17-O, un éxito rotundo
Ha sido un éxito. La manifestación de ayer en Madrid ha superado las expectativas de muchos, incluidas las mías, que no teníamos claro que los organizadores consiguieran reunir a centenares de miles de personas. Comparada con cualquiera de las grandes manifestaciones de la derecha social de la legislatura pasada, la de ayer no tenía nada que envidiar a la más concurrida de ellas. Así que, si hubiéramos de calificar la manifa tan sólo por su nivel de asistencia, la nota rozaría el sobresaliente. Respecto al número total de asistentes, estamos en lo de siempre. Unos tiran por lo alto y otros hacen el ridículo diciendo que allí había menos gente que en el Bernabeu en un Madrid-Barça. Pero nadie puede negar lo que nuestros ojos han visto. La calle llena de gente desde Sol hasta la Puerta de Alcalá, con muchísima gente a izquierda y derecha de Cibeles, ya sea en dirección Atocha o a Plaza de Castilla. Si ahí estaban solo unas cuantas decenas de miles de personas, entonces en este país no ha habido una sola manifestación que haya superado las 200.000.
Pero por encima incluso del número de asistentes, creo que se puede hablar de un gran éxito por el ambiente festivo y de alegría de la marcha. Defender la vida merece la pena. Y que lo hagan familias repletas de niños pequeños y no tan pequeños, así como grupos de adolescentes y de jóvenes -fueron muchísimos-, da cierta esperanza sobre el futuro de este país. Son ellos los padres de la España del futuro. Los adalides de la cultura de la muerte son estériles. No tienen hijos y cuando los tienen, los suelen considerar más como un estorbo que como una bendición de Dios. Ellos representan la España negra, la que traiciona su verdadera esencia, la que ha entrado en una ruta suicida a toda velocidad. Ayer vimos a una gran representación de la buena España, de la España viva, de la España que quiere mirar al futuro sin la sombra de la complicidad con el mayor Holocausto que ha contemplado la Historia de la Humanidad y que se llama aborto.
Dicho eso, no nos olvidemos de que en la manifestación de ayer había políticos a los que sí se puede acusar de complicidad con la masacre abortista. No hace falta que dé los nombres, porque todos sabemos quiénes son. De hecho, ese es el gran drama que tenemos los que creemos que la defensa de la dignidad de la vida humana -¿acaso la vida no es el principal de los derechos?- debe ser el factor más importante a la hora de decidir el voto, cosa esta que espero que algún día digan los obispos de este país, dejando de incluir el derecho a la vida como un “factor más” a tener en cuenta. No hay nadie en el Parlamento que nos represente. Y los partidos políticos extraparlamentarios que defienden el derecho a la vida del no nacido sin excepciones tienen y tendrán, debido a tal y como está montado el sistema, muy pocas posibilidades de llegar a las cortes.
Ayer Benigno Blanco, en un acertadísimo discurso, dijo que no queremos la futura ley ni nos conformamos con la actual. Y aseguró que no pararemos hasta que no haya un solo aborto en España. Pues que así sea, pero me pregunto cómo vamos a conseguir tal cosa si en la Carrera de San Jerónimo no hay quien defienda esas tesis. Pero bueno, tiempo habrá de pensar en ello y de plantear posibles soluciones. Hoy sólo cabe felicitarnos porque hemos dado un ejemplo de civismo poco común. Y conjurarnos para que lo de ayer no sea el final de la lucha contra la cultura de la muerte sino un gran paso, pero uno más, en ese camino que debe llevarnos a convencer a las madres que quieren abortar de que hay un camino mucho mejor para ellas y para sus hijos. Porque mientras la ley sea la que es, los mayores esfuerzos deben centrarse en cambiar la mentalidad del resto de la sociedad en relación con el aborto. En EE.UU ya se ha conseguido que la mayor parte del país esté en contra. Esa es nuestra tarea para España.
Luis Fernando Pérez
Director InfoCatólica