Una herejía sin precedente en la historia de la Iglesia
Es curioso, pero a lo largo de la Historia, en la Iglesia católica, se han producido gran cantidad de herejías. Se trata de un proceso natural resultado de un intento de diálogo entre lo que podemos denominar “espíritu” del mundo y el proceso de cristianización. Sin embargo, ya tiene tiempo que nos estamos enfrentando a una herejía muy peculiar que consiste en el intento de secularización que ha estado implícito en todas las herejías anteriores desde la conformación de la Iglesia, pero que ahora toma una dimensión muy especial. Aunque pueda parecer extraño, se trata de la promoción desde sectores importantes de la misma jerarquía de la Iglesia de una especie de establecimiento definitivo del hombre en la tierra, entendida como algo que se va manifestando como opuesto a la verdadera trascendencia.
El asunto radica en que aunque el mundo sea algo bueno en cuanto creado por Dios, sabemos que el pecado se ha integrado al mundo, y los hombres bajo el poder del maligno se han rebelado contra Dios. De modo que en este sentido, ser amigo del mundo entendido como unificado con el pecado, implica necesariamente ser enemigo de Dios. La esencia o la naturaleza de esta herejía, consiste en buscar hacer compatible el “espíritu” del mundo con el Espíritu de Dios.
Y esto sucede porque aunque este mundo entendido como pecado, ha sido vencido por Cristo, es necesario reconocer que este espíritu mundano sigue expectante en todas sus formas y en todas sus creaturas, hasta que el mundo sufra todo el dolor que ha de sufrir.
Por más optimistas que queramos ser, y por más que sepamos que Cristo ha vencido al “espíritu” del mundo, puede ser muy grave cerrar los ojos al hecho de que este “espíritu” del mundo entendido como pecado todavía es capaz de matar la vida sobrenatural del hombre y de distintos sectores de la sociedad.
Es verdad de fe que mientras no se alcance el fin último o fin de todos los fines que sabemos llegará cuando parezca que el “espíritu” del mundo ha logrado su triunfo definitivo, no queda anulada la libertad del hombre y el acceso a la salvación no está garantizado sin una adecuada relación entre la libertad humana y la gracia de Dios.
Por eso, mientras no se alcance el fin último de todos los fines, los cristianos estamos llamados a ser luz del mundo y semillas de salvación, es decir, a estar en el mundo sin ser del mundo para así consagrar a Dios el mundo que Dios nos ha otorgado para conducirlo a su verdadera perfección.
Por tanto, pienso que hay que tener cuidado de no creer que el “espíritu” de la tierra o de lo mundano puede ser compatible con Cristo. De hecho, hay que enfatizar que este “espíritu” del mundo entendido como pecado, es enemigo de Cristo y por tanto es enemigo de los cristianos. De aquí deviene que cuando los cristianos se sirven del mundo disfrutando de sus maravillas y de sus bondades pero desprendidos de todo lo mundano como si no fueran del mundo, son odiados por el mundo por los que están a favor del espíritu del mundo y de lo mundano aún dentro de la misma Iglesia.
14 comentarios
Y nosotros queremos construir la Ciudad de Dios con barrios y urbanizaciones mundanas. Insensata ídea.
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Muchas gracias!
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Desde siempre se enseñó que la Iglesia tiene algo así como tres estadíos: la Iglesia Triunfante (Cielo), la Iglesia Purgante (Purgatorio) y la Iglesia Militante (Tierra).
Hoy en día la Iglesia Militante está reducida a una mínima expresión, que cada vez se parece más al "resto fiel", mientras que ha tomado una dimensión cuasi cancerosa lo que con propiedad podría denominarse la Iglesia Claudicante. Que de militante tiene poco y nada, antes bien es blandengue, componedora, pacifista, dialogante y sincrética.
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Que Dios lo bendiga y lo haga con la Iglesia-
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