no, ¿de qué sirven esas absoluciones y llamadas a reconocer nuestra condición de pecadores del principio de la misa, por ejemplo?.
Y es que yo no tengo tan buen recuerdo del trato recibido en mis últimas confesiones... aquellas confesiones generales que eran un tormento sicológico (tanto rascarse la conciendia "paná". Dios al hijo pródigo no le dejó ni hablar para abrazarle). Y uno ya peina canas. Además, creo sinceramente que ese requerimiento está apartando a muchos, sobre todo jóvenes, de frecuentar los sacramentos, inclusive el del matrimonio. Y, ya que lo menciono, aunque no sea el tema, habría que conseguir, incluso civilmente, que los que se casan por la Iglesia, ese matrimonio no lo pueda disolver nadie más que la propia Iglesia. No sé si me he explicado y perdóneseme la ligereza con que he abordado el comentario: ha sido un desahogo.
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LF:
Yo procuro confesarme con un sacerdote del que esté más o menos seguro de que confiesa bien. Es decir, no solo que sepa decir las palabras de absolución -eso lo saben todos- sino que sepa escucharme y darme algún buen consejo. No creo que se muy complicado encontrar algunos buenos confesores en todas las diócesis. Y así no hay que sufrir ningún tormento psicológico. Porque una cosa es segura. Confesarse es absolutamente necesario.
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LF:
Por eso es necesario que rece por ella. De hecho, no le comente esto sin haber rezado antes durante un periodo de tiempo. Y dentro de la oración, pida a Dios que le abra a su hermana los oídos para escuchar. El Señor sabe muy bien cómo tratar casos "difíciles", :)
Personalmente, cuanto más he frecuentado los sacramentos, mejor disposición he sentido para obrar el bien que tanto predicamos los cristianos y tanto nos cuesta. Hay que pedir la "gasolina" de la Gracia sin descanso, porque nuestro Padre del Cielo la da generosamente a quién la pide.
En una ocasión oí el testimonio de una persona que me ayudó mucho a comprender el significado y la necesidad de la confesión.
Se trataba de una persona alejada y que hacía bastantes años que no se confesaba pero tampoco se encontraba en paz. Por lo que acudió a un encuentro de carismáticos que rezaron por ella y abrieron la Biblia al azar.
Se abrió por el episodio del lavatorio de los pies que se leyó entero, pero, esta persona contaba cómo se le grabaron a fuego las palabras de Jesús: SI NO TE LAVO, NO TIENES PARTE CONMIGO.
Nos contó cómo comprendió por primera vez que Jesús se estaba refiriendo a tener parte en su Muerte y su Resurrección que es lo único que nos puede conseguir el perdón de Dios.
Comprendió que eso es lo que sucede cuando somos bautizados (somos sumergidos en su Muerte y Resurrección que nos perdonan los pecados y nos hacen resucitar con El a la vida eterna).
Y vió que eso es también lo que sucede en la "segunda tabla de salvación después del bautismo" que es el sacramento de la Penitencia. Aquí "tenemos parte" en el Sacrificio de Cristo en la Cruz y nos lo apropiamos como si lo hubiésemos hecho nosotros y por ese Sacrificio somos perdonados.
Porque Cristo en la Cruz ocupó el lugar que nos correspondía a nosotros y allí pagó El, lo que teníamos que pagar nosotros por nuestros pecados. Entonces es cuando fue verdaderamente el Siervo de Yahveh y quiso representarlo esa noche ejerciendo el oficio que corresponde a los esclavos, de lavar los pies a los invitados a un banquete. Pero con eso se estaba refiriendo al verdadero lavatorio que ocurriría el Viernes Santo en la Cruz.
Por eso también le dijo a Pedro: "lo que Yo hago ahora, lo comprenderás más tarde", es decir, cuando lo viera clavado en la Cruz.
El sacerdote sólo es un mediador que nos presta ese servicio en nombre de la Iglesia, de ponernos en contacto con la Muerte redentora de Cristo al que en ese momento representa.
Pero es muy cierto que el demonio nos pone mil tentaciones, a mí el primero, que nos hacer ver al cura como un simple ser humano y no conseguimos ver, a través de él, al mismo Cristo, acogiéndonos tal como somos y regalándonos su Muerte y su Resurrección y con ellas todo su amor y su perdón para comenzar de nuevo una vida íntimamente unidos a El, injertados nuevamente en El, del que nos habíamos separado por el pecado.
Deberíamos ser muy conscientes de que si caemos en esa tentación, le estamos haciendo el juego al diablo que se está saliendo con la suya, de mantenernos alejados y separados de Cristo y que seamos infelices.
2) Jn 20.23 ‘A quienes perdonen sus pecados, serán perdonados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos’.
3) Hch 19.18 Muchos de los que habían aceptado la fe venían a confesar y exponer todo lo que antes habían hecho.
4) 2 Cor 2.10 A quien ustedes perdonen, también yo le perdono … Lo perdoné en atención a ustedes en presencia de Cristo.
JAJAJA muy facil probar q hay q ir a confesarse con el sacerdote.
Más que nada porque significa hacer un gran "mea culpa", admitir que somos pecadores y débiles, y afrontar el desafío que supone contar lo más íntimo (y pecaminoso) a otro ser humano, más allá de que éste sea el "alter Christo". Y además, proponerse firmemente NO volver a repetir lo anterior, lo cual resulta ser todo un desafío..
Cierta vez me confesé con un cura desconocido que simplemente escuchó mis pecados como quien se afeita por la mañana, me dio una penitencia ("de las de ahora"), me absolvió y punto. Quedé un poco decepcionado ante tanta indiferencia, ciertamente.
En otra ocasión me confesé con un cura charlatán que lo único que hacía era justificar mis pecados risueñamente, con lo cual me sentía cada vez peor.
Francamente recomiendo a todo el mundo tener un confesor, un director espiritual. Es lo mejor para el alma porque el sacerdote nos ayuda a conocernos mejor y a combatir las debilidades y fortalecernos en la fe.
Saludos en Cristo y María.
La mayoria de sacerdotes, da la impresion de que no tienen en cuenta este hecho.
He oido muy pocas veces predicar en las misas sobre la necesidad de estar en gracia de Dios para comulgar.
Cuando leo en los pensamientos del padre Pio que se consideraba un gran pecador, me pregunto como seremos nosotros...
¿ Es posible rezar el Ave Maria, una de las oraciones de cabecera del cristiano, donde se reconoce que somos pecadores sin sentir la necesidad de reconocer nuestra realidad, arrepentirse y confesarse con regularidad.
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LF:
Pues no es suficiente para recibir el perdón salvo en caso de peligro de muerte inmediata.
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