¿El abrazo del oso?

Mariano Rajoy, junto con la plana mayor del PP, se acercó ayer a la Catedral de Santiago de Compostela a darle un efusivo abrazo a la imagen del Apóstol y a soltar un discursito aseado y con evidente intención política. La jugada no les ha hecho ni pizca de gracia a los socialistas, que ya se han quejado de que la Iglesia haya permitido al líder de la oposición usar la Catedral como púlpito electoralista.

Por su parte, Rajoy acusó el otro día a Zapatero de ignorar por completo todo lo relacionado con el Año Compostelano, asegurando que independientemente de las creencias del presidente, debería de haber asomado por Santiago al menos una vez.

El político gallego le ha pedido al Apóstol ayuda “para no desfallecer en nuestra tarea y hacer de política una actividad noble al servicio del bien común“. No me negarán ustedes que la petición es buena. Y no me cabe la menor duda de que el apóstol intercederá ante Dios para que ilumine al presidente del Partido Popular. Algunos tenemos cierta idea de por dónde puede ir dicha iluminación. Por ejemplo, creemos que al Señor le agradaría que Mariano y los suyos se comprometieran a demoler por completo la ingeniería social del zapaterismo.

Sospechamos que la voluntad de Dios es que en España no haya leyes que permiten y promueven el asesinato de fetos y embriones humanos en el seno materno. Nos da la sensación de que al Creador no le gustan nada las leyes contrarias a la ley natural, como la del matrimonio gay. Y podríamos seguir con una buena lista de cosas que el PP podría al menos proponer a los votantes de este país.

Esto de pedir luz para ser un buen político es un arma de doble filo. Si se es sincero, puede producirse una conversión, una transformación que afecte no sólo a la persona sino al partido que dirige. Si se es un hipócrita, si se hace todo en plan pantomima para quedar bien delante de un sector del electorado, el tiro le puede salir por la culata.

Rahoy ha querido hacer un guiño y acercarse al alma católica de España. Pues bien, o pasa a ser fiel a los valores éticos y morales de esa España, o más le vale desaparecer de la vida pública. Más que nada porque si a Cristo no le gustó nada que los cambistas usaran la Casa de su Padre para hacer dinero, tampoco le gustará que usen la Casa de su Padre para intentar conseguir unos cuantos votos. Algunos estaremos aquí para recordárselo.

Luis Fernando Pérez