Sufrir en la Iglesia para la Iglesia

El ministerio petrino es sede vacante. Me ha invadido un extraño sentimiento. Un silencio interior desértico, es como el tránsito del Viernes Santo en espera de la Pascua.

Durante los días precedentes se ha hablado mucho de las cruces de nuestros dos últimos papas, y hay quienes se atreven a decir que el Papa Benedicto XVI ha escapado de la cruz. Cuando el Arzobispo de Cracovia Stanislaw Dziwisz, expresó: de la cruz no se baja,  muchos han interpretado como una crítica velada de la renuncia del Santo Padre al ejercicio activo del ministerio petrino.

Nadie escapa del sufrimiento, es verdad. Éste nos acompaña, como la sombra paso a paso, desde la cuna hasta la tumba. Para que el hombre pueda vivir y respirar, Dios debe morir en cierto modo en cuanto Omnipotente y aceptar esta dependencia con toda independencia.

Kempis dice que Jesucristo tiene muchos amadores de su reino celestial, pero muy pocos que lleven su cruz. Efectivamente, hoy también, y quizás con más razón, la cruz de Cristo es locura y escándalo. Ella no es poder y sabiduría más que para los creyentes. Cristo sigue siendo para todos un signo de contradicción, pero el cristiano, aunque sufre tanto o más que los demás hombres, tiene el privilegio de saber y poder orientar su sufrimiento.

Se ha dicho que donde un hombre sufre, Cristo sufre y que Cristo está en agonía hasta el fin del mundo. ¿Qué dolores sufre Cristo hoy? Los de todos los hombres y toda clase de dolores: físicos, morales y espirituales. Jesús está en la cruz sin rebelarse contra Dios creador que permite el sufrimiento, sin vengarse de los hombres que se lo infligen, y la cruz de Cristo es la más desconcertante de todas las locuras:

Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles (1Cor 1, 22).

No quise saber entre ustedes sino a Jesucristo, y éste crucificado (1Cor 2, 2).

Dios Padre no quería que Jesús sufriera, pero era la única manera de que la humanidad sea redimida

Ciertamente cruces las hay, de todas clases, y para todos. En la vida cristiana todo consiste en la cruz: Niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme. El mal es vencido no por haber evitado el sufrimiento, la dificultad, la enfermedad o la vulnerabilidad, sino por la victoria que viene al abrazar la cruz.

Cada vez  que durante el pontificado de nuestro sabio y humilde Papa, él ha sido menospreciado, traicionado, injuriado, sometido a las burlas, calumniado, vapuleado, Benedicto XVI nos ha dado una lección, la lección del abrazo al amor crucificado, porque para ser fiel a la gracia hay que padecer muchas veces. Pero no se puede olvidar que el sufrimiento es una gracia, es tanto una gracia de conversión, cuanto gracia de predilección y predestinación. San Pablo nos enseña que por los méritos de nuestro Señor Jesucristo, se nos ha dado la gracia no sólo de creer en Él, sino también de padecer por su amor. El cristiano puede gloriarse de la Cruz de Cristo. Así en este mundo no se puede hacer nada importante sin lucha y contradicciones. Los grandes cometidos de la Divina Providencia nunca se cumplen sin grandes dificultades.

El cardenal Ratzinger como colaborador cercano de Juan Pablo Magno, sufriendo con el que vio sufrir, no tuvo horror a la cruz de Cristo. La cargó ya entonces y la sigue llevando. ¿Acaso las meditaciones por él redactadas para el Via Crucis de 2005 no son una radiografía de esa cruz ya compartida?:

¿Qué puede decirnos la tercera caída de Jesús bajo el peso de la cruz? Quizás nos hace pensar en la caída de los hombres, en que muchos se alejan de Cristo, en la tendencia a un secularismo sin Dios. Pero, ¿no deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? En cuántas veces se abusa del sacramento de su presencia, y en el vacío y maldad de corazón donde entra a menudo. ¡Cuántas veces celebramos sólo nosotros sin darnos cuenta de él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de su Palabra! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento de la Reconciliación, en el cual él nos espera para levantarnos de nuestras caídas! También esto está presente en su pasión. La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálvanos (cf Mt 8,25).

La fidelidad a la gracia requiere gran sabiduría y cruz (El amor de la sabiduría eterna, Montfort). No abandono la cruz, sino que permanezco en modo nuevo adherido al crucifijo. No tendré más la potestad del oficio para el gobierno de la Iglesia, pero en el servicio de la oración me quedo…. Qué lección la que nos da Su Santidad Benedicto XVI, Papa emérito de la Iglesia de Cristo: sufrir en la Iglesia para la Iglesia.

 

4 comentarios

  
Javiergo
Germán, como bien sabes, Benedicto XVI ha renunciado libremente, como él mismo dijo el pasado 11 de febrero, y ahora se va feliz. Si fuéramos católicos fieles debiéramos alegrarnos con él y por él, y hacer nuestra su dicha. Si se ha ido habrá sido por algo. Todos tenemos la sensación de que nos faltan datos, que hay alguna pieza que no encaja, que todo ha sido demasiado rápido (sin esperar a que termine el Año de la Fe ni a que llegue la Semana Santa), y que más allá de los motivos de su salud quebrada, que no ponemos en duda, hay cuestiones más graves detrás de esta inusual y excepcional decisión que ha dejado al mundo entero perplejo. Creo firmemente que ha dicho la verdad, pero no toda la verdad. Quizá sea mejor así, no se lo reprocho. No podemos saberlo todo. Quizá, pese a lo mucho que le he reprochado su renuncia, haya sido mejor así. Si se ha ido de esta forma es porque no estaba a la altura de la dignidad que le había sido confiada por el Altísimo. Siempre habló de su debilidad, y a la vista está que es un hombre débil, que huye y se retira a un convento porque no puede más. A los hechos me remito: no debe confiar demasiado en lo que nos dice la Palabra: que nos basta Su Gracia. Cualquier creyente, laico, consagrado, presbítero, obispo, cardenal, o Papa, en un momento determinado de su vida, o a través de todo un proceso (que es lo más lógico) puede perder la fe, del mismo modo que un ateo puede convertirse. Ambos caminos inversos son posibles. Yo pienso, estudiando todos los síntomas de lo acaecido en estos últimos meses, que Benedicto XVI ha perdido la fe. No sería el primer Papa al que le ha pasado tal cosa. Hay que saber leer mucho más allá de sus palabras, que ya no son más que mera y pura retórica pues no casan en absoluto con los hechos, con todo lo que hemos visto. Estudiar demasiado, saber demasiado, leer demasiado, meditar demasiado, profundizar demasiado, puede ser sumamente peligroso... Ha sucedido a veces. El mismo Goethe, en sus conversaciones con Eckermann, afirmaba su recelo sobre los estudios protestantes de su época empeñados en viviseccionar las Sagradas Escrituras, y advertía que meterse demasiado a fondo en esas cuestiones podía poner en serio peligro la fe. Así fue, porque es un hecho y una verdad indiscutible que el conocimiento arruina el amor, y que cuanto más se sabe, menos se ama. Es la contraposición eterna entre el Árbol del Conocimiento y el Árbol de la Vida... - No puedo, lógicamente, demostrar mi tesis, pero creo firmemente que Benedicto XVI ha perdido la fe (y se retira al convento para 'volver a encontrarla'). Por eso, ahora sí, apruebo su marcha, porque ahora sí sería plenamente coherente. El Papa emérito ha visto demasiado como para creer, se va asqueado de intrigas y escándalos, no ha podido más y se ha marchado. No hay motivo, de nuestra parte, para las lágrimas ni para la dicha. Simplemente ha hecho lo que debía y le respeto, porque yo he pasado por la trágica y desabrida experiencia de lo que es una noche oscura y sé lo duro que es eso. En esos momentos, lo mejor es retirarse del mundo. No haré nunca leña del árbol caído. He visto las imágenes de hoy y he sentido compasión por un hombre anciano y débil, que ha perdido la fe y la fuerza que se deriva de ella, y que se va rendido y desencantado, con una enorme tristeza dibujada tras el rictus de su forzada y cansada sonrisa. No es ni será, como én este blog se ha dicho, el Papa más santo ni el más sabio, nunca será canonizado ni declarado Doctor de la Iglesia. Se le olvidará pronto cuando todavía estaremos acordándonos de Juan Pablo II. Benedicto XVI ha pasado como una sombra, esa es la verdad. Ha sido y es un hombre tímido, un hombre de cátedra, no un líder de masas, no cae simpático ni tampoco lo pretende, y por eso me agrada. Va a desaparecer entre las brumas, posiblemente lleno de dudas sobre casi todo, y precisamente por ello le admiro en el fondo por encima de cualquier otro hombre. Le he dicho de todo aquí, en este blog, he estado muy despechado, lo reconozco, y me ha pasado bastante con él, pero creo que empiezo a entenderle quizá mejor que otros que lo creen tener todo muy claro. Nunca le olvidaré, Benedicto XVI.
01/03/13 1:25 AM
  
sofronio
Javiergo:

¿No le parece a usted excesivo emitir un juicio sobre el alma de Benedicto, diciendo que ha perdido la fe?

Por otra parte, para noches oscuras del alma las magníficas descritas y vividas por los místicos, que no por eso renunciaron.

A casi todos:

Para nauseas, este sentimentalismo manifiesto nada viril ni católico y tan alejado de la verdadera doctrina de la Iglesia. Se trata al ocupante de la Cátedra de Pedro, más como un líder, o como el último actor que ha conseguido un Óscar o un cantante que llena estadios y enloquece a sus fans, que al Vicario de Cristo infalible en las condiciones que señala el Concilio Vaticano I y falible en otras muchas donde no compromete aquella; se ha exagerado tanto en el orden mundano, que se ha querido hacer indefectibles ( Y eso es culto idolátrico,), hasta el punto de que cualquiera que no esté de acuerdo con una línea de su gobierno o de su magisterio no revestido de infalibilidad, es considerado por la mayoría, desconocedora de lo más esencial de la doctrina católica según palabras del mismo Benedicto,como un apestado.

La verdad objetiva es que Benedicto XVI ha cometido varios errores graves (Asis III, evento cuestionado incluso por un pastor luterano amigo del Papa en carta abierta que Benedicto contestó, su afán de seguir los tortuosos caminos ecuménicos, lo que ha dicho sobre los judíos en sus escritos..)y también otros aciertos (que no narro porque ya hay un coro de millones que lo hacen sentimentalmente).

De esto no deduzco su intención, ni mucho menos me atrevo a juzgar sobre su fe. Eso sólo Dios lo conoce.

Ahora, lo que queda es meditar sobre las consecuencias de este grave acto: serán imprevisibles, de momento, pero nada buenas por el antecedente que ofrece, según mi parecer.

El mundo moderno, alejado de Dios, necesita sensaciones para evadirse; parece que este mal ha penetrado en la Iglesia: turbo beatificaciones, grandes masas que aplaudan, emociones a raudales.. ¡Todo ello tan alejado de las virtudes cristianas¡ ¿Por qué no piensan en la razón de que mayor movilización de jóvenes en JMJ, más vacías se quedan la iglesias, y los conventos de ellos? No es una paradoja, es una consecuencia de esta pastoral, que más parece puro y rancio marketing.

Qué distintos aquellos santos papas que eran martirizados o condenados a las minas de sal o azufre sin esperanza de salir con vida, de estos últimos.

¿Se imagina alguien a San Pedro, San Pablo, San Gelasio, San León Magno-éste si era realmente magno-San Pío V, San Pío X...renunciando, bajando de la Cruz?
01/03/13 10:33 PM
  
Javiergo
Sofronio, no te puedes ni imaginar hasta qué punto estoy absoluta y completamente de acuerdo contigo. Te hablo desde el corazón: me he llegado a emocionar leyéndote. Lo que afirmas es lo que trato de decir desde el 11 de febrero en este blog, de manera clara y nítida. Gracias por tu intervención, y, por descontado, gracias también por tu corrección. Un abrazo en Cristo Jesús
01/03/13 10:57 PM
  
Jorge Jiménez
Benedicto XVI ha sido para mi, desde el primer día de su pontificado, un Papa al que se le ha atacado sin cesar. Bastó con eso para ganarse todo mi cariño.
Él jamás pretendió marcar la diferencia, como tampoco trató de emular a Juan Pablo II. Fue un Papa auténtico, inteligente, valiente pues tuvo que enfrentar un vendaval interno, consecuente con lo que ha sostenido toda su vida.
Todavía tengo fresco en la memoria el alud de críticas que recibió su antecesor por no haber renunciado a su cargo cuando aún podía hacerlo. Benedicto XVI con mayor razón, puesto que su principal característica es su intelecto.
No creo que Ratzinger tenga como meta el ser recordado, sino el haber servido lo mejor posible a la Iglesia.
Hay muchos Papas que nadie recuerda ni conoce, pero que sus biografías hablan de que fueron excepcionales en sus cargos. ¿Cree alguien que las almas de estos Papas están decepcionados por no ser recordados? Al menos yo no lo creo, pues cada vez que se reza el Credo les recordamos junto a todos los otros santos.
El ex-Santo Padre no se ha bajado de cruz. Sigue en ella, pues en esta misma página estoy presenciando como 2 creyentes en Dios están con martillo en mano.
Benedicto XVI no está para darle en el gusto a todos, él tomó una decisión que sólo él y Dios sabe.
Es poco afortunado comenzar diciendo "Todos tenemos la sensación de que nos faltan datos...", dando a entender que no sabe lo que pasa, y después rematar aseverando "...creo firmemente que Benedicto XVI ha perdido la fe...no ha podido más y se ha marchado. "
Con estos amigos de la Iglesia, ¿para qué preocuparse de los enemigos?
02/03/13 3:54 PM

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