Munilla parriba, Munilla pabajo
Don José Ignacio Munilla, a día de hoy obispo de Palencia, lleva varios días en el disparadero de la rumorología eclesial. Son muchos los que le sitúan como próximo obispo de San Sebastián, diócesis que le vio nacer a la vida y a la fe, diócesis de la que fue sacerdote. Alguno se inventa incluso la noticia de que don José Ignacio habría dado ya el placet a Roma para su nombramiento. Bien, como quiera que yo sí he hablado con él, puedo asegurar que tal cosa no es cierta y que está especialmente molesto de que alguien que se dice periodista mienta de esa manera. El obispo vasco no ha dicho ni sí, ni no, ni todo lo contrario. Sabe lo mismo que el resto, o sea, que se maneja a base de rumores.
De hecho, ya son varias las ocasiones en las que he comprobado que en el asunto de los nombramientos episcopales, por lo general el último en enterarse es el interesado. Y eso, señores míos, no debería de ser así. Yo entiendo, como no podría ser de otra forma, el interés periodístico por estas cuestiones. Las quinielas son inevitables. Las filtraciones no. Y, como las meigas, haberlas hailas, con lo cual uno se pregunta de qué vale eso del secreto pontificio.
Si además los nombramientos se retrasan, la situación en la que quedan los obispos “trasladables” no es fácil de cara a sus diócesis. Por ejemplo, mi obispo, que es de largo el obispo más pluriempleado del episcopado nacional, y dudo que haya otro igual el mundo entero, es obispo de dos diócesis, comisario pontificio de un grupo que ha dado más problemas que un dolor de muelas, presidente de una comisión episcopal para la CEE y responsable de una cátedra en San Dámaso. Pues bien, sin dejar de ser obispo de Huesca y de Jaca, ya le ha dado tiempo a ser cuasi-obispo de Alcalá de Henares, cuasi-obispo de Cartagena, cuasi-obispo de San Sebastián (no sé a quién se le ocurrió semejante martirio para él), cuasi-obispo de Málaga, cuasi-arzobispo de Pamplona, cuasi-arzobispo de Oviedo y cuasi-arzobispo de Valladolid, donde, dicho sea de paso, sospecho que irá si es que va a algún lado. Es más, hay quien dice que fue en la terna para Toledo. Yo ni lo sé ni me importa. Lo que sí me importa es que los diocesanos oscenses llevemos 2-3 años pensando que nos llevan el obispo a otro lado. No es una situación agradable.
Con monseñor Munilla parece que sus traslados quedan limitados a tres diócesis. Bilbao, Vitoria o San Sebastián. Pero ocurre que lleva en Palencia tan solo tres años. A mí no me parece serio que un obispo se quede en una diócesis tan poco periodo de tiempo. Me da lo mismo que sea la de Palencia en España o la de Chachapoyas en Perú. Es más, creo que debería de establecerse un tiempo mínimo de presencia de un obispo en una diócesis. Por ejemplo, diez años. Eso serviría para aplacar las aspiraciones carrerísticas de los que puedan existir con interés en servirse del episcopado para intereses no especialmente beatíficos y ayudaría a los buenos obispos a ser conscientes de que tienen por delante tiempo y espacio para hacer la tarea pastoral que les corresponde. Además, daría estabilidad a las diócesis pequeñas, que en ocasiones parecen no ya las hermanas pobres de la familia, sino las tontas del bote a las que se usa cual sparring para entrenar a los buenos boxeadores o como trastero para aparcar a los que no valen mucho. Al fin y al cabo, y aunque es obvio que hay diócesis más importantes que otras, tan necesario es un buen obispo en Madrid como en Guadix, a menos que pensemos que los fieles de Guadix son menos dignos que los de Madrid.
Volviendo al “caso Munilla", en mi opinión debería de quedarse en Palencia al menos un par de años más. Y de ir al País Vasco, mejor que vaya a Vitoria o a Bilbao (si sale monseñor Blázquez) que a San Sebastián, donde me huelo que un sector del clero, apoyado por esa mancha del episcopado español de cuyo nombre no quiero acordarme, le pondría las cosas bien difíciles. Y no es que piense que don José Ignacio no podría manejar esa situación. Sin duda es capaz de eso y de más que le echen, pero creo que la necesaria transición en la diócesis guipuzcoana debe de pasar antes por un episcopado de moderación, como el que podría representar monseñor Asurmendi, actual obispo de Vitoria, al que no se le conocen ínfulas ultranacionalistas y que no parece el capellán del PNV a diferencia de lo que sí le ocurre a otro de cuyo nombre tampoco quiero acordarme. Tiempo habrá de que don José Ignacio, como monseñor Iceta, pueda ser profeta en su tierra. En breve cumplirá 48 años, así que le quedan por delante 27 de episcopado antes de su jubilación. En todo caso, irá donde el Papa quiera que vaya. Tengo pocas dudas de que el Santo Padre es consciente de que San Sebastián es una de esas diócesis donde no puede limitarse a firmar sin más lo que le llegue de la congregación para los obispos, por mucho que confíe en la misma.
Luis Fernando Pérez