El movimiento de reforma de la música religiosa (I): el marco de las ideas.
La cuestión de la música religiosa desencadenó a mediados del s. XIX un vibrante proceso reflexivo y creativo cuya onda llega hasta la segunda mitad del s. XX, cuando una lectura ideologizada de las disposiciones del segundo concilio vaticano dio al traste con casi todos los logros conseguidos en tal campo.
Lo ocurrido con la música del rito romano en las últimas décadas sigue siendo una herida sin cerrar. No solo una importante proporción de los católicos sigue sin metabolizar la inaudita degradación musical que viene sufriendo el culto público a Dios, causada en grado no pequeño por la imposición de las opiniones y prejuicios de moda entre el clero del momento. También desde el exterior de los templos, especialmente por parte de los observadores más sensibles, llegan ecos de incomprensión, disgusto, asombro, indignación o desprecio (de todo esto hay, nadie lo dude) ante la demolición de una realidad que, al fin y al cabo, era experimentada de algún modo como propia por todos los descendientes de aquello que un día se llamó la Cristiandad.
Iniciamos una serie de artículos en los que se tratará de describir el proceso que culminó en las claras y positivas disposiciones que en materia musical emanaron del último concilio, con la esperanza de poder aportar algo en la mejora de nuestra tan imperfecta actualidad. En esta primera entrega se describirá el marco intelectual y filosófico en que se desarrolló el más amplio, profundo, consciente y eficaz movimiento de restauración de la música litúrgica de cuantos se han dado hasta ahora en la historia de la Iglesia.