La homilía de Meritxell. Asuntos andorranos con moraleja
Posiblemente muchos lectores del blog han visitado en un momento u otro de su vida este pequeño, simpático y ancestral país de los Pirineos que es el Principado de Andorra. Un país que lucha para adaptarse a las circunstancias del momento presente y que se esfuerza para hallar su lugar en el difícil equilibrio geopolítico mundial. Un país de bellos parajes, acogedores habitantes, rico en tradiciones y con hondas raíces cristianas. Raíces cristianas que han configurado una identidad que algunos quisieran cambiar profundamente. Peticiones para abrir la puerta al aborto, a consagrar como matrimonio la unión de personas del mismo sexo… Cosas que aquí conocemos muy bien y que ahora algunos quisieran introducir en la legislación andorrana. Mons. Joan Enric Vives, Arzobispo-Obispo de Urgell y Copríncipe de Andorra pronunció el pasado 8 de septiembre en el Santuario de la Virgen de Meritxell, Patrona de Andorra, una profunda y valiente homilía donde recordaba cosas muy elementales para un cristiano y para todo hombre sensato. La homília hizo saltar chispas y algunos se rasgaron las vestiduras. De todo ello se hizo eco el pequeño mundo de los medios de comunicación de Andorra. He querido intervenir en el debate y publiqué un pequeño artículo en el Diari de Andorra. Hoy lo ofrezco a los lectores del blog. Creo que su moraleja va más allá de los asuntos andorranos y toca un punto neurálgico de tantos debates y problemas actuales. En resumen: Parlamentos y leyes no pueden hacer lo que les viene en gana, por mucha mayoría que tengan. Una política sin ética conduce a la injusticia, a la anarquía y la tiranía. Y, por supuesto, en el trasfondo de todo, conviene volver a poner en su lugar la ley natural que nadie puede saltarse impunemente. Un cordial saludo y disfruten visitando este hermoso País de los Pirineos que es Andorra…
La homilía de Meritxell ¿hay para tanto?
Habiendo conocido las reacciones a la homilía pronunciada por nuestro arzobispo y Copríncipe en la celebración de la Virgen de Meritxell, he quedado perplejo del tratamiento que ha recibido en algún medio de comunicación y en algunas declaraciones. ¿Hay para tanto?
Leí con calma las palabras de Mons. Vives. Nada nuevo bajo el sol. Es lo que predica la Iglesia desde hace veinte siglos. Mons. Vives valoró textualmente “el sentido que nos da [la fe] sobre el bien y el mal, la obediencia a Dios, el amor de Dios, que está por encima de lo que nosotros podamos pactar o decidir, o lo que los parlamentos o las leyes dicten, con esta actitud que en el mundo de hoy se ha instalado de un positivismo”. El obispo proponía, con acierto, en el marco de una celebración cristiana, el ejemplo de la Virgen María como modelo de fe, de una vida según la voluntad de fe y de amor. Se tiene que interpretar a la luz del que respondieron los Apóstoles a las autoridades de Israel, cuando les prohibieron hablar en público de Jesús: “Hay que obedecer Dios antes que a los hombres.” (Ac 5,29).
Con todo, hay que reconocer que las palabras del Copríncipe han tocado un punto, hoy políticamente incorrecto, que provoca alergias a muchos de nuestros contemporáneos. Apelar a Dios para fundamentar la virtud y la moral, también en el ámbito político, no está de moda. Aun así, para un cristiano es un ejercicio no sólo de fe, sino también de racionalidad. El consenso, por grande que sea, no da por si mismo moralidad a una ley, no hace que su objeto sea bueno. No hay que ser muy perspicaz para observar que también hoy, en todo el mundo, muchos parlamentos generan leyes injustas e incluso criminales. Hace muy poco un diputado del Afganistán pedía en su parlamento una ley para condenar a muerte los musulmanes que se convirtieran al cristianismo. Si aquella petición hubiera prosperado por mayoría, ¿seria sin más una ley buena y justa?
Cuando el Copríncipe episcopal dice que, en su fe y como respuesta al amor de Dios, este Dios está por encima de todo, no entra en conflicto con la orden constitucional. Simplemente recuerda sus límites. Los cristianos creemos que Dios se nos ha dado a conocer en Jesucristo. Aceptarlo es una opción de fe. Pero también sabemos que Dios se da a conocer en la recta conciencia y en el libro abierto de la naturaleza para aquellos que saben leerlo.
Un pensador moderno, Kant, se dio cuenta finalmente que el “imperativo categórico” no era suficiente para fundamentar una vida moral digna del hombre, y en su Crítica de la razón práctica afirmó que sin un Dios remunerador, un alma inmortal y una vida más allá del mundo presente, era imposible sustentar una ética y una justicia universales.
El obispo ha recordado una cosa muy elemental: que ni los legisladores ni las mayorías pueden hacer el que los parezca, y que nosotros no somos amos y señores del bien y del mal, que se nos hace patente en la propia conciencia. Y, por supuesto, que él se debe de por encima de todo a Dios y a su conciencia. Para poner un ejemplo: ¿sería aceptable hoy que un obispo de la Iglesia católica fuera el Jefe del Estado de un país que aplicara la pena de muerte?
Esto lo tiene que entender el pueblo andorrano y su parlamento. Podrán legislar según crean conveniente, pero también tendrán que aceptar que el servicio que por siglos han ejercido los obispos de Urgell puede ser incompatible con ciertas legislaciones. También me permito recordar que nuestro Obispo juró la Constitución y sabía muy bien a que se comprometía. Y siempre la defiende en sus mensajes al País el 14 de marzo. ¿Alguien le puede reprochar una opinión o acción que hayan sido contrarias a la Constitución andorrana en sus diez años de Copríncipe? También hay que tener en cuenta que la Constitución andorrana, ley de leyes, es muy clara en muchos temas, especialmente en la defensa de la vida humana en todos sus estadios. Es posible, pienso yo, que algunos pretenderán hacerle decir lo que no dice y forzar su letra y su espíritu.
Todo lo que ha acontecido estos días no es casual. Tengo el presentimiento que hay detrás una voluntad no improvisada de unos tenaces “constructores” que quieren edificar una sociedad andorrana muy diferente de la Andorra multisecular y de raíces cristianas que hemos conocido. ¿Lo conseguirán? No lo sé. Pero sí es así no será sin pagar un elevado peaje. En todo caso, el Obispo Copríncipe, nunca será –no lo puede ser– el valedor de un orden injusto.
5 comentarios
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Efectivamente Kant escribió oo que he citado en su Crítica de la razón práctica. El problema es que para él no es posible el acceso de Dios por medio de la razón, como enseña la filosofía realista y la doctrina católica. Pero hay que reconocer que Kant tiene razón cuando afirma que la ética sin Dios pierde su fundamentación última. Mi cita de Kant no supone en absoluto una aprobación de sus planteamientos filosóficos que han sido causa de tantos males...
"Tal es la voluntad de Dios, que, obrando el bien, amordacemos la ignorancia de los hombres insensatos; como libres y no como quien tiene la libertad cual cobertura de la maldad, sino como siervos de Dios". (1 S.Pedro, 2, 15,16.).
Puesto que dependemos de Dios, no podemos vivir cómo si Él no existiera.
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