Navidad (1). Su significación religiosa
La Navidad es el acontecimiento telúrico más importante de la historia de la humanidad y ha conmovido las bases complejas de la vida de los hombres.
Es un asunto que llega hasta el último de los mortales aunque él ignore la significación profunda que la Navidad tiene en su vida.
Es la página más bella en la aventura de las relaciones de Dios con los hombres al comienzo de la acampada entre ellos, es la prueba máxima posible del amor ardoroso de un Dios, que sin abandonar su dignidad extrema divina, se abaja hasta asumir la forma y la idiosincrasia de un hombre, sólo con la intención de liberarlo de sus cadenas morales, espirituales y humanas, pero unas nubes de materialismo, de publicidad comercial, de materialización de todo lo espiritual, de ansias de buscar nuevas formas y justificaciones de diversión, han ocultado la sustancia de esta festividad de Navidad que en muchas partes, lamentablemente sólo suena a barriga bien satisfecha, a ocasión de comunicación familiar lícita, pero que deja en la oscuridad el misterio por el que se arman tinglados fabulosos, de espectáculos puramente terrenos.
La espiritualidad de Navidad está encarcelada, es meritorio y utilísimo el que pretendamos darle su dimensión divina y humana.
Su expectación en el Antiguo TestamentoLa Navidad es un acontecimiento soñado y gustado, ya antes de su realización por millones de seres, para quienes la máxima ilusión es la llegada del Salvador.
Todo el Antiguo Testamento posee como columna vertebral el deseo del Mesías simbolizado en aquel grito del profeta Isaías: «Que se abran las nubes del Cielo, y que depositen sobre la tierra el rocío del Salvador». Es en el Paraíso terrenal, el primer protagonista humano Adán, había quedado derrotado, se habían roto las compuertas de su dominio personal y aumentaban las pasiones conduciéndolo hacia donde el mismo no deseaba.
Perdió el equilibrio de las relaciones amistosas con Dios y se veía arrojado vergonzosamente del lugar donde fue creado. Había experimentado la saña, la picardía y el mal deseo de la serpiente, del Demonio, de ese Satanás que pronto inspiraría y habría de realizar a uno de sus hijos el asesinato de su hermano por puro odio.
Sentimientos que heredan todos sus descendientes.Nacimos con herencias del pecado al ser recipientes inevitables del pecado original. Ninguno nace químicamente puro, puesto que en su doble convicción de la miseria humana y de la necesidad de un liberador, piensa como sueño y, es el tema de su plegaria, el gozo que se le pretende, es la orientación definitiva, es la consecución de todas las pretensiones que nacen espontáneamente en el corazón humano.
La llegada de un libertador, a medida que transcurren los siglos, las guerras de los judíos, los exilios obligatorios, las trágicas exposiciones doctrinales de los profetas, el ansia religiosa sincera del Pueblo Escogido, logran que la humanidad aún la pagana, con sus desviaciones doctrinales religiosas, mire hacia el Cielo, esperando al Redentor de todos.
Ezequiel, uno de los profetas que más influyeron en el itinerario espiritual de Israel, casi 600 años antes de la Navidad que anhelaba, escribía a su pueblo:
Me fue dirigida la palabra de Yahvé, hijo de hombre, habla de parte mía contra los pastores de Israel, háblales y diles: Pobres de ustedes pastores de Israel que se apacientan a sí mismos. ¿No deberían los pastores dar de comer al rebaño? Por esto pastores de Israel, escuchen la palabra de Yahvé. Voy a pedir cuenta a los pastores, les reclamaré mis ovejas, se las quitaré para que no dispongan de ellas a su gusto. Yo mismo cuidaré mis ovejas y las haré descansar. Yo visitaré mis ovejas, y las sacaré de todos los lugares donde se habían dispersado en el día de nubes y tinieblas. Las sacaré de los países donde están, y de todas las naciones extranjeras, las reuniré y las llevaré a su propio suelo, y las pastorearé por todos los cerros de Israel, por todos los valles y lugares poblados, las llevaré a pastorear a pastos fértiles, buscaré a la oveja perdida, traeré a la descarriada, vendaré a la herida, fortaleceré a la enferma (cf. Ezequiel 34).
El Pueblo Escogido incomprendido por sus vecinos, perseguido y aplastado por otros reinos más poderosos y pobremente guiado hasta por sus mismos pastores religiosos, grababa a fuego las sentencias de Yahvé, de su Dios, también buriladas por los profetas.
Sea por la influencia de la doctrina de Israel, sea por su propio itinerario lógico, los grandes filósofos no judíos, destacan Aristóteles, Platón y Sócrates, sentían la necesidad de una liberación moral de la humanidad, y adivinaban la llegada de un ser superior, sólo Él capaz de realizar la elevación del ser humano a la categoría que merecía por sus facultades especiales.
Por el profeta Isaías, ya siete siglos antes, Dios había señalado a Israel el papel preponderante de orientación salvadora que tenía para toda la humanidad. Así dice con nitidez Isaías, describiendo el mandato divino:
Te he formado y llevado de la mano, te he destinado para que unas a mi pueblo, y seas luz para todas las naciones, para abrir los ojos a los cielos, para sacar a los presos de la cárcel y del calabozo a los que estaban en la oscuridad (42, 6-7).
La expectativa del Mesías es universal, no sólo es ambición de sociedades, naciones y religiones, sino apasionada búsqueda de cada persona, que siente la opresión de sus cadenas inferiores.
Y este clamor de toda la humanidad, tiene una respuesta positiva: es la Navidad, la aparición del ansiado Redentor, la ruptura con el enemigo, la adhesión personal al Verdadero Dios.
Junto al acto de la creación del mundo, la Navidad es el acontecimiento cumbre de la historia de la humanidad, puesto que todas las maravillas que Dios obrará en adelante partirán del eje de la aparición de Jesús en Belén.
2 comentarios
¿Habrá regreso a las raíces ciertas? Señales hay en ambos sentidos. Solo nos queda mantenernos en la Fe, a pesar de que mucho está en contra.
Bendiciones y FELIZ NAVIDAD PARA TODOS.
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