La Cruz sobre el altar. La renovación litúrgica de Benedicto XVI
Constato que en muchos lugares, más en unos que en otros, empieza a verse la Cruz sobre el altar en la celebración de la Santa Misa, al estilo como lo hace habitualmente el Papa Benedicto XVI. No debería sorprender a nadie, pues las Normas Generales del Misal Romano prescriben que sobre el altar o cerca de él se sitúe la cruz. Durante muchos años y en muchas iglesias la cruz desapareció sobre o cerca el altar. No era ajeno a este gesto la pérdida de la concepción sacrificial de la Eucaristía que forma parte de la fe de la Iglesia. Dejando aparte esta cuestión, que no es secundaria precisamente, hoy quisiera reflexionar sobre la cruz como lugar de “orientación” de la oración eucarística. En un artículo magnífico, Eric Peterson ha relacionado la cruz y la costumbre, tal vez de tradición apostólica, de orar hacia oriente. Así podría testimoniarlo el uso de la cruz sobre el altar de la liturgia sirocaldea a mediados del siglo XV. Un buen amigo, ya fallecido, el Dr. Martí Aixalà, que fue presidente del Pontificio Instituto de Arqueología en Roma, analizaba este aspecto en un buen artículo publicado hace unos años. Si en occidente la cruz aparece como insignia litúrgica en las procesiones estacionales del siglo IX, y si, segín los Ordines Romani, en el siglo XII, el subdiacóno tomaba la cruz del altar al inicio y la retornaba al final de recorrido, esto da a entender que la cruz se toma como signo que nos hace caminar con la mirada puesta en Jesús (Heb 12, 2), el signo cósmico y escatológico que mirarán y verán todos los pueblos de la tierra, el signo de la venida del Hijo del Hombre en poder y majestad.
La Misa romana había conservada hasta hace muy poco la orientación de la oración hacia oriente. El sacerdote, nunca ha dicho la Misa “de espaldas al pueblo” (expresión que es una auténtica barbaridad), sino de cara al mismo punto hacia el que el pueblo también miraba, “conversi ad Dominum", girados hacia el Señor, como decía la antigua invocación. También es interesante constatar como la costumbre de orientar la oración hacia un punto geográfico determinado, el de la revelación y la luz divina, continúa siendo una práctica observada por judíos y musulmanes. ¿Por qué perderla los cristianos?
Algunos objetan que la costumbre de celebrar la Eucaristía mirando al pueblo hace imposible esta posibilidad. Cabrían dos soluciones. La primera consistiría en reservar la litúrgia estrictamente eucarística según la antigua costumbre, “conversi ad Dominum", todos, sacerdote y pueblo, orientados hacia el Señor. Otra posibilidad es la que viene utilizando el Papa al colocar en todas sus celebraciones la cruz entre el celebrante y el pueblo. Así todos tendríamos el mismo punto de orientación, miraríamos hacia el Señor y tal vez dejáramos de mirarnos tanto los unos a los otros. Martí Aixalà observaba que auqnue esto supondría una cierta “distracción", ésta sería muy beneficiosa, pues tal vez ayudaría a regular el papel de primer actor omnipresente en que se ha convertido tan a menudo el ministerio de la presidencia con el claro riesgo de clericalizar en exceso la celebración de la Santa Misa.
Estemos atentos. Los gestos celebrativos de Benedicto XVI no son casuales ni anecdóticos. Constituyen un magisterio no escrito de suma importancia para toda la Iglesia. Así lo interpretaba el Cardenal Cañizares cuando, en el prólogo a la conocida obra de Nicola Bux, decía que “las liturgias pntificias son ejemplares para todo el orbe católico".
Silenciosamente, con sabiduría y discreción, Benedicto XVI nos va conduciendo hacia la anhelada “renovación litúrgica", tan querida por el Concilio Vaticano II y, lamentablemente, tan poco lograda en muchas manifestaciones. De esta renovación quisiera ocuparme en un artículo algo más extenso que el presente. ¡Feliz Pascua!
10 comentarios
para que indique quién es el importante: Cristo.
Desde luego la orientación adecuada, según parece desprenderse del argumento del artículo, es la de todos juntos -sacerdote y pueblo- mirando a Cristo.
La adecuada... y la conciliar.
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Hay tradicones antiquísimas de cruz sobre el altar sin el crucifijo...
Ahora, tampoco abandonar, por capricho y afán de novedades, lo viejo, pero hermoso y que ha dado tan buenos resultados. Por ejemplo, urge volver al gregoriano, debe estar en algo siempre presente. Lo mismo que el latín. Absurdo haberlo dejado de lado en países de Occidente. Que se hizo cristiano, en Europa y en América, con el latín en la boca junto a los pueblos originarios.
Por último, hay que volver a examinar el papel y, en consecuencia, los gestos del sacerdote en la misa. Es el grave error que ha cometido el novus ordo: el empobrecimiento gestual del celebrante y de los fieles. Hay una enorme falta de claridad de ideas. Ahora no se entiende que el sacerdote es pontífice. Unas veces representa a Dios en el sacrificio y banquete eucarístico -de frente al pueblo- y otras veces representa al pueblo ante Dios, de espaldas al pueblo, encabezándolo ante el Señor.
Hay que repensar toda la liturgia, el alma de la Iglesia, el alimento de los fieles, sin abandonar lo viejo que ha dado resultado, ni mezclar en ella otros deseos, declaraciones, actitudes que no tienen sustento sagrado. Profundidad en la alabanza y glorificación del Señor.
1. Cuando esta propuesta se incluya como normativa dentro de los Praenotanda y del Ordo Missae, entonces cobrará mucho más valor. No confundamos al Pueblo de Dios ofreciendo prácticas restauracionistas preconciliares como verdadera reforma litúrgica.
2. Durante la liturgia eucarística, el verdadero y único lugar de convergencia de las miradas y de la atención de la asamblea y de su presidente (única entidad litúrgica con ministerios y funciones diversas) es el Pan y el Vino consagrados. Acaso una imagen del Crucificado nos puede acercar más a Dios que la propia Presencia Real de Dios mismo en el sacramento de la eucaristía?
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