2010, ¿año de transición?
El año 2010 de la era cristiana acaba de dar su primer paso. Quedan por delante 365 días cuyo “contenido” ignoramos, aunque deseamos que sean buenos para la Iglesia, para nuestras familias y para nuestras respectivas naciones. De momento, tenemos todo un Año Santo compostelano por delante, fuente de gracia abierta para saciar la sed de Cristo de un país que desgraciadamente no parece ser muy consciente de estar sediento. Allá para agosto tendrá lugar, precisamente en Santiago, el Encuentro Internacional de la Familia, que servirá para dar testimonio, una vez más, del papel fundamental que debe jugar en el futuro esa institución creada por Dios. Los que me conocen saben mi poca querencia hacia este tipo de encuentros especiales, jornadas, semanas, etc, pero si la Iglesia cree que valen de algo además de para decirnos los unos a los otros lo mucho que creemos en lo que creemos, pues adelante con ellos. Se ha sugerido la posibilidad de que el Papa visite Santiago para esos días. No sería un viaje muy agotador para quien, no lo olvidemos, está ya en una edad en la que más le vale que se tome con mucha calma sus salidas fuera de Roma. En cualquier caso, si viene, bienvenido sea.
El año 2010 será el de la nueva ley del aborto. Se va a legalizar lo que lleva años siendo una realidad: el aborto libre. Con el agravante de que se lo considerará como un derecho. El plan de ingeniería social zapateril va llegando a su estación de término, aunque todavía le queda un buen trecho por recorrer. Yo sospecho que Zapatero pisará el acelerador si ve que puede perder las próximas elecciones. De ser así, tras el aborto llegará la eutanasia y, sobre todo, el pisoteo definitivo del derecho los padres a elegir el tipo de educación para sus hijos. Creo que aquellos que se pusieron de perfil ante la EpC van a comprobar aquello de que “Roma no paga traidores". Y no hablamos de la Roma eclesiástica, precisamente. Ésta, curiosamente, acoge en su seno a esos traidores, conformándose con llamarles la atención de vez en cuando.
La nueva ley de libertad religiosa está también llamando a la puerta. Y no precisamente a la puerta abierta ayer por Monseñor Julián Barrio. Me temo que la libertad religiosa en manos de Zapatero y sus correligionarios sea algo así como la democracia en manos de Stalin o Hitler o el Catecismo en manos de Masiá, Tamayo y Castillo. Probablemente pretenderán meter la fe católicas en los templos para encerrarla allí con un candado de siete llaves. No hay más que ver la actividad de esos grupejos de indeseables que llamándose iglesia de base o coordinadora de mil nombres van marcando el camino al gobierno. Son la avanzadilla del totalitarismo laicista dentro de la Iglesia. Iglesia que, vuelvo a decir, parece incapaz de hacer gran cosa para librarse de esas escamas muertas. Escamas que no sólo la afean externamente, sino que hacen que se extienda por la misma un olor a pescado podrido muy desagradable. Necesitamos determinación en los pastores y en los fieles para tirar la basura al vertedero y para perfumar luego la Iglesia con el incienso de la sana doctrina y la fidelidad plena a Cristo y su evangelio. Si no hacemos tal cosa, estamos atados de pies y manos para combatir la buena batalla de la fe.
En cuanto a la situación económica y política de España y del mundo, no parece que debamos ser especialmente optimistas. Zapatero sabe de economía lo que yo de física cuántica y está tan ideologizado que no se puede descartar que acabe por arruinar el país aumentando la deuda pública hasta extremos insostenibles. Por otro lado, España está cerca de saber cuál es la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el “estatut” de Cataluña. Como quiera que pienso que la constitución hace tiempo que ha pasado a más vida y como soy de los que opino que la justicia española, en sus más altas instancias, es una prostituta que se vende al mejor postor político, me importa relativamente poco dicha sentencia. Además, hace tiempo que llegué a la conclusión de que el estado de las autonomías es incompatible con la unidad de este país, así que si una de ellas da un paso firma hacia la independencia, no habrá ocurrido otra cosa que la consecuencia natural de un error que empezó en la Transición y que se institucionalizó por la cobardía y actitud traidora hacia la nación española de los dos partidos mayoritarios, que no han dudado -ni dudarán- en aliarse con los partidos nacionalistas que quieren la desaparición de España. ZP y Rajoy, el PSOE y el PP, son la cara y el reverso de las treinta monedas de plata que sirven para traicionar a este país. Y con el Rey como testigo mudo. Sólo espero que esto no acabe en una balcanización violenta de la piel de toro.
Acabo haciendo una apuesta que espero perder, pero me temo que ganaré. Me refiero a la presencia mediática de los grupos provida. Salvo que Zapatero tenga tanta prisa que quiera aprobarnos la eutanasia en este mismo año, me apuesto pincho de tortilla y caña a que una vez aprobada la ley del aborto, la presencia mediática de los defensores de la cultura de la vida quedará reducida al mínimo. Si acaso, seguirá presente en portales como este. Poco más. No será algo novedoso. Fue lo que ocurrió cuando se aprobó la primera ley del aborto. Mucho jaleo antes de la ley, silencio cuasi absoluto después. Y es que parece que los católicos españoles sufrimos el efecto de la gaseosa. Cuando se abre la botella, saltan las burbujas. Al cabo del tiempo, no hay quien se la beba. Está muerta. Las excepciones a esa realidad, por muy numerosas que puedan parecer, confirman la regla. Y eso sólo se soluciona armando jaleo, agitando de nuevo la botella y, sobre todo, rogando a Dios para que de las cenizas vuelva a brotar el fuego de su Espíritu.
Luis Fernando Pérez