La Rosa y fray Leopoldo
Les cuento. Hace unas semanas que Apolonio Cromañónez me dijo que me animase a ir con él a Granada, que la Rosa López iba a cantar en no sé qué de fray Leopoldo, que por lo que dicen eran un fraile capuchino muy santo. Yo no sabía nada ni de la Rosa ni del bendito fraile. Pero como me apunto a todo lo que sea salir de la Caverna, le dije que iría con él. También quería yo aprovechar la ocasión para visitar una cueva del Sacromonte donde vivió un abuelo mío, don Occipucio Armazón. Preparamos nuestros sacos, tomamos nuestras estacas, y allí nos fuimos.
Primera decepción. Comenzamos por ir a visitar la cueva del abuelo Occipucio, pero no quedaba rastro alguno de su memoria. Allí todo eran tablados para bailar y tiendas con cacharritos inútiles. Recogí una piedrecita de la cueva de mi abuelo, como recuerdo, y nos volvimos, yo un poco mustio.
Segunda decepción. Cuando fuimos al campo de amigación –algo así entendimos– había muchedumbre de gente, y al entrar, lo primero que hicieron fue requisarnos las estacas, emperrados en que con ellas no podíamos entrar. Les dijimos francamente que nosotros sin estacas nos sentíamos muy mal, como si estuviéramos desnudos. No nos hicieron ni caso. Y tuvimos que entregarlas. Nos dieron un papelito para recogerlas.