Pecados de la Iglesia, escándalos de la Iglesia, Iglesia pecadora... Un lenguaje a matizar
Recibo una pregunta sobre la Iglesia. Mi interlocutor parece que está perplejo ante el lenguaje muy extendido de “pecados de la Iglesia” o “Iglesia pecadora” y lo formula así:
¿SANTA O PECADORA?
Parece que la Iglesia tampoco escapa a la realidad de escándalo y corrupción. Oigo hablar mucho últimamente de los “pecados de la Iglesia”. Entonces, ¿podemos seguir diciendo que la Iglesia es santa? Y si no lo es, ¿podemos seguir confiando en ella?
Trato de ser breve en la respuesta:
Es evidente que un sujeto no puede ser santo y pecador al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto. Cada fiel de la Iglesia puede ser justo o pecador. Si es justo lo es por gracia de Dios que nos santifica. Y así hablamos de “vivir en estado de gracia”. Por el pecado podemos deteriorar o perder esta vida de gracia y podemos recuperarla por la conversión y la penitencia.
Ahora bien, me parece absolutamente impropio poner la Iglesia como sujeto de pecado. Podemos hablar de los pecados de los miembros de la Iglesia pero no equiparar la Iglesia a un sujeto pecador. La Iglesia es una realidad más grande que sus miembros actuales. Es una realidad que nos precede y en la que somos incorporados.
Podríamos compararla a una familia. Imaginemos una familia compuesta por padre, madre, hijos, abuelos, hermanos, primos…. Llamémosla la familia “X”. Imaginemos que algunos de sus miembros comenten maldades, fechorías y delitos. Sólo algunos de sus miembros. ¿Podríamos decir con propiedad que la familia “X” es una familia pecadora, una familia de depravados y delincuentes? ¿Acaso no la constituyen también miembros justos y honrados?
La comparación vale lo que vale pero sirve para ver la injusticia que supone denominar a la Iglesia pecadora por los pecados de algunos de sus miembros, aunque sean miembros significativos y numerosos. Evidentemente que el pecado de sus hijos hiere la santidad de la Iglesia, pero esto es otra cosa.
El concilio Vaticano II, en la constitución Lumen Gentium, número 39, reflexionaba sobre la realidad del pecado en la Iglesia con estas palabras: “La fe confiesa que la Iglesia […] no puede dejar de ser santa. En efecto, Cristo, el Hijo de Dios, a quien con el Padre y con el Espíritu se proclama “el solo santo", amó a su Iglesia como a su esposa. Él se entregó por ella para santificarla, la unió a sí mismo como su propio cuerpo y la llenó del don del Espíritu Santo para gloria de Dios».
Y el Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que la Iglesia, en muchos de sus miembros ha llegado a la plena santidad, especialmente en María, madre y modelo de la Iglesia. Por esto confesamos que la Iglesia es santa y debemos matizar adecuadamente cuando oímos hablar de “pecados de la Iglesia”. En la mayoría de casos suelen ser pecados y escándalos de “eclesiásticos” y confundir la Iglesia con eclesiásticos no deja de ser una forma de clericalismo a evitar.
12 comentarios
Pienso que Sayés la usa como metonimia. Y como expresión metonímica no es errónea, aunque su uso pastoral puede confundir. Pero este fenómeno de confusión es un efecto habitual del uso de lo que Gherardini ha denominado "vulgata conciliar".
Saludos.
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Efectivamente, la expresión que usa Sayés, buen teólogo y buen amigo, debe ser correctamente entendida. El habla de Iglesia "pecadora" refiriéndose al conjunto de sus miembros pecadores. Pero sigo sosteniendo que debemos ser precisos en el lenguaje teológico y pastoral.
«Agudo y pertinente el análisis de tal lenguaje. Muestra en primer lugar un lenguaje de autoridad, porque nace de Dios, obedece al principio de no-contradicción y determina (el Autor llega a decir “actúa”) la verdad.
La otra presentación del lenguaje eclesial, el que proviene sobre todo del Vaticano II, entendido como “hecho lingüístico” impropio, atenuaría por su parte, hasta casi su superación, el contenido dogmático a favor de la forma pastoral
El juicio, que el Autor funda sobre la base de la aproximación metafísica y de una metodología sustancialmente escolástica, recoge y expresa convicciones tan radicales como inapelables.
Dramáticas las consecuencias: la ortopraxis en lugar de la ortodoxia, la acción desligada de la reflexión, el amor independiente de la fe.
Son las consecuencias del Vaticano II, de su nuevo lenguaje narrativo y pastoral, de “su actual adulteración”.
La renuncia al lenguaje dogmático habría debido ser sustituida por la “medicina de la misericordia”: y ésta habría encontrado expresión en la impostación pastoral de todo el Vaticano II.»
Saludos.
Por cierto, la Iglesia es santa por su Fundador, Cristo. Supongo que también por la Virgen. Pero por los santos no podría llamarse santa en sentido estricto. No digmos ya por el resto que somos como somos.
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Pondría la mano al fuego sin miedo de quemarme sosteniendo que Juan Pablo II nunca hubiera encubierto un escándalo. También la Iglesia es Santa por el Espíritu Santo que la anima...
En esta cuestión de desenmascarar a los abusadores y sus encubridores, Benedicto XVI, comenzó como cardenal a solicitud de Juan Pablo II, obligando que tales casos fueran a Roma, para ser investigados directamente por Ratzinger como Prefecto.
¿qué se le reprocha pues al beato?
Echaremos de menos la sencilla honradez de este gran Papa.
¿En este supuesto, la clerecía se rige por otras leyes internas, con tribunales equivalentes a los de la sociedad civil? ¿Quizás están obligados a confesarse con sus obispos?
¿Alguien me puede dar información adicional?
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Los clérigos deben acatar las leyes de la Iglesia y, por supuesto, todas las leyes legítimas del ordenamiento civil de sus países.
Cosa distinta es no actuar para que ante todo jo haya víctimas inocentes o no se escandalice a nadie. Eso es lo grave.
A ver si dejamos las cosas claras con este tema, que en ningún lado se ha escrito por parte de Dios que haya que airear los pecados o escándalos ni que la información por la información sea saludable para todos.
- "los pecados en la Iglesia [peregrina]"
De la misma menera que hay que decir:
- "La Iglesia en España"
y no:
- "La Iglesia de España o española".
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