La alegría de la fe
Recientemente hemos conocido el texto de la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, (La alegría del Evangelio), del Romano Pontífice Francisco.
El documento pontificio contiene mucha materia para reflexionar y masticar, pero quiero detenerme en apenas sus párrafos iniciales en los que el Papa nos invita «a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría», indicándonos «caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años».
Con la impronta de la «abnegación ignaciana», y como no podía ser de otra manera, dado el nombre que escogió, Francisco nos llama ni más ni menos a una «alegría franciscana» para el anuncio del Evangelio en el mundo actual.
En nuestra sociedad actual falta la alegría, no aquella alegría momentánea de una reunión que divierte pero que deja seca el alma, o de un espectáculo que da el gozo miserable de la pornografía, o de una asamblea que finaliza con la borrachera común que son chispazos de felicidad que provocan aún más angustia en el interior, que alegría en el exterior. «La sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría» (Pablo VI, Gaudete in Domino) y (Evangelii gaudium, 7).