El Profeta Negro
Lamentablemente con alguna frecuencia la práctica de la fe al interior de la comunidad eclesial, se desenvuelve en medio de prejuicios, odio, egoísmo, división, intereses mezquinos y pesimismo.
El Santo Padre en su discurso al Sacro Colegio Cardenalicio, nos llamó a que
nunca nos dejemos vencer por el pesimismo, por esa amargura que el diablo nos ofrece cada día; no caigamos en el pesimismo y el desánimo: tengamos la firme convicción de que, con su aliento poderoso, el Espíritu Santo da a la Iglesia el valor de perseverar y también de buscar nuevos métodos de evangelización, para llevar el Evangelio hasta los extremos confines de la tierra (cf. Hch 1,8)” (15-03.2013).
En la vida espiritual el desánimo es una tentación siempre presente, contra la cual hay que luchar tanto o más que contra otras, porque atenta contra el espíritu emprendedor de la vida cristiana.
El Papa San Pío X dijo que «el mayor obstáculo al apostolado es la pusilanimidad, o mejor dicho la cobardía de los buenos». Esa apatía, esa indiferencia religiosa, que recientemente el cardenal Tarcisio Bertone en Fátima, ha dicho que es el «el mayor desafío para la Iglesia» la mostramos frecuentemente con nuestras actitudes y vocabulario negativos: «es difícil evangelizar hoy», «la gente no quiere escuchar», «irremediable», etc.