Nueva etapa para la Iglesia en Sevilla
Los oficialistas querrán vender lo ocurrido en Sevilla como algo normal, pero que a todo un señor cardenal le acepten la renuncia por edad en menos de tres meses es ciertamente significativo. Como significativo fue que le nombraran un arzobispo coadjutor, que ahora pasa a ser el ordinario con mando en plaza. Se quiera o no, algo grave tuvo que ver Roma en la archidiócesis hispalense para que mandaran a monseñor Asenjo a ir conociendo el percal y ahora no hayan esperado ni cien días tras el 75 cumpleaños del cardenal para ponerle al frente de esa iglesia local.
Se puede especular, y mucho, sobre las causas concretas de la acción de la Santa Sede, pero yo creo que lo que ahora toca es mirar para adelante, desearle al nuevo arzobispo la mejor de las suertes y al ya cardenal emérito el mejor de los retiros, alejado del mundanal ruido del gobierno diocesano. Hacer leña del árbol caído no tiene sentido.
Monseñor Asenjo ha tenido casi un año para saber a qué se enfrenta. Sevilla tiene un color especial, como todo el mundo sabe, pero al fin y al cabo no deja de ser una diócesis más. Si se mima el seminario, con buenos formadores y poniendo énfasis en que se logre un adecuado discernimiento vocacional, si se actúa con tiento y sabiduría en el complejo pero esencial mundo de las cofradías, si se sitúa a lo mejor del clero en los puntos claves de la archidiócesis, es cuestión de tiempo que la salud espiritual de la iglesia sevillana, que no sé si es mejor o peor que la de otras, mejore ostensiblemente. Está demostrado que un buen obispo no lo puede hacer todo, pero sí mucho y bien. Y en una diócesis tan grande es fácil encontrar veinte o treinta sacerdotes de los que no haya sombra de duda sobre su fidelidad a la Iglesia en doctrina, liturgia y pastoral. Y con esto no digo que el resto sean dudosos. En Sevilla hay de todo como en todas partes. Pero bien sé que existen y existirán diócesis pequeñas donde al obispo le sobran dedos de las dos manos para contar los presbíteros que están en plena comunión, más allá de la nominal y la canónica, con él. Monseñor Asenjo no debería de tener ese problema.
Hay quienes consideran una injusticia lo que se ha hecho con el cardenal Amigo. Pero sinceramente, una vez nombrado coadjutor, no tenía mucho sentido prolongar la transición. No creo que en este año haya pasado nada que pueda haber precipitado la aceptación de la renuncia. O, por decirlo de otra manera, el destino del cardenal se decidió cuando se optó por nombrarle un coadjutor. En todo caso, don Carlos va a seguir siendo cardenal elector hasta que cumpla 80 años. Y ahora va a tener mucho más tiempo libre para hacer lo que le apetezca. Desde dar retiros a monjas y frailes hasta escribir artículos, ensayos o lo que se tercie. Yo sólo espero que no transite la senda del cardenal Martini, que lleva cierto tiempo siendo más un estorbo que otra cosa. Es bueno saber reconocer cuándo llega el tiempo de pasar a un segundo plano. Y ese tiempo ha llegado ya a este fraile franciscano que ha alcanzado el honor de ser príncipe de la Iglesia. Que Dios le ayude a adaptarse a las nuevas circunstancias. Y que conceda a su sucesor la sabiduría necesaria para ser un buen pastor de los centenares de almas que desde hoy están a su cargo.
Luis Fernando Pérez
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