Trinidad Jiménez tiene un rostro de hormigón armado

La ministra de Sanidad nos aclaró ayer qué es lo que ocurrirá cuando una menor quiera abortar sin contárselo a sus padres. La cosa es bien sencilla. El médico que le va a practicar el aborto, o cualquier otro de la clínica u hospital, decidirá lo que hay que hacer. Como quiera que la mayor parte de los abortos se practican en clínicas privadas, pues ya nos podemos ir haciendo una idea de qué ocurrirá en el 99% de los casos.

Soy de la opinión de que los médicos que se dedican a practicar abortos, cuando les llega una mujer que quiere deshacerse de su hijo, ellos piensan, sobre todo y por encima de todo, en el dinero que se van a sacar por matar al ser vivo no nacido. Y el hecho de que la madre sea menor, no cambia las cosas. Supongo que cuesta lo mismo abortar cuando se tienen dieciséis años que cuando se tienen cuarenta. Así que si la nena le dice al Menguele de turno: “no se lo he dicho a mis papás“, el otro responderá: “no te preocupe$, muchacha. Tú paga y todo quedará entre no$otro$“. Es posible que adorne la respuesta con argumentos floridos, pero lo que le interesa es la pasta.

Dejar la decisión sobre el aborto de una menor en manos de los tipos que se van a enriquecer con dicho aborto es uno de los ejercicios de cinismo más repugnantes del socialismo gobernante.

El problema con doña Trinidad es que encima de que nos toma el pelo, pretenda hacernos creer que medidas como esa servirán para algo. Este gobierno está dispuesto a quitar la patria potestad a los padres sea como sea. Lo hace en la educación, imponiendo un adoctrinamiento e impidiendo la objeción de conciencia. Lo hace con el aborto, negando a los padres que ejerzan su derecho a que sus hijas cometan un asesinato que puede marcarles por el resto de sus vidas. No hace falta que les diga para qué quieren a nuestros hijos. Saben que ellos serán los futuros votantes.

La verdad es que cada vez da más asco vivir en este país y en medio de una sociedad que permite estas cosas.

Luis Fernando Pérez