Es mejor dejar la hoja en blanco que meter la pata

Llevo prácticamente toda la semana intentando escribir sobre un tema difícil, arriesgado, complicado y, posiblemente, superior a mi actual capacidad espiritual, teológica e intelectual. Incluso lo he anunciado estos dos días atrás. Pues bien, por el momento desisto. Como dice el Señor: “Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: `Este comenzó a edificar y no pudo terminar´“(Lucas 14:28-30). Mejor esperar y ganar que precipitarse y perder.

Ocurre a menudo en el mundo de los blogs, que los bloggers se fuerzan a sí mismos a escribir aunque no sepan sobre qué ni para qué. Reconozco que así lo he hecho en algunas ocasiones aunque cada vez tengo más tendencia a, simple y llanamente, dejar pasar un día sin escribir antes que cubrir el expediente recurriendo al “oficio” que se adquiere tras años publicando posts un día sí y otro también.

Ahora bien, lo que sí que no tiene perdón de Dios es forzar la escritura de tal manera que se meta la pata bien metida. Por ejemplo, acabo de leer un post escrito en un blog de otro portal católico en el que el autor, para salvar el buen nombre de un sujeto al que habría que borrar de la memoria del catolicismo del último medio siglo, tiene el cuajo de decir que “hoy la Iglesia no debe mostrar al mundo grandes santos y personas ejemplares, sino hombres débiles que han sido salvados por la misericordia infinita“. Hombre, pues yo juraría que lo que salva al mundo es otra cosa. Por ejemplo dice el Señor: “Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos“(Mt 5,16). Sin embargo, san Pablo recuerda el gran daño que causan los hipócritas, que enseñan la verdad y viven en la mentira: “Tú, en suma, que enseñas a otros, ¿cómo no te enseñas a ti mismo? ¿Tú, que predicas que no se debe robar, robas? ¿Tú, que dices que no se debe adulterar, adulteras?…. Pues escrito está: `Por causa vuestra es blasfemado entre los gentiles el nombre de Dios´” (Rom 2,21-24).

Sabemos que donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia. Sabemos que hasta el pecador más asqueroso y depravado puede morir en gracia de Dios si se arrepiente de verdad de sus pecador. Pero oiga, señor mío, no vayamos a presumir del pecado y de la debilidad ni vayamos a proponerlo como ejemplo para el mundo. Por ejemplo, el prestigio del papado no viene dado por los papas corruptos sino por los papas santos y magnos. Las órdenes religiosas brillan por sus santos, no por sus herejes o sus miembros corruptos. La Iglesia es luz del mundo por el resplandor de los fieles que andan en santidad, no por las tinieblas de los que, habiendo sido iluminados por Cristo, todavía se arrastran por el fango de sus pecados. No parece que los apóstoles propongan como modelo a los cristianos carnales sino más bien a los que han aprendido a vivir en el Espíritu. Pero hay quienes, en referencia a los escándalos de depravación de personalidades públicas en la Iglesia, quieren que miremos para otro lado, que pasemos un tupido velo, que admitamos que de una fuente envenenada por el pecado y la complicidad con el mismo puede salir agua viva.

A esos que quieren seguir adelante como si no pasara nada, les vendría muy bien leerse una frase de la homilía que Benedicto XVI predicó justo antes del cónclave que le eligió como Papa: “La misericordia de Cristo no es una gracia barata; no implica trivializar el mal“. El día en que la Iglesia opte por volver a tratar sus escándalos siguiendo el patrón marcado por el apóstol san Pablo en 1ª Corintios 5, nos irá mucho mejor a todos. Al pecado se le opone la gracia que lleva a la metanoia, no la complicidad que lo oculta bajo la alfombra.

Luis Fernando Pérez Bustamante