Autoridad
AUTORIDAD
Pregunta:
Me cuesta explicarme la ausencia de autoridad en muchas cosas que pasan en nuestra Iglesia y que aparecen en nuestros periódicos: escándalos, sacerdotes que desobedecen las directrices del Papa y Obispos, teólogos que enseñan doctrinas contrarias a la fe… ¿Por qué no reprenden enérgicamente los Obispos a los autores de todos estos desmanes? ¿No le parece que la autoridad es para ejercerla?
Respuesta:
Creo que hay que examinar estos asuntos sin pasión, con sincero afán de conocer la verdad y siempre con la debida caridad. Evidentemente, las personas que deben ejercer un servicio de autoridad, se encuentran en ocasiones con situaciones desagradables en las cuales hay que reconducir al orden a personas que se han desviado. No se fie mucho de la información que dan ciertos periódicos. A menudo, en muchos casos que usted comenta, el que no lo sabe todo, no sabe nada. El primer paso es un sensato discernimiento, una verificación de los hechos y hay que oír todas las partes implicadas. La Iglesia ejerce la autoridad e incluso prevé en ciertos casos sanciones muy duras, aunque necesarias para un bien mayor. Pero, como lo he dicho, la forma (en caridad) como se ejercita la autoridad es fundamental en el oficio de corregir que tienen los Obispos y, en definitiva, toda persona investida de autoridad (p. e., padres, maestros, sacerdotes…). San Antonio María Claret daba estos sabios consejos: “En las correcciones tener en cuenta la sentencia de San Lorenzo Justiniano: El Señor manda que se corrija al hermano blanda y dulcemente, ya que el ánimo del que ha faltado se mueve a compunción más bien con palabras suaves que con reprensiones duras… Dos cosas contribuyen mucho a que la corrección aproveche al súbdito. En primer lugar, el que éste tenga en buen concepto al superior como hombre equilibrado y en segundo lugar el que el súbdito esté persuadido de que el superior le aprecia. Si el superior se enfada, pierde el prestigio y la estima”. Una corrección hecha con el tacto que indica el Santo llega a resultar muy provechosa y suele solucionar el problema. Un corrección desabrida y sin guardar las formas suele dar malos resultados, como también el afrontar los problemas a destiempo, demasiado tarde.
5 comentarios
San Pablo fue clarito con Timoteo al decirle:
1 Tim 3,10-11
Al hombre que cause divisiones (sectario, aihretikos), después de una y otra amonestación deséchalo,
sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio.
Si le digo la verdad, creo que la falta de disciplina es la principal responsable de la situación de secularización interna de la Iglesia. Esa misma que los propios obispos denunciaron hace un par de años en un documento de la CEE.
No se puede confundir disciplina con falta de caridad o de misericordia. De hecho, una disciplina bien aplicada es siempre medicinal, como lo demuestra el caso del cristiano de Corinto que llevaba una vida inmoral con la mujer de su padre.
Cristo afirmó: "Yo corrijo y reprendo a los que amo" (Apoc 3, 19) y el autor de Hebreos se pregunta: "¿Hay algún hijo que no sea corregido por su padre?"
(Hebr 12,7).
Da la vasta impresión, hoy en día, que muchos pastores han archivado esta concreta función paterna.
Se tratará de ejercerla lo más amable y caritativemente posible, pero, a veces un tanto de energía es también necesaria, como lo fue la de Pablo, que llegó a llamar "insensatos" a los
Gálatas (Gal 3, 1), a los cuales, no menos, manifestó que los quería como una madre ("Hijos míos, por quienes estoy sufriendo nuevamente dolores de parto hasta que Cristo sea formado en Uds." Ibid. , 4,19).
El cura rebelde, Baeza, es un caso, donde se requiere una urgente llamada al orden. Sus desplantes ante la prensa, lo dejan en el pedestal de los "superstars", pero, ¿será así ante el Evangelio todo, no el selectivamente presentado por tal "hairesis"?
Pero no estaría mal que también se tuviera con las ovejas que han de soportar los pastos a los que son conducidas por semejantes pastores.
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