Gracias, Monseñor Ñañez
Mons. Carlos José Ñañez, arzobispo de Córdoba, ha anunciado la apertura del proceso canónico contra el P. José Nicolás Alessio por su actuación escandalosa en relación a la posible aprobación del matrimonio homosexual. Como medida cautelar, la prohíbe ejercer de sacerdote, de manera que no podrá ni celebrar misa ni administrar los sacramentos. Por supuesto, deja de ser párroco. Dado que InfoCatólica ha sido, si no el único, el medio español que más cobertura informativa y “opinativa” hemos dado a este tema, puedo manifestar que nos sentimos muy contentos de que el prelado argentino haya tomado finalmente esa decisión.
En realidad, no nos alegramos de que haya que retirar del sacerdocio a un presbítero. Lo ideal es que el P. Alessio, y de paso todos los que firmaron con él un documento de apoyo al matrimonio homosexual, se hubiera arrepentido de su proceder y hubiera acatado lo que su arzobispo le pidió. No sólo no hizo ni caso sino que además, como decimos en España, se puso chulo y llegó a ser el gran protagonista de una manifestación de gays y lesbianas en favor del gaymonio.
Escribí entonces un post en el que aseguraba que el problema ya no se llamaba Nicolás Alessio sino Carlos José Ñañez. Hoy puedo decir que ese artículo mío ha dejado de tener sentido. El arzobispo ha hecho lo que tenía que hacer y ya no existe problema eclesial alguno. Ahora asistiremos a las repercusiones mediáticas de su decisión, que preveo importantes, pero el pastor cordobés ha hecho exactamente aquello que el Papa pidió recientemente que se hiciera:
…el obispo está llamado también a juzgar y disciplinar la vida del pueblo de Dios confiado a sus cuidados pastorales, a través de leyes, directivas y sugerencias, como está previsto en la disciplina universal de la Iglesia.
y
También la Iglesia debe usar la vara del pastor, la vara con la que protege la fe contra los farsantes, contra las orientaciones que son, en realidad, desorientaciones. En efecto, el uso de la vara puede ser un servicio de amor. Hoy vemos que no se trata de amor, cuando se toleran comportamientos indignos de la vida sacerdotal. Como tampoco se trata de amor si se deja proliferar la herejía, la tergiversación y la destrucción de la fe, como si nosotros inventáramos la fe autónomamente. Como si ya no fuese un don de Dios, la perla preciosa que no dejamos que nos arranquen.
Creo justo reconocer también que pude precipitarme al analizar la actuación de monseñor Ñañez. Sabiendo como funcionan las cosas en la Iglesia, su actuación casi merece el calificativo de rauda y veloz. Mientras yo le acusaba de ser el problema, él estaba agotando “todos los medios de solicitud pastoral para que el Pbro. José Nicolás Alessio, se enmendase y retractase públicamente de las declaraciones realizadas por él mismo a favor del presunto `matrimonio´ entre personas del mismo sexo, contrariando la Enseñanza y el Magisterio de la Iglesia Católica“. Le pido públicamente disculpas por haber puesto en duda su capacidad de obrar conforme al bien común de los católicos cordobeses y de todo el mundo, aunque confío en que comprenda que somos cada vez más los fieles que deseamos ver en nuestros pastores actitudes valientes y decididas en la defensa de la sana doctrina que nos propone el Magisterio. Y que entienda que un medio como este, si se caracteriza por algo es por intentar transmitirles ese deseo. Creo sinceramente que prestamos un buen servicio a la Iglesia actuando así, aunque a veces nos podamos precipitar.
La realidad es que, hoy por hoy, el arzobispo de Córdoba ha hecho lo que un buen pastor debe de hacer. Disciplinar no es fácil, pero peor es dejar que los hijos de Coré (Num 16; Jud 11) campen a sus anchas entre el pueblo de Dios. Es hora de que la totalidad de los fieles cordobeses y argentinos estén a una con su arzobispo, porque, sin la menor duda, le van a llover críticas, ataques y sólo Dios sabe qué más. La medida tomada contra el P. Alessio, del que me temo que es un caso perdido al que sólo un milagro de la gracia divina puede recuperar para el sacerdocio, es lo suficientemente ejemplarizante como para que todos sus compañeros de presbiterio tomen nota. He dicho y diré que José Nicolás Alessio, como ciudadano común y corriente, puede opinar lo que le venga en gana sobre el matrimonio homosexual. Como sacerdote tiene la obligación de atenerse a la enseñanza de la Iglesia en ese y en todos los temas. Y si no lo hace, debe abandonar el sacerdocio. Que algo de tan sentido común tenga que ser explicado y argumentado vez tras vez, nos indica hasta qué punto ha llegado la crisis postconciliar que ahora estamos en proceso de superar.
Ojalá otros cardenales, arzobispos y obispos sigan los pasos de Monseñor José Carlos Ñañez. En España no tenemos que ir muy lejos del centro de la península para encontrar casos en los que se podría hacer algo parecido. Por encima del temor a los escándalos mediáticos, que provocan mucho ruido pero llevan pocas nueces, debe de primar el temor a que los fieles piensen que lo mismo da ocho que ochenta y que los pastores permiten todo tipo de escándalos litúrgicos y doctrinales. Siempre lo es, pero hoy más que nunca es hora de que los sucesores de los apóstoles tomen las riendas de la Iglesia y la libren de aquellos que la han sumido en una secularización interna, que la hace incapaz de llevar a cabo adecuadamente la labor que el Señor la encomendó. Que sepan que nos tendrán siempre a su lado cuando así lo hagan.
Luis Fernando Pérez