Caamaño, gracias por mostrarnos el camino a seguir
Pues sí, hoy quiero darle las gracias al actual Ministro de Justicia, el masón Francisco Caamaño, por haber provocado una de las reacciones más contundentes que se recuerdan contra el totalitarismo zapateril, ese que en sus primeros años se disfrazó de buen talante y que hoy muestra descaradamente sus garras y sus colmillos. Y es que hasta para ser malo hay que ser listo. Sin duda Caamaño es lo primero, pero no parece ser lo segundo. Amenazar a los médicos con meterles en problemas legales si se niegan a realizar un aborto es propio de un tipo con pocas luces. Acusar a la objeción de conciencia de ser un acto de desobediencia civil, como si esta última fuera algo espantoso, es lo normal en un sujeto que se piensa que estamos en la Cuba de Castro o la China de Mao.
Lo bueno es que ante tanta ignominia masónico-caamañista, la profesión médica ha salido en masa a ponerle las cosas claras a ese hijo de la viuda. Al fin y al cabo, el juramento hipocrático incluye la siguiente sentencia:
Llevaré adelante ese régimen, el cual de acuerdo con mi poder y discernimiento será en beneficio de los enfermos y les apartará del perjuicio y el terror. A nadie daré una droga mortal aun cuando me sea solicitada, ni daré consejo con este fin. De la misma manera, no daré a ninguna mujer pesarios abortivos. Pasare mi vida y ejercere mi arte en la inocencia y en la pureza.
Es decir, quien practica abortos no es un verdadero médico. No pasa de ser un cerdo mercenario y asesino que se lucra matando seres humanos, como es el caso del doctor Morín, personaje que en un país decente acabaría el resto de sus miserables días pudriéndose en una cárcel. Cualquier ley que pretenda obligar a un doctor a matar a una criatura humana en el seno de su madre va en contra de la esencia misma de la medicina. Por tanto estaríamos ante una ley inicua contra la que cabe todo tipo de resistencia, tanto activa como pasiva.
Aborto aparte, Caamaño nos ha mostrado quizás el camino a seguir contra el resto de ingeniería social de esa ponzoña inmunda que sufre nuestro país desde que el laicismo radical ha tomado sus riendas. La desobediencia civil fue el “arma” usada por grandes personalidades del siglo XX. Gandhi la usó para liberar a la India del yugo del imperio británico. Martin Luther King para liberar a los negros de buena parte de las consecuencias del racismo que estaba impreso cual cógido genético en el alma de buena parte de los Estados Unidos. Y si es bueno luchar pacíficamente por la nación propia y por los derechos de una raza, también lo será hacerlo por los derechos de los padres a elegir la educación de sus hijos y el de los no nacidos a vivir. Sinceramente no sé cómo se puede articular esa desobediencia civil, pero desde ya le muestro a Caamaño mi más sincero agradecimiento por abrirnos los ojos a la senda que debemos seguir los que jamás doblaremos nuestra rodilla ante el Baal del socialismo de corte facistoide que nos gobierna.
Luis Fernando Pérez Bustamante