Si de verdad quisieran a Pagola...

El dato lo he dado en alguna ocasión, pero creo que conviene hacerlo público de forma más notoria. José Antonio Pagola lleva sumido en una depresión desde hace meses. De tal manera que necesita ayuda profesional para tratarla. Y si alguien piensa que está causada sólo por la polémica sobre su libro, se equivoca, aunque es obvio que todo lo ocurrido tras la publicación de su controvertida obra influye en su actual estado.

Hace meses, cuando supe lo que estaba ocurriendo, dije que el mejor favor que le podían hacer a Pagola aquellos cercanos a él era “dejarlo pasar”. Es decir, cuanto más jaleo hicieran, peor para él. Pero también aventuré que darían pasos en el camino opuesto a lo que el sentido común dictaba. Y no me equivoqué.

El primero que le hizo un flaquísimo favor fue monseñor Uriarte. En vez de apoyarle de forma sensata, ayudándole a superar el trago de que su obra fuera cuestionada desde la CEE -lo cual fue mucho mejor para él que si le hubieran cuestionado desde Roma-, pero sin enfrentarse a la propia CEE y a la Congregación para la Doctrina de la Fe, se tiró a la piscina dando un nihil obstat que le habían pedido de forma expresa que no diera. El caso Pagola se convirtió entonces en el caso Uriarte, pero con el teólogo vasco todavía dentro de un huracán que no le venía nada bien a su estado anímico.

La llegada de monseñor Munilla a San Sebastián ha coincidido con la decisión de PPC de retirar la última edición del “Jesús” de Pagola. Hay quienes quieren enredar al nuevo obispo guipuzcoano en este jaleo. Pues lo llevan claro. Desde luego él no va a retirar el nihil obstat de Monseñor Uriarte. Un obispo no puede pisar de esa manera a su antecesor aunque le asista la razón para hacerlo. Esa decisión, si finalmente se toma, le corresponde a Roma. Ahora bien, tampoco creo que sea sensato pensar que don José Ignacio -aparte de alguna entrevista personal para mostrar cercanía pastoral con el teólogo- vaya a seguir los pasos de don Juan María en el intento de salvar lo que no puede ser salvado. Si el libro de Pagola, revisión incluida, está siendo examinado en Roma, lo normal, lo lógico, lo eclesial, lo de sentido común, es esperar a que Roma se pronuncie. Y si los “pagolistas” de verdad quieren a Pagola, se abstendrían de seguir montando numeritos. Ni el cardenal Rouco ni monseñor Martínez Camino tienen nada que hacer o dejar de hacer. Les acusan a ellos cuando ellos no están allá donde se tomarán las decisiones sobre la obra del teólogo vasco. De hecho, el “caso Pagola” es caso cerrado desde el punto de vista de la Iglesia en España. Lo que a Roma va, en Roma queda hasta que Roma quiera.

Si insisten en saber las razones por las que PPC ha retirado el libro, quizás se pueden llevar una sorpresa. Hay mar de fondo que va mucho más allá de esta obra y de este teólogo. Yo tengo ya una opinión formada sobre la verdad de lo ocurrido y por qué ha ocurrido, pero me la reservo. Sabiendo como son los cómplices y valedores mediáticos y eclesiales de la secularización interna de la Iglesia, es cuestión de tiempo que todo salga a la luz. No me creo que acepten la realidad que se está imponiendo así que volverán a montar un pollo. Da igual. Las reglas y el sentido común se van a cumplir, siquiera sea por primera vez en cuarenta años. El que quiera llevar la vitola de católico, tendrá que obedecer a quien tiene la autoridad en la Iglesia. Si les gusta, bien. Si no, también. Y esa autoridad sabrá hacer uso de caridad para que nadie resulte dañado más allá de lo necesario. Es cierto que a algunos nos gustaría más contundencia, pero no debemos caer en el error de empujar en demasía a quienes ya han puesto en marcha el carro de la reforma. Si nosotros les hacemos caer, ¿quién tirará de ese carro?

Luis Fernando Pérez