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28.02.13

Sufrir en la Iglesia para la Iglesia

El ministerio petrino es sede vacante. Me ha invadido un extraño sentimiento. Un silencio interior desértico, es como el tránsito del Viernes Santo en espera de la Pascua.

Durante los días precedentes se ha hablado mucho de las cruces de nuestros dos últimos papas, y hay quienes se atreven a decir que el Papa Benedicto XVI ha escapado de la cruz. Cuando el Arzobispo de Cracovia Stanislaw Dziwisz, expresó: de la cruz no se baja,  muchos han interpretado como una crítica velada de la renuncia del Santo Padre al ejercicio activo del ministerio petrino.

Nadie escapa del sufrimiento, es verdad. Éste nos acompaña, como la sombra paso a paso, desde la cuna hasta la tumba. Para que el hombre pueda vivir y respirar, Dios debe morir en cierto modo en cuanto Omnipotente y aceptar esta dependencia con toda independencia.

Kempis dice que Jesucristo tiene muchos amadores de su reino celestial, pero muy pocos que lleven su cruz. Efectivamente, hoy también, y quizás con más razón, la cruz de Cristo es locura y escándalo. Ella no es poder y sabiduría más que para los creyentes. Cristo sigue siendo para todos un signo de contradicción, pero el cristiano, aunque sufre tanto o más que los demás hombres, tiene el privilegio de saber y poder orientar su sufrimiento.

Se ha dicho que donde un hombre sufre, Cristo sufre y que Cristo está en agonía hasta el fin del mundo. ¿Qué dolores sufre Cristo hoy? Los de todos los hombres y toda clase de dolores: físicos, morales y espirituales. Jesús está en la cruz sin rebelarse contra Dios creador que permite el sufrimiento, sin vengarse de los hombres que se lo infligen, y la cruz de Cristo es la más desconcertante de todas las locuras:

Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles (1Cor 1, 22).

No quise saber entre ustedes sino a Jesucristo, y éste crucificado (1Cor 2, 2).

Dios Padre no quería que Jesús sufriera, pero era la única manera de que la humanidad sea redimida

Ciertamente cruces las hay, de todas clases, y para todos. En la vida cristiana todo consiste en la cruz: Niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme. El mal es vencido no por haber evitado el sufrimiento, la dificultad, la enfermedad o la vulnerabilidad, sino por la victoria que viene al abrazar la cruz.

Cada vez  que durante el pontificado de nuestro sabio y humilde Papa, él ha sido menospreciado, traicionado, injuriado, sometido a las burlas, calumniado, vapuleado, Benedicto XVI nos ha dado una lección, la lección del abrazo al amor crucificado, porque para ser fiel a la gracia hay que padecer muchas veces. Pero no se puede olvidar que el sufrimiento es una gracia, es tanto una gracia de conversión, cuanto gracia de predilección y predestinación. San Pablo nos enseña que por los méritos de nuestro Señor Jesucristo, se nos ha dado la gracia no sólo de creer en Él, sino también de padecer por su amor. El cristiano puede gloriarse de la Cruz de Cristo. Así en este mundo no se puede hacer nada importante sin lucha y contradicciones. Los grandes cometidos de la Divina Providencia nunca se cumplen sin grandes dificultades.

El cardenal Ratzinger como colaborador cercano de Juan Pablo Magno, sufriendo con el que vio sufrir, no tuvo horror a la cruz de Cristo. La cargó ya entonces y la sigue llevando. ¿Acaso las meditaciones por él redactadas para el Via Crucis de 2005 no son una radiografía de esa cruz ya compartida?:

¿Qué puede decirnos la tercera caída de Jesús bajo el peso de la cruz? Quizás nos hace pensar en la caída de los hombres, en que muchos se alejan de Cristo, en la tendencia a un secularismo sin Dios. Pero, ¿no deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? En cuántas veces se abusa del sacramento de su presencia, y en el vacío y maldad de corazón donde entra a menudo. ¡Cuántas veces celebramos sólo nosotros sin darnos cuenta de él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de su Palabra! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento de la Reconciliación, en el cual él nos espera para levantarnos de nuestras caídas! También esto está presente en su pasión. La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálvanos (cf Mt 8,25).

La fidelidad a la gracia requiere gran sabiduría y cruz (El amor de la sabiduría eterna, Montfort). No abandono la cruz, sino que permanezco en modo nuevo adherido al crucifijo. No tendré más la potestad del oficio para el gobierno de la Iglesia, pero en el servicio de la oración me quedo…. Qué lección la que nos da Su Santidad Benedicto XVI, Papa emérito de la Iglesia de Cristo: sufrir en la Iglesia para la Iglesia.

 

25.02.13

Deber primordial del Papa

En los últimos días estamos asistiendo a una avalancha de posturas, informes, construcción de tesis etc. respecto de la renuncia de Su Santidad Benedicto XVI a la silla de Pedro, y del futuro Santo Padre.

Llama la atención, cómo, las poderosas cadenas televisivas se afanan por restar méritos a los miembros del Sacro Colegio Cardenalicio, en un linchamiento mediático, y no faltan claro, quienes critican la “terquedad” de los dos últimos papas en la defensa de sus doctrinas.

Pero quienes critican olvidan que el Santo Padre es un cristiano más, obligado como todos nosotros a admitir la doctrina bimilenaria de la Iglesia de Cristo, a defenderla y a observarla. No, no es un capricho de Benedicto XVI, ni de ningún Papa en particular, ni mucho menos una terquedad, es un gravísimo deber.

Hace unos años, al cardenal brasileño Aloisio Lorscheider, le preguntaron: El cardenal Ratzinger declaró que el Papa no es un monarca absoluto, sino que debe como todos los creyentes obediencia a la palabra transmitida y a la tradición, ¿está Usted de acuerdo?

Contestó Lorscheider:

totalmente de acuerdo. Y quisiera añadir como complemento, que el ejercicio de la autoridad o del ministerio pontificio no hay que leerlo nunca en clave del poder civil o estatal, o con categorías sociológicas, sino en clave de comunión y de garantía de salvación para la Iglesia y para toda la humanidad. Hay que considerar a la Iglesia como sacramento universal de salvación.

Pues bien, bajo esa luz, el Romano Pontífice ejerce su autoridad o su poder de servicio, que es servicio de comunión.

Pablo VI afirmaba en la encíclica Ecclesiam suam que el primado de jurisdicción sobre la Iglesia Universal no quiere ser supremacía de orgullo espiritual y dominación humana, sino primacía de servicio, de ministerio y de amor.

El Papa es el siervo de los siervos de Dios, su apostolado debe ser una síntesis de pastor y servidor, entendido en el sentido del Buen Pastor de Juan X, o de Lucas cap. XV.

Pobre Iglesia si el Papa vacilara en la interpretación de la doctrina o hiciera concesiones a la galería, poniendo en peligro la identidad de los dogmas y de la doctrina católica.

Con especial gracia del Espíritu Santo, es el Pontífice quien ha de defender la integridad de la doctrina contenida con claridad en la Biblia y en la Tradición de 20 centurias.

El Sacrosanto Concilio Vaticano II indicó con claridad:

Esta infalibilidad que el divino Redentor quiso que tuviese su Iglesia cuando define la doctrina de fe y costumbres, se extiende tanto cuanto abarca el depósito de la Revelación, que debe ser custodiado santamente y expresado con fidelidad. El Romano Pontífice, Cabeza del Colegio episcopal, goza de esta misma infalibilidad en razón de su oficio cuando, como supremo pastor y doctor de todos los fieles, que confirma en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22,32), proclama de una forma definitiva la doctrina de fe y costumbres. Por esto se afirma, con razón, que sus definiciones son irreformables por sí mismas y no por el consentimiento de la Iglesia, por haber sido proclamadas bajo la asistencia del Espíritu Santo, prometida a él en la persona de San Pedro (Lumen Gentium, 25).

No es terquedad, ni ceguera, ni abuso de poder. La defensa de la doctrina de la Iglesia es un deber primordial del Papa, deber al cual no puede traicionar, y no debe ceder, ni ante la crítica, ni ante el desprecio, ni ante la imposición del ambiente.

Una vez más cito a Bossuet: lo que debe servir de sostén a una Iglesia eterna no puede tener fin. Pedro vivirá en sus sucesores. Pedro hablará siempre en su cátedra.

21.02.13

La hora de los laicos (8) - Sectas ad intra o asociaciones eclesiales

Identidad eclesial de los seglares

A partir de la segunda mitad del siglo XIX el Espíritu Santo suscitó en la Iglesia el surgimiento de asociaciones de apostolado seglar con una clara vocación internacional que fueron extendiéndose paulatinamente en el mundo. Posteriormente a la verificación del Sacrosanto Concilio Vaticano II, se dio una nueva época asociativa que motivó al Consilium de laicis en 1971, a elaborar un Documento de orientación acerca de los criterios de definición de las organizaciones internacionales católicas, del  cual se  desprende  que  la  referencia  católica  es  la  más importante, porque aporta una especificidad del todo particular y completa la definición de  la  organización.

El reconocimiento y la valoración de la pluralidad de las diversas experiencias asociativas –dicen los obispos peruanos- no es sólo una preocupación de estos tiempos… Ya el Papa Pío XII en 1947 decía:

«Es necesario prevenir el error que algunos impulsados de buen celo, pueden tener de querer uniformar las actividades en pro de las almas y someterlas todas en forma común, con miopía de concepción, del todo ajena a las tradiciones y al suave impulso de la Iglesia, heredera de la doctrina de San Pablo: “Unos tienen un don, y otros, otro; pero el mismo espíritu» (1 Cor 12, 4).

Es una corresponsabilidad con aquellos a quienes el mismo Señor encomendó la responsabilidad suprema: el Papa, los obispos, los sacerdotes. Las asociaciones eclesiales han de ser reconocidas por la Jerarquía y dirigidas por ésta, lo que no significa en una dirección y actitud pasiva, masiva, gregaria, sino activa; subordinada, respetuosa y obsequiosa sí, pero también personal y original, consciente, libre y creativa (Daniel Elcid, OFM).

El Sacrosanto Concilio Vaticano II afirma:

El apostolado seglar admite varias formas de relaciones con la Jerarquía, según las varias maneras y objetos de dicho apostolado (…) La Jerarquía reconoce explícitamente, de varias formas, algunos otros sistemas del apostolado seglar. Puede, además, la autoridad eclesiástica, por exigencias del bien común de la Iglesia, de entre las asociaciones y obras apostólicas, que tienden inmediatamente a un fin espiritual, elegir algunas y promoverlas de un modo peculiar en las que asume una responsabilidad especial (Apostolicam actuositatem, 24).

A ellos (la autoridad eclesiástica), compete sobre todo no apagar el Espíritu, sino examinarlo todo y quedarse con lo bueno (Lumen gentium, 12).

Termómetro asociativo

En la confusión que reina en el mundo de hoy es muy fácil equivocarse, ceder a los engaños,  por ello el Sínodo pide a las nuevas asociaciones seglares y movimientos que se sometan a la autoridad eclesiástica, para su reconocimiento oficial y que se estudien los casos concretos en que se presenten dudas. La Christifideles laici, pide que se deponga toda actitud antagonista, y se canalicen fuerzas en busca de la unión de la Iglesia venciendo toda tentación y división y de contraposición que insidie la vida y el empeño apostólico de los cristianos (CL, 31). La misma Exhortación anunció la preparación a cargo del pontificio Consejo para los laicos de un repertorio de las asociaciones que tienen la aprobación oficial de la Santa Sede (CL, 31) publicado por dicho dicasterio a finales de 2004.

Por una parte uno de los aspectos que se debe cuidar en la relación de los sacerdotes con los movimientos es el peligro del clericalismo. El célebre Enviado de la Legión de María, P. Aedan McGrath dijo alguna vez que a veces no contar con la presencia del consiliario es una bendición disfrazada, ya que algunos presbíteros absorben tanto el trabajo de los seglares en las asociaciones, que las paralizan, deforman y matan. Quedan los laicos en un estado de infancia permanente.

El reconocimiento de los laicos como miembros de la Iglesia con pleno derecho, excluye la identificación de ésta son la sola Jerarquía. Pecaría de reduccionismo; más aún, sería un error antievangélico concebir la Iglesia exclusivamente como un cuerpo jerárquico: ¡una Iglesia sin pueblo! (Juan Pablo Magno, catequesis 27-10-93).

Por otra parte, tampoco está bien que por evitar el clericalismo se desdibuje la identidad propia del sacerdote.

En las organizaciones y asociaciones en que prestáis servicio -¡no os equivoquéis!- la Iglesia os quiere sacerdotes, y los laicos con quienes alternáis os quieren sacerdotes y nada más que sacerdotes. La confusión de carismas empobrece a la Iglesia, no la enriquece nada (Juan Pablo II, Discurso a los asistentes eclesiásticos de las Organizaciones y Asociaciones Católicas Internacionales, 13-XII-1979).

En algunos países como Holanda, Alemania, Suiza, Austria, Estados Unidos, Brasil, con el surgimiento de grupos y movimientos como Somos IglesiaComunidades de base laical y otras, los laicos tratan de alcanzar un status no propio del laicado

Sectores polarizados y sectarios que precisamente tachan de sectas intra-eclesiales a las asociaciones y movimientos apostólicos que actúan en consonancia de los criterios de eclesialidad: 1) con un espíritu que da la primacía a la vocación de cada cristiano a la santidad; 2) con la responsabilidad de confesar la fe católica; 3) viviendo el testi­monio de una comunión firme y convencida: 4) en conformidad y parti­cipación en el fin apostólico de la Iglesia: 5) comprometiéndose en una presencia vivaz en la sociedad humana (CL, 30).

El Papa Pío XII afirmó que los laicos no solamente están en la Iglesia, los laicos son Iglesia. No va solo el laico, que está a su lado el Maestro. No va desnu­do el laico, que lleva las armas de Cristo. No va desorientado el laico, ya que ha de ejercer la misión de Jesús. No es poco el laico, que hun­de sus raíces en la divinidad de la que es floración vital.

18.02.13

«Marianismo» New Age

En ese tránsito hábil, consistente y agresivamente elaborado, en un contubernio diabólico entre el marxismo, la teología de la liberación, el nuevaerismo, el indigenismo y el eco-feminismo, que en una desconstrucción de la mariología buscan en definitiva sacar de escena a la Santísima Virgen, el movimiento Nueva Era ha desplazado sutil y efectivamente sus nefandas hebras.

Mientras que la mariología consiste en el estudio teológico de la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra según las fuentes de la Revelación: Sagrada Escritura y Tradición- según lo enseña la Iglesia, la liturgia y el culto o devoción, las corrientes teosóficas / New Age incluyen a la Señora y Maestra Ascendida, la Madre María, quien proviene del reino angélico y fue elegida por el Padre-Madre Dios para dar a luz al Cristo. Una distorsionada devoción a María Santísima establece todo un conjunto doctrinal marianista en contraposición a la piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen (que) es un elemento intrínseco del culto cristiano (Marialis cultus); mariología que según dicha corriente exalta lo femenino y maternal, pero lo subordina al factor masculino.

Fuerzas ocultas de la maldad que buscan seducir a la mujer para conseguir sus propósitos de división y perdición.

Desde sus primeros gateos en los 1960, el fenómeno New Age propició el relanzamiento del paganismo, respecto de lo cual lo había advertido Jean Danielou, S.J.:

No es el ateísmo el problema que interesa al mañana; será en vez un nuevo paganismo a la búsqueda de sí mismo… El ateísmo representa sólo un pasaje de un paganismo de ayer, típico de la civilización campesina, al paganismo de mañana, por el que se caracterizará la civilización industrial. El paganismo de mañana constituirá el problema religioso del hombre moderno (Christianisme et religions non chrétienes).

A inicios de 1900, mucho antes de la manifestación de la corriente New Age, el exoterismo europeo dio a luz una sub cultura a la que convergieron varias corrientes desde el vegetarianismo hasta el culto del sol. Los exotéricos habían incoado el sueño de una religiosidad anti-autoritaria individualista; el retorno a una “teofanía telúrica”, la veneración de la “madre tierra” (Gaia), considerada como religiosidad “anti-industrial” y liberadora.

Charlene Spretnak, activista eco-feminista, una de las protagonistas del movimiento Verde, ha propiciado el retorno a las divinidades de la naturaleza, consigna consistente en un retorno a las divinidades paganas para salvar el cosmos. De frente a la crisis del ambiente hay que retornar a una religión de la agricultura, la cual ofrece además las bases ideológicas del empeño ecológico.

De la veneración de la fertilidad de la madre tierra (Gaia) al redescubrimiento de las tradiciones chamanistas, de los oráculos pre-colombinos a la antigua religión céltica, el espectro de las prácticas neo paganas es infinito. La entera naturaleza es encantada; Dios se encuentra en los árboles, en los espíritus de la naturaleza, en los cielos de la fecundidad.

En este avasallador retorno a las tradiciones pre-cristianas se manifiesta el deseo de vivir una religión

incontaminada por el sistema patriarcal de la tradición judeo-cristiana y de presumidas “extrañaciones” de la Iglesia que habrían suprimido la religiosidad vital.

Otra de las aberrantes versiones interpretativas de grupos nuevaeristas es la condición de extraterrestre que le asignan a la Santísima Virgen, en un proyecto de preparación de la llegada de la Nueva Era de Acuario. Los expertos metafísicos no trepidan en utilizar las apariciones marianas (reconocidas o no por la Iglesia), como Guadalupe y Fátima, entre muchas otras, y las devociones marianas como el Santo Rosario para extender su marianismo nuevaerista, de desconstrucción de la verdadera devoción a María, que

más que una práctica religiosa es un estereotipo cultural que dota a hombres y mujeres de determinados atributos y conductas, operando conjuntamente con el machismo… desde esta óptica, María tomada como símbolo se vuelve en contra de las propias mujeres, como una imagen, aparentemente dignificadora, pero real y esencialmente opresora (Sonia Montecino, El marianismo y la cultura latinoamericana, Cons-pirando 9, 1994, pág. 29).

Otrora, los enemigos de la Iglesia, desparramaron su veneno respecto de las apariciones de la Santísima Virgen atribuyendo éstas a histerias colectivas, manipulaciones y cosas por el estilo, pero he aquí que, ahora para los mismos cristofóbicos la sagrada imagen de Nuestra Señora de Guadalupe no es ni siquiera una pintura común y corriente hecha por algún cura español que quiso atraer a la Fe Católica a los indígenas mexicanos, sino obra de extraterrestres, de maestros ascendidos. Manipulación cósmica, de una Nueva Era de ladrones de almas, de piratas marianistas que llevan adelante, perversamente la desconstrucción de la mariología sabiendo que al quitar del alma católica la verdadera devoción a María, camino seguro a Jesús, se abre el espacio para rendir culto a cualquier cosa.

14.02.13

Juan Pablo y Benedicto

La verdad es la única caridad permitida a la historia. Al inicio del Tercer Milenio del Cristianismo, hemos tenido la gracia y el privilegio de vivir durante el pontificado del Papa que pasó a la historia como Juan Pablo Magno. De los 263 obispos de Roma, antes que a Juan Pablo II, a sólo 3 se les había otorgado el máximo homenaje terrenal de Magno. Los tres vivieron en el Primer Milenio, fueron San Gregorio, San León, y San Nicolás.

 
Al final del Medioevo, la Iglesia Católica sufrió el llamado Gran  Cisma o Cisma de Aviñon en el que dos papas la dividieron disputándose la Sede de Pedro, un cisma en los reinos y en las almas. Los papas y antipapas de ese período (1378 y 1417) echaron por tierra la credibilidad de la autoridad pontificia y de la misma Iglesia. Seis centurias después, en 2005, un Papa, Juan Pablo II, moría en olor de multitudes y de santidad, y otro, Benedicto XVI era elegido como el 265.º sucesor de San Pedro. Si en aquellos tiempos hubiésemos tenido papas como Juan Pablo y Benedicto, ¿hubiese incidido el cisma de Lutero? ¿Hubiese tenido lugar la Reforma, la separación de la fe?
 
Cristo llamó a Pedro estando presentes los Apóstoles y le dijo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no podrá contra ella (Mt 16, 18).
 
Pedro pescador desde niño, sabe del valor de una buena pesca con las redes llenas. Conoce los peligros que ofrece el lago, que representa al mundo. No ignora lo que son los fracasos de noches largas, de esfuerzos baldíos y el regreso a la plaza sin pez alguno. Cuando Jesús le convierte en su apóstol más destacado, seguirá la imagen y la confirmará: Te hago pescador de hombres.
 
La escena tuvo lugar en Cesarea de Filipos, lugar al que se ha retirado el Señor, ante la acometida de sus enemigos, envalentonados después por el discurso de Cafarnaum (Jn 6). A la confesión del Apóstol Tú eres el Cristo responde Jesucristo: Yo te daré las llaves del Reino. Sobre ti yo edificaré mi Iglesia. Jesucristo le dio a Pedro las llaves del Reino de los Cielos, que quiere decir que desde ese momento estaba asistido por el Espíritu Santo para dirigir la Iglesia según su beneplácito.
 
Pedro será un pescador apasionado. Ama a Jesús con toda su alma, y no quiere separarse de Él, aún en medio de los peligros más eminentes. Le traicionará su cobardía, porque aunque es osado en sus promesas de fidelidad, le asusta el sufrimiento y abandona a Jesús y no quiere ser su discípulo. Al darse cuenta de la gravedad de su traición lloró amargamente, y no sigue el ejemplo de Judas que huye de Cristo, Pedro no puede vivir sin Jesús y le busca tras su abandono. Su pasión por Cristo le hará confesar claramente: Tú eres el Hijo de Dios, sólo Tú tienes palabras de vida eterna, cuando los demás apóstoles dudan y vacilan. Por eso, Jesús le elegirá por sucesor suyo, le convertirá en el primer Papa de su Iglesia.
 
La Iglesia de Cristo, desde un principio fue sacudida por herejes y cismáticos que quisieron ser cristianos a su manera y no como Cristo y los Apóstoles lo enseñaron. Si la Verdadera Fe se conservó una en la doctrina, en la fe y en los dogmas, es porque ésta, ya desde los inicios y cada vez con mayor claridad, comprendió que el ministerio de la unidad, encomendado a Pedro, pertenece a la estructura perenne de la Iglesia de Cristo.
 
Durante el llamado siglo de hierro del Pontificadouno de los más humillantes en la Historia de la Iglesia, Bonifacio VI fue papa sólo durante quince días; Juan XII, disoluto y simoníaco fue papa a los diez y seis años; Esteban VI murió estrangulado. Entre el 896 y el 904, en un período de ocho años, hubo nueve papas, todos ellos juguete del poder civil. Benedicto IX representando la miseria de la humillación, fue papa con apenas doce años de edad.
 
Así y todo, aunque la ley sicológica determina que conducta y doctrina concuerdan, eso, -de que si declina la conducta, fácilmente cambia la doctrina- no ha sucedido jamás con los papas, ninguno de aquellos que fueron disolutos o simoníacos intentaron defender su conducta alterando el dogma o la moral.
 
En la víspera de la Fiesta de la Divina Misericordia que Juan Pablo II había instituido durante el año Jubilar del Año 2000, el Papa entregaba su alma al Creador. El 2 de abril de 2012, hemos recordado el 7.º aniversario de la muerte del hoy beato.
 
Durante las exequias del Magno Pontífice, dijo en su homilía el cardenal Joseph Ratzinger: Ninguno de nosotros podrá olvidar como en el último domingo de Pascua de su vida, el Santo Padre, marcado por el sufrimiento, se asomó una vez más a la ventana del Palacio Apostólico Vaticano y dio la bendición “Urbi et Orbi” por última vez. Podemos estar seguros de que nuestro amado Papa está ahora en la ventana de la casa del Padre, nos ve y nos bendice”.
 
Qué hermosa fue la imagen del 1 de mayo de 2011: Benedicto XVI, un Papa magnífico y santo, beatificaba a su alma gemela - como se les consideraba- al gran Papa Juan Pablo II. Benedicto XVI su sucesor, ha cumplido 85 años el 16 de abril de 2012, iniciando tres días después el 19, su octavo año como Sumo Pontífice.
 
Juan Pablo, desde el Cielo, y Benedicto -dos amigos inseparables y gemelos que el Espíritu Santo formó en el Corazón de María Inmaculada- desean anclar la gran nave de la Iglesia –según la visión de San Juan Bosco- en las columnas del Salvador eucarístico y de la Madre de la Iglesia vencedora de todas las batallas de Dios, porque lo que debe servir de sostén a una Iglesia eterna no puede tener fin. Pedro vivirá en sus sucesores. Pedro hablará siempre en su cátedra (Bossuet).