Pepe Bono, apóstol del socialismo

Don José Bono es un político ciertamente interesante. Presidente de Castilla La Mancha durante seis legislatura consecutivas, estuvo en un tris de convertirse en el secretario general del PSOE pero, no sé si para bien o para desgracia de España, le ganó José Luis Rodríguez Zapatero. Como bien sabrá el lector español, luego fue ministro de defensa para, tras una breve ausencia de la política nacional, ocupar el tercer cargo de mayor relevancia institucional en este país: presidente del Congreso de los Diputados.

Si Bono fuera un político socialista más, ateo, agnóstico o católico no practicante, sus declaraciones no dejarían de ser unas más entre tantas. Pero muy al contrario, el manchego se presenta a sí mismo como cristiano y católico. De hecho, es conocida su amistad personal con altos jerarcas de la Iglesia Católica, alguno de los cuales ha declarado que es un gran político.

La trayectoria católica de Bono es, cuanto menos, peculiar. Cuando el zapaterismo se dedicó a poner en marcha su fábrica de ingeniería social, Bono se dedicó a administrar el nihil obstat católico-progre. Por ejemplo, apoyó el matrimonio gay aludiendo a que a Dios no le importaba gran cosa lo que los hombres hacían de cintura para abajo, argumento teológico de altura como todo el mundo puede comprobar. Y fue él quien contribuyó no poco a la escandalera mediática que provocó que el cardenal arzobispo de Madrid decidiera que podían seguir siendo sacerdotes de su archidiócesis los curas de Entrevías, cuyos abusos litúrgicos y sus desviaciones doctrinales tuvieron como “castigo” el pasar de regir una parroquia a dirigir un centro pastoral, con los mismos fieles, el mismo lugar de culto, etc.

De entre todos los obispos españoles habidos y por haber, el único que le ha plantado cara públicamente a don José Bono fue el por entonces obispo de Mondoñedo-Ferrol, hoy emérito, monseñor Gea Escolano. Fuera de él, ni cardenales, ni arzobispos, ni obispos, titulares o auxiliares, han sido capaces de decirle en la cara o públicamente que sus opiniones chocan radicalmente contra la fe de la Iglesia.

Es posible que esa pasividad eclesial ante los desvaríos doctrinales de ese apóstol del socialismo-católico sea la causa de que Bono se sienta cada vez con más fuerza para leerle la cartilla a los obispos en relación a la fe cristiana. Por ejemplo, si los obispos dicen que los políticos católicos no pueden apoyar una ley abortiva, él va y dice que antes que la conciencia está la disciplina de partido. La cosa tiene su guasa, porque se sea católico o no, es fácil comprender que lo que Bono está planteando es que este país no es una democracia, sino un sistema en el cual “el Partido", al estilo de la antigua Unión Soviética, marca lo que tienes que decir, lo que tienes que votar y lo que tienes que pensar. Que ese partido se llame PSOE o PP da igual.

Dice Bono que “somos muchos los cristianos que aspiramos a seguir a Cristo, no al obispo Martínez Camino". O sea, para ese farsante demagogo que engaña a todos pretendiendo ser cristiano, aspirar seguir a Cristo implica que uno debe de obedecer antes al César (el partido) que a los apóstoles (o sus sucesores). Pero el drama para la Iglesia Católica en España no estriba en que este tipo diga eso. No, el drama está en que la Iglesia le permite seguir comulgando tras decir eso. Si de una vez por todas se dijera de forma clara y rotunda que este señor quedaba apartado de la comunión eclesial, el mensaje lanzado a la sociedad, y a los votantes que valoran en algo su condición de católicos, sería claro. Polémico, pero claro. Pero no hay valor de hacer eso. Bono seguirá soltando paridas y la mayoría de los obispos mirando para otro lado, con algún cardenal abrazándole como si fuera un tío grande. Claro que a lo mejor me equivoco y salen dos o tres a decir algo. Pero serán eso: dos o tres. Una minoría ínfima. Como en su día lo fue Gea Escolano.

Pues créanme, señores obispos, si les digo que, moralmente hablando, José Bono es infinitamente más peligroso que Zapatero. Zapatero sabemos que es un rojo utópico, anticlerical y masón o filomasón. Bono habla desde su pretendida condición de cristiano y católico. Si al menos ustedes le retiraran la condición de católico, y está en sus manos hacerlo, nos evitarían a los católicos de este país tener que pasar por la vergüenza de compartir la comunión con quien se mofa de ustedes, de toda la Iglesia y de Cristo.

Luis Fernando Pérez