Se busca un San Juan Bautista para decir cuatro verdades sobre Berlusconi
Corría el año 30 después de Cristo, que diría mi amigo César Vidal, cuando en Israel había un rey llamado Herodes que cometió el pecado de liarse con la mujer de su hermano. La cosa no habría tenido mayor importancia si no fuera porque en aquel entonces vivía el mayor profeta en la historia del pueblo elegido. Se llamaba Juan y le apodaban “el bautista” porque predicaba el arrepentimiento y administraba el bautismo por agua para el perdón de los pecados. El bueno de Juan no tenía pelos en la lengua y acusaba al rey de ser un adúltero de tres al cuarto. Y eso al rey no le hacía ni pizca de gracia. El final de esa historia lo conocemos. El profeta acabó con la cabeza cortada y el rey siguió viviendo en pecado.
No fue el primer rey de Israel que había pecado con mujeres. El mismísimo rey David cayó en adulterio con Betsabé y, aún peor, para tapar las consecuencias de su primer pecado -ella se quedó preñada-, cometió un crimen aun más horrendo al ordenar que pusieran al marido de su amante en primera línea de batalla para que le mataran. Entonces también hubo un profeta, llamado Natán, que fue a acusarle de adúltero y asesino, pero la reacción de David no fue la misma que la de Herodes. El hijo de Isaí se arrepintió de su pecado y Dios le perdonó aunque no dejó sin castigo -esa penitencia que los protestantes niegan- su acción.
Estamos pues, ante un mismo pecado, una misma denuncia profética y dos resultados distintos. En un caso, el profeta muere por ser fiel a la verdad. En el otro, el pecador se salva tras escuchar al profeta. Siendo que hoy existen gobernantes como los reyes Herodes y David, la pregunta es: ¿dónde están los profetas que denuncian sus pecados?
Pregunto esto a cuenta del espectáculo dantesco que está dando Berlusconi en Italia. Herodes y David eran ejemplos de castidad al lado de ese mujeriego irredento que no contento con pecar, presume de sus pecados. Pero, oh la láaaa, parece que la separación entre Iglesia y Estado es motivo más que suficiente para que no aparezca ningún Natán ni ningún Juan a decir a la cara a Berlusconi, y ante todo el pueblo, que es un adúltero camino del infierno. Es más, cuando el director de un periódico propiedad de la Conferencia Episcopal Italiana osa atacarle, le ponen en la puñetera calle.
Si Berlusconi fuera un señor cualquiera, propietario de un negocio de venta de electrodomésticos en Milán, su comportamiento sexual quedaría entre él y su señora o, como máximo, entre él y su confesor. Quizás los vecinos comentarían que el golfo de Silvio es cada vez más golfo, pero nada más. Pero no, el GOLFO DE SILVIO es el primer ministro de un país donde la Iglesia juega un papel importantísimo en la sociedad. Su ejemplo moral es asqueroso. Para él las mujeres son instrumentos de placer y poco más. No las ama. Las usa, se vale de ellas, las denigra. Que haya habido consentimiento por parte de las que se han vendido a él por dinero o por la “erótica del poder", no cambia las cosas. Ellas no gobiernan. Él sí.
No digo que el Papa mismo tenga que señalar a Berlusconi con el dedo, aunque tampoco tendría nada de particular que así lo hiciera. Pero pregunto: ¿no habrá en toda Italia un obispo o un sacerdote que diga que es un adúltero, un cerdo y un chulo prepotente? ¿es que la Iglesia se tiene que limitar a cubrir el expediente con un par de declaraciones comedidas de autoridades eclesiásticas?
Hay que dejar a un lado los “respetos institucionales” cuando lo que está en juego es la degradación de la moral pública. Berlusconi es un indeseable que se acuesta con todo lo que se le pone a tiro. Un tipo así no puede ser primer ministro de un país con los votos de los católicos. Si la derecha italiana quiere gobernar, que se busque a un tipo decente. Y si la Iglesia en Italia quiere cumplir su función profética, que llame a las cosas por su nombre y denuncie de forma clara y rotunda la inmoralidad de ese sujeto que está el frente del país. De la nación de Savonarola cabe esperar algo más que lo que estamos viendo.
Luis Fernando Pérez