El cardenal silente
La Iglesia que peregrina en Barcelona lleva unos meses siendo una fuente inagotable de noticias. La visita del Papa para consagrar la Basílica de la Sagrada Familia en la Ciudad Condal abrió los telediarios y ocupó las portadas de los periódicos. El cardenal Sistach, como era de esperar, no dudó en conceder entrevistas y declaraciones antes y después de la llegada del Santo Padre.
Es decir, el arzobispo de Barcelona sabe que existen los medios de comunicación y los usa cuando lo cree oportuno. Lástima que no crea oportuno hacer uso de los mismos para ponerse al frente de la protesta por lo que está ocurriendo en la Universidad de Barcelona. Hasta donde yo sé, el cardenal Sistach no ha abierto la boca ante el avance del anticlericalismo más rampante en su diócesis. No ha salido en defensa de sus fieles, que ven como no sólo se les impide celebrar misa en una capilla universitaria sino que ahora encuentran dificultades hasta para entrar a la misma a rezar. Y uno se pregunta, ¿para qué quieren los fieles un pastor que no les defienda? ¿es que hace falta que se lo tengamos que pedir desde un blog? Y que no nos vengan diciendo que está llevando a cabo gestiones discretas y tal y cual. Ante la agresión pública a la fe, la fe ha de ser defendida públicamente. Ni siquiera le pedimos que envíe al canónigo y rector de su seminario, el P. Turull, con un megáfono en la mano a protestar ante el despacho del rector de la universidad. Nos valdría con que dijera algo en apoyo de la libertad de culto y de los católicos.
En todo caso, nihil novum sub sole. A estas alturas de la película sabemos que los silencios del cardenal Sistach son bastante selectivos. Por ejemplo, calló cuando grupos heterodoxos usaron otra basílica barcelonesa para montar un acto contra el papado el día antes de que llegara Benedicto XVI. Calla ahora que se sabe que el cura de su archidiócesis que pagó abortos, Manel Pousa, va por sus parroquias en plan conferenciante diciendo que da lo mismo creer en Dios que no.
Luego hay quien se pregunta por qué es necesario que exista Germinans germinabit. Si no existiera Germinans, habría que inventarlo. Pero ojo, no es Barcelona o Cataluña el único lugar donde es necesaria la presencia de un grupo de sacerdotes y fieles dispuestos a no quedarse de brazos cruzados ante los silencios y las complicidades episcopales con todo aquello que es perjudicial para la Iglesia. Hay otro arzobispo que calla incluso cuando un teólogo suelta herejías en un programa que depende de su arzobispado. Y hubo otra archidiócesis donde el seminario fue un nido de formación heterodoxa y comportamientos morales poco “edificantes", por decirlo suavemente. Sin embargo, sólo hay un Germinans.
Luis Fernando Pérez Bustamante