Las aproximaciones históricas como arma contra la fe
La polémica en torno al libro “Jesús. Aproximación histórica” de José Antonio Pagola ha servido para poner de manifiesto una de las, en mi opinión, más graves lacras con que cuenta la teología ¿católica? de las últimas décadas. Me refiero al uso y abuso de la ciencia histórica como instrumento en contra de la fe de la Iglesia. Desde las más diversas aproximaciones históricas en mayor o menor medida deudoras de la obra y la metodología del protestante liberal Rudolf Bultmann -precisamente las más difundidas-, no ha habido un solo aspecto de la dogmática cristológica que no haya sido puesto en duda. Como no podía ser de otra manera, lo mismo le ha ocurrido a las doctrinas católicas sobre la Virgen María.
La estrategia de los autores dedicados a esa tarea es clara: la investigación histórica no tiene por qué tener en cuenta la fe. Por tanto, si a través de la misma se llega a conclusiones diferentes al dogma, pues habrá que relativizar éste o replantearlo de manera que encaje con aquello que nosotros hemos investigado. Y al que le pique, que se arrasque. Y el que no se lo quiera creer, que reviente.
O sea, si a uno de estos investigadores, no se sabe muy bien cómo ni por qué, le da por decir que Cristo tuvo fe en Dios, que no sabía a qué había venido a este mundo y que en realidad su muerte en la cruz fue más bien causada por su rebelión contra el sistema y no por la necesidad de proveer un sacrificio expiatorio para nuestra salvación, pues parece que hay que decir sí y amén. Es más, como el teólogo-historiador de turno sea famoso, lo más probable es que miles de fieles poco formados, bienintencionados o simplemente despistados se sientan “ayudados en su fe” por la obra de dicho personaje. Por supuesto, cabe preguntar de qué fe hablan. Sin duda no es de la fe católica, pero a estas alturas parece que eso importa poco.
Cuando Cristo preguntó a sus apóstoles “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (Mt 16,15), no les estaba haciendo una pregunta retórica. Ni mucho menos. Cristo sabía que sobre su persona había mil teorías. Pero para esa pregunta sólo había una respuesta. La dio Pedro, sobre cuya fe y persona edificó el Señor su Iglesia. Resulta realmente deprimente y espiritualmente repugnante que teólogos que presumen de ser católicos hayan caído en la bazofia propia del protestantismo liberal a la hora de responder a esa misma pregunta de Cristo. En vez de exponer las razones que los datos históricos nos ofrecen para confirmar al Cristo de la fe, buscan por todas partes argumentos para atacarle. De hecho, esconden al pueblo católico la existencia de una verdadera ciencia histórica que no contradice la fe.
Espero que cuando este post se publique, haya desaparecido de Ecclesia un artículo sobre la figura de San José, que incluye un ataque frontal al dogma católico sobre la virginidad de María(1). Lo firma Luis Fernández de Eribe y cita un libro de Giuseppe Barbaglio, publicado por la editorial Secretariado Trinitario de Salamanca. La cita es la siguiente:
BARBAGAGLIO, G.; Jesús, hebreo de Galilea, Investigación histórica. Secretariado Trinitario, Salamanca 2003, p. 129-130: En conclusión, comparto lo que ya hace muchos años escribió M. Goguel: «Para la historia no existe el problema de los hermanos de Jesús; sólo existe para la dogmática católica (La Vie de Jésus, París 1932, 243). Los dos planos deben mantenerse rigurosamente separados: el dato histórico bastante probable, por no decir cierto, de los hermanos uterinos de Jesús no tiene ninguna legitimidad para proponerse como destructor del dogma de fe; quizás pueda inclinar a «comprender» la creencia en la virginidad post partum de María, purificándola en tal caso de las escorias de una lectura fisiológico-naturalista. Por su parte, la creencia de fe no puede erigirse en juez inapelable en una cuestión histórica.
Yo creo que no hacen falta demasiados comentarios. La cita se explica por sí sola. Resulta burdo el intento de salvar la cara ante el dogma de la virginidad de María hablando de una purificación de sus escorias fisiológico-naturalistas. Que manda narices la cosa. Para esta gente la virginidad de María no tenía un componente fisiológico. Hacen lo mismo con la resurrección de Cristo. Le quitan su carácter “corporal” y se quedan tan frescos.
La Iglesia tiene que decidir de una vez por toda qué es lo que hace con este tipo de material. Estos historicistas incrédulos y deconstructores de la fe sencilla del pueblo de Dios pretenden hacernos creer que la Historia es como la Física, la Química o las Matemáticas: una ciencia exacta. Pues no, señores, no. Con unos mismos datos históricos, un historiador llega a unas conclusiones y otro a las contrarias. Y si son buenos, sabrán argumentar muy bien sus posturas. Ahora bien, lo normal, lo lógico, lo esperable de un autor católico dedicado a estas lides es que se ajuste a la fe católica a la hora de abordar cualquier tipo de aproximación histórica a la figura de Jesús, de su Madre, de San José y de cualquier asunto relacionado con nuestras creencias. Lo que no tiene perdón de Dios es que sean autores católicos los que den armas a los apologetas del protestantismo liberal, del agnosticismo y del ateísmo. Y tampoco tiene perdón de Dios que se usen cátedras, editoriales y medios de comunicación propiedad de la Iglesia para semejante labor. ¡Basta ya!
Luis Fernando Pérez
(1) La fórmula aeipartenos, siempre virgen, aparece ya en el siglo IV en Alejandría (Dídimo, San Atanasio), y entra de lleno en la Tradición patrística de la Iglesia. Paulo IV, en 1555, enumerando los fundamentos de la fe católica, condena a quienes dicen “que la santísima virgen María no permaneció siempre en la integridad de la virginidad, a saber, antes del parto, en el parto y perpetuamente después del parto” (Denzinger 1880). Y así lo ha seguido enseñando la Iglesia continuamente como dogma hasta nuestros días. Pablo VI, en el Credo del Pueblo de Dios, de 1968, poco después del concilio Vaticano II, afirma: “creemos que la Bienaventurada María permaneció siempre Virgen” (nº 14).
¡¡Ya han retirado el artículo!!