Llega a Asturias un buen pastor

Hoy es un día de sentimientos un tanto agridulces para mí. Quien ha sido el obispo de mi diócesis en los últimos 6 años se va a un nuevo destino decidido por Benedicto XVI. De Huesca y Jaca a Oviedo. De ser obispo a arzobispo, lo cual supone que recibirá el palio de manos del Papa. O sea, dentro de eso que se llama carrera eclesial, es un gran paso. Y estoy convencido de que no será el último, pues parece obvio que don Jesús está llamado a ser una de las figuras más importantes de la Iglesia en España en la era post-Rouco. Pero no es eso de lo que quiero hablar ahora.

Cuando don Jesús llegó a tierras oscenses, la realidad eclesial que se encontró no era precisamente la más deseable. No conozco la diócesis Jaca pero sí la de Huesca de monseñor Osés. Y esta era un páramo vocacional, con un monopolio casi exclusivo de la Acción Católica en el ámbito de los movimientos eclesiales y con un jaleo interno no pequeño debido a la reciente creación de una cosa que se llamaba unidades pastorales, con traslados sacerdotales incluidos. Todavía no entiendo muy bien a cuento de qué venía aquello, existiendo los arciprestazgos. En todo caso, en mis primeros años en Huesca pasé un tiempo bastante entretenido asistiendo a reuniones y más reuniones en las que sobraban las buenas intenciones y faltaba la capacidad de hacer cosas verdaderamente útiles. Lo dije hace unos días y lo vuelvo a decir. Si el modelo de Iglesia que representaba monseñor Javier Osés es el “genuinamente conciliar", tal y como sostiene el sector progre, los resultados no pueden ser más desalentadores. La juventud oscense estaba alejada casi por completo de la Iglesia y la sensación de estar ante una barca que se movía sólo por la inercia de las mareas era evidente.

¿Qué ha cambiado durante los seis años de pontificado de monseñor Sanz Montes? Pues poco y mucho a la vez. Poco, porque muchas de las querencias propias de esta diócesis presentes antes de su llegada siguen ahí. Mucho porque creo que se han puesto las bases para un cambio que llegará a medio o, más bien, largo plazo. Por ejemplo, el seminario vuelve a estar en Huesca y cuenta con 7 seminaristas. Sí, son de fuera de Huesca e incluso de fuera de España, pero son seminaristas. O sea, jóvenes dispuestos a servir al Señor como sacerdotes de esta diócesis. Algunos que no entendían esa medida, ahora comprenden que era necesaria. Don Jesús no es un taumaturgo capaz de hacer abracadabra para que salgan 10 jóvenes oscenses dispuestos a ser sacerdotes. Basta con que haya sido un obispo capaz de entender que o importábamos vocaciones de fuera o esta diócesis iba derechita hacia el colapso. Soy de la opinión de que gran parte del alma de una diócesis reside en su seminario. Así que aunque tan solo fuera por el interés que don Jesús le ha prestado al mismo, que se traduce también en procurar a los seminaristas una buena formación, su episcopado ha valido la pena.

En relación al trato con la gente, lo que yo he podido comprobar es que monseñor Sanz Montes sabe ser un obispo cercano. Quizás no tenga el carisma personal que, al parecer, tuvo monseñor Osés, pero está muy lejos de ser como ese tipo de prelados que tienen problemas a la hora de “mezclarse” con el pueblo llano. Permítaseme decir al menos que en el pueblo de mi suegro, Pallaruelo de Monegros, la impresión que causó don Jesús fue magnífica. Y yo me fío “muy mucho” de lo que dicen las gentes de Pallaruelo.

No quiero entrar en los detalles de mi relación personal con don Jesús, pero no puedo por menos que afirmar que lo que ha hecho por mi familia es algo que jamás olvidaré. De tal forma que aunque él se va de aquí, para mí siempre será “mi obispo", esté donde esté. Sin que eso suponga, por supuesto, que no considere como tal a quien sea su sucesor. Pido a Dios que sea alguien que sepa dar continuidad a la labor del obispo franciscano.

En definitiva, a Asturias llega un buen obispo. O mejor dicho, un buen arzobispo. Que nadie piense que va a entrar allí como un burro en una cacharrería. Hará lo mismo que aquí. Contemplará el panorama, aprenderá lo que puede y lo que no puede hacer y, con prisa pero sin pausa, tomarás las medidas que ayuden a esa iglesia local a avanzar por la buena senda, de tal forma que cuando llegue el día en que tenga que abandonar Asturias, la Iglesia de allá estará en mejores condiciones que las que tiene ahora a su llegada. Del clero y de los fieles asturianos dependerá el buen aprovechamiento de la gracia que Dios les da concediéndoles este pastor.

Pax et bonum,
Luis Fernando Pérez