A veces es necesaria la división
Es evidente que a la hora de defender determinados valores, la unidad es un valor fundamental. Pero aun es más claro que cuando dicha unidad salta por los aires, el valor defendido sigue teniendo la misma validez. Es más, a veces viene bien la división si es que sirve para aclarar dónde está cada cual. San Pablo, que se hartó de pedir a los fieles que fueran de un mismo pensar y de un mismo parecer, dejó un lugar para la división: “Pues, ante todo, oigo que, al reuniros en la asamblea, hay entre vosotros divisiones, y lo creo en parte. Desde luego, tiene que haber entre vosotros también disensiones, para que se ponga de manifiesto quiénes son de probada virtud entre vosotros” (1ª Cor 11,18-19). Es decir, de la bronca se pueden sacar cosas positivas, como por ejemplo el comprobar quién sirve de verdad al bien y quién se sirve del bien para sus propios intereses.
A favor de la defensa de la vida, los organizadores de la manifestación del 17-O consiguieron mantenerse más o menos unidos precisamente hasta el día en que centenares de miles de españoles dieron en Madrid una lección al resto del país. Pero muchos supimos lo que estaba ocurriendo detrás de las bambalinas. Por responsabilidad, por fidelidad a una causa que merece la pena como pocas, muchos decidimos no contar lo que pasaba. Y si no muchos, al menos este medio de comunicación, conmigo como director y de acuerdo con el consejo de redacción, decidió permanecer en silencio. Pero ha llegado un momento en que no se puede seguir ocultando la verdad. La razón es obvia: la verdad siempre nos hace libres, siempre nos lleva al bien. Ocultar la verdad, taparla, esconderla cuando no nos gusta para que no cause daño, sólo sirve para que luego el daño sea mayor. Y creo que desde InfoCatólica buscamos no sólo la verdad sino una forma de contarla que sea lo más útil para los ideales que defendemos. Por ejemplo, el titular y el tratamiento que damos a la ruptura entre HazteOir y el Foro Español de la Familia no tiene nada que ver con el que han dado aquellos que sirven al mal desde medios de comunicación que, diciéndose cristianos, son instrumentos de la mentira, de la salsa rosa eclesial y de la anti-Iglesia. Ellos, que se arrodillan como cobardes o que sirven como cómplices a los directores de la ingeniería social anti-cristiana que se nos impone desde el poder, parecen disfrutar al ver como los que luchan contra el aborto discuten entre sí. La miseria humana de los que trabajan por el bien es la gloria de esa bazofia periodística y pseudo-eclesial. Pues nada, que disfruten.
Si somos conocedores de la Escritura, sabremos que en la misma no se esconden las peleas y discusiones que tuvieron incluso entre los apóstoles, hombres de fe que se jugaban la vida por difundir el evangelio. Pues bien, en la pelea entre los organizadores de la manifestación del 17-O no hay apóstoles. No hay tanta santidad como en el colegio apostólico. No tiene por tanto nada de particular que se enfrenten y que nosotros informemos de sus desavenencias. Al fin y al cabo, quizás ahora se den cuenta de la repercusión que tiene el haber sido incapaces de ponerse de acuerdo. Que aprendan la lección, se reúnan de nuevo y trabajen conjuntamente. Y si no son capaces de dejar a un lado sus miserias humanas, entonces es que no valen para esto. Que lleguen otros y ocupen su lugar. Para mí eso es más importante que discutir sobre quién tiene razón. Al fin y al cabo, el tiempo acaba poniendo a cada cual en su sitio. Quien se haya metido en esta guerra contra la cultura de la muerte para obtener un beneficio personal, puede que reciba sus treinta monedas de plata pero antes o después acabará colgado del árbol de la ignominia social. Y quien llega para servir, sólo para servir y nada más que para servir -quizás es lo que ocurre incluso entre los que ahora rompen relaciones- acabará brillando con luz propia. Los nombres no los pongo yo. Los pondrá, como he dicho, el tiempo.
Luis Fernando Pérez