Aclaración de la Comunión Tradicionalista sobre la acción de los católicos en política
Con fecha 2 de agosto una mal autodenominada «Comunión Tradicionalista» ha publicado en internet una breve nota en la que públicamente se atreve a enmendar la plana al Santo Padre Francisco acusándole de «propalar doctrinas contrarias al Magisterio». Es intolerable que los responsables de la secretaría política de don Sixto de Borbón, autores de dicha nota, utilicen nuestra secular denominación para confundir. Este simple hecho muestra la calidad humana de quien arteramente la utiliza.
La Comunión Tradicionalista Carlista ama a la Iglesia Católica como lo ha demostrado en tantas ocasiones, hasta dar la vida por ella. Los carlistas estamos y estaremos, como afirmaba el rey Carlos VII, ni «un paso más adelante ni más atrás que la Iglesia de Jesucristo». Jamás admitiremos que desde nuestras filas se lancen críticas de forma pública al Santo Padre.
Nuestra vocación de laicos dedicados a las cosas de la política, así como una larga historia de lealtades mantenidas sin tacha, nos enseñan a diferenciar lo que pertenece al Magisterio perenne de las expresiones que la cortesía o las exigencias del contexto concreto pueden provocar en un momento dado. A los carlistas no nos escandaliza que los pastores de la Iglesia, en el ejercicio de su labor apostólica, y bajo su propia responsabilidad, renuncien a cualquier forma de imposición; que afirmen que la democracia necesita apoyarse en la trascendencia; que hagan permanentes llamamientos al diálogo; o que prediquen a las ovejas descarriadas con argumentos que, a los ojos de un político cristiano, pueden saber a poco.
El Magisterio Político de la Iglesia no ha cambiado. La doctrina de la Soberanía Social de Jesucristo sigue vigente. El Catecismo es claro a la hora de definir el marco de una política católica. La confesionalidad de las comunidades humanas, de las familias, de los pueblos, de las naciones, es un bien deseable. El salmo 72 continúa proclamando que: «Ante Él se postrarán todos los reyes, y le servirán todas las naciones».
La misión de proponer, defender e incluso llegado el caso de imponer políticas concretas es responsabilidad propia de los laicos católicos, no del clero. ¿Estaremos haciendo nosotros, como políticos, lo que nos corresponde? Miremos pues nuestra viga y no la paja en el ojo ajeno. Es el momento de bajar a la arena política y social con coherencia. El Carlismo, organizado en la Comunión Tradicionalista Carlista, se ofrece a los católicos españoles como un medio para trabajar en este campo de la política, un ámbito que si aparece lleno de errores y corrupción no es tanto por la acción de los malos sino por la apatía de los buenos.
Junta de Gobierno de la Comunión Tradicionalista Carlista
14 de agosto de 2013
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Antonio Mendieta Pradas
Delegación de Prensa de la Comunión Tradicionalista Carlista
c/ Zurbano, 71 - of.3 - 28010 Madrid
Teléfono: 913994438
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9 comentarios
El pueblo pasa de confesionalidad católica, de poner la Ley de Dios como la fundamental del Reino y de coronar politicamente a Cristo Rey que es también Señor temporal además de eterno. !Así nos va¡
Pero jamás, descalificar públicamente al Papa, eso los sitúa de facto, fuera de la Iglesia.
Dos imágenes proféticas.
Y el papa haciendo propaganda de la democracia y el laicismo, no sé que es.
En lo personal, me siento tremendamente cansado. Sin saber a dónde ir frente al retiro de nuestra madre, la Iglesia.
Una cosa es ganarse la vida y otra es jurar obediencia a la Constitución, que tú definirás como laica, anticatólica, separatista y abortista, que es lo que ha hecho Ayuso, oficial del Ejército cuyo capitán general es Juan Carlos I, descendiente de Alfonso XIII.
Desde luego, con carlistas como éstos, los liberales ganan siempre.
En cuanto a la jura de la Constitución,también ignoro si ha jurado o no,si se ha acogido a algún resquicio legal o cualquier otra cuestión. De todas formas, te referías al programa de Prada y has desviado el tema hacia un campo que parece de animadversión personal hacia Ayuso,y lo más importante es la transcendencia de la laicidad o de la confesionalidad.
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