Datos significativos en relación a los abusos sexuales dentro de la Iglesia
Monseñor Charles Scicluna es, para que se entienda bien, el responsable directo en Roma de tratar los casos de abusos sexuales cometidos por sacerdotes católicos en todo el mundo. Por supuesto tiene por encima al cardenal Levada y al mismísimo Papa, pero él se encarga del “día a día” en esta materia. Por eso resulta muy importante leer lo que ha declarado al diario Avvenire, propiedad de la Conferencia Episcopal Italiana (allá los obispos no se cargan sus medios de comunicación).
De lo dicho por Monseñor Scicluna, sólo estoy en ligero desacuerdo con la idea de “alentar” a los obispos a que animen a las víctimas a denunciar ante la justicia civil a sus abusadores. Creo que eso debería ser algo más que un consejo y convertirse en una directiva. Luego las víctimas harán o dejarán de hacer, pero el obispo habrá cumplido con su papel. Con el resto de las declaraciones del Promotor de Justicia de la CDF estoy plenamente de acuerdo.
De la entrevista salen datos bien interesantes. Por un lado, Monseñor Scicluna explica bien en qué consiste la famosa y polémica Crimen Sollecitationes, texto que algunos decían que era una herramienta de la Iglesia para tapar este tipo de escándalos. Lo explica de forma impecable:
Una mala traducción en inglés de ese texto dio pábulo a que se pensara que la Santa Sede imponía el secreto para ocultar los hechos. Pero no era así. El secreto de instrucción servía para proteger la buena fama de todas las personas involucradas, en primer lugar las víctimas, y después los clérigos acusados, que tienen derecho –como cualquier persona- a la presunción de inocencia hasta que se demuestre lo contrario. A la Iglesia no le gusta la justicia concebida como un espectáculo. La normativa sobre los abusos sexuales no se ha interpretado nunca como prohibición de denuncia a las autoridades civiles.
Y son también altamente significativos los datos REALES sobre los tres mil casos que Roma ha tratado:
Podemos decir que “grosso modo” en el 60% de esos casos se trata más que nada de actos de “efebofilia”, o sea debidos a la atracción sexual por adolescentes del mismo sexo, en el otro 30% de relaciones heterosexuales y en el 10% de actos de pedofilia verdadera y propia, esto es, determinados por la atracción sexual hacia niños impúberes.
Ante esos números, aquellos que han hecho énfasis en que este es un problema que tiene mucho que ver con la homosexualidad, tienen razón. Y los que dicen lo contrario, se equivocan. Salvedad sea hecha de los verdaderos casos de pedofilia, que son un 10%, aquellos en los que hay una relación homosexual con un adolescente doblan al de los que la víctima ha sido una menor. Se vuelve a conformar la necesidad de evitar la llegada al seminario y la ordenación de aquellos que, según el catecismo, sufren el desarreglo objetivo de la homosexualidad. Nos evitaremos muchos sufrimientos en el futuro.
Por último, conviene hacer notar que todo el dolor que la Iglesia está padeciendo con estos escándalos, que por otra parte es mucho menor que el que sufrieron las propias víctimas, está sirviendo para que la misma haga lo que ninguna otra institución va a hacer: tomar las medidas necesarias para atajar ese mal. Este purgatorio nos va a purificar de verdad. Y aunque, dado que la naturaleza humana es la que es, resultará imposible evitar que en el futuro aparezcan pedófilos y abusadores entre el clero, parece obvio que los errores cometidos en el pasado quedarán en el lugar que les corresponde: la historia. Debemos felicitarnos por ello.
Luis Fernando Pérez